Restaurar el tejido social: ¿será posible?
Chihuahua, México y el mundo quedaron consternados por el brutal asesinado de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora y, de nuevo se alzan voces por todos lados de la importancia de reparar el tejido social; ese ente intangible que se oye muy bonito, pero que en realidad a nadie interesa, o no lo quieren entender muchos menos remediar.
Sin duda que el incremento de la violencia en México se debe a múltiples factores, desde la pobreza y las nuevas formas sociales hasta el incremento de “maldad” por decirlo de alguna manera; pero queda en claro que se perdió el respeto por la vida, por la convivencia humana, y de ahí todo ha perdido valor: la familia, las instituciones, las personas... todo.
Nada más para darnos una idea del nivel de violencia en que nos encontramos, este mes que aún no termina se ha registrado la mayor cantidad de masacres en toda la entidad en el año, con ocho eventos que dejaron al menos tres víctimas mortales cada uno, por lo que suman 33 multihomicidios desde enero del 2022, según información de esta casa editora.
En el recuento periodístico publicado el día de ayer, las masacres han dejado 31 víctimas, dos menores de edad, por lo que suman ya 168 asesinatos en lo que va del mes en la entidad.
Para algunos, el incremento en el número de homicidios, el aumento en las adicciones, así como en el porcentaje de violaciones, la insatisfacción con la vida y la desconfianza en las relaciones sociales y en la actuación gubernamental son sólo algunas de las manifestaciones de esta descomposición social.
Y desde luego que lo más sencillo es echar la culpa a la descomposición del tejido social, que señalan es un elemento fundamental para garantizar la gobernabilidad y el bienestar de los habitantes de una entidad.
Pero en una sociedad que bombardean por todos lados, con mensajes que atacan directamente al núcleo familiar, que rebajan a minucias la pertenencia, solidaridad y cohesión social, qué se puede hacer.
Este tejido social en nuestro país del que todos hablan estaba sustentado en el seno de las familias y claro desarrollado por las relaciones interpersonales en donde éste se consolida mediante el respeto, la confianza, el apoyo y la participación.
Hoy la Iglesia Católica, y concretamente la Compañía de Jesús, orden religiosa fundada a mediados del siglo XVI lloran la muerte de dos de sus sacerdotes y ojalá también reflexionen de la parte que les corresponde en el “destejido” social en que nos encontramos.
Todos se refieren a Javier Campos y Joaquín Mora como dos sacerdotes jesuitas que desempeñaban labores sociales, que defendían la cultura local y abogaban por los servicios básicos en Cerocahui, una población como todas las que se ubican en la Sierra que en los últimos 20 años han sido controladas por el crimen.
Javier Campos Morales, alias ‘El Gallo’, era un sacerdote que sirvió por 34 años como Superior de la Misión Jesuita en la comunidad de Cerocahui, mientras que el sacerdote Joaquín César Mora Salazar, alias ‘El Morita’, fungió como Vicario Cooperador en ese mismo pueblo durante 23 años y medio, es decir llegaron a esa población mucho antes de que el narcotráfico se apoderara de ellas... y vieron como poco a poco se fue descomponiendo esa comunidad que tanto querían.
Según las declaraciones de algunos sacerdotes a diferentes medios de comunicación, Campos y Mora se convirtieron en autoridad moral para equilibrar la enorme influencia de los narcotraficantes en Cerocahui, que al igual que muchos pueblos durante los últimos 20 años, fueron testigos de cómo los cárteles de la droga estrecharon su control sobre la región... y al final perdieron lo más sagrado, su vida misma, pero esa sociedad a la que sirvieron no se observa cómo puedan recuperarla.
Después de su muerte han sido cientos de voces de condena, como la de Luis Gerardo Moro, máximo responsable de los jesuitas en México, que habló de marcar “un punto de ruptura y un punto de no retorno en el camino y la misión de la Compañía (de Jesús) en México”.
Según el Centro Católico Multimedial de la Iglesia, siete sacerdotes, incluyendo a Campos y Mora, han sido asesinados durante la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, que se suman a los casi 124,000 homicidios desde el 2018.
Ojalá que verdaderamente la Iglesia Católica, en este caso la importante e influyente Compañía de Jesús trabajen en recomponer ese tejido social, pero de manera colegiada y no por intereses personales.
Esos intereses personales que no le han ayudado, como sucedió con el padre jesuita Javier “El Pato” Ávila, quien durante cinco años se mantuvo a la diestra del poder del exgobernador Javier Corral Jurado.
Javier “El Pato” Ávila, Dizán Vázquez y Camilo Pérez, los tres preferidos de la administración pasada nada hicieron por mejorar las condiciones de esas comunidades que dicen defender, por el contrario simplemente avalaron el abandono del que fueron objeto y tal vez voltearon a la sierra cuando las gavillas se apoderaron de esas comunidades, y hoy les arrebatan a dos de los suyos.
Existe un libro: Reconstrucción del tejido social: Una apuesta por la paz, cuya coordinación estuvo a cargo los jesuitas, Gabriel Mendoza Zárate y Jorge Atilano González Candia, que hablan de ese entramado de circunstancias que desató en la descomposición de nuestra sociedad, que sería interesante analizaran, porque sin duda la iglesia en todo México, no sólo en las regiones apartadas como la Sierra, han dejado de realizar su labor espiritual que hoy tanto falta hace.