EL AMOR LIBRE NOS HACE OBJETO DE PRUEBA
Quienes defienden el amor libre expresan: “El amor no es amor si no es libre”. Aparentemente, ponen al amor por encima de todo, pero no es así. Sitúan la libertad individual por encima del amor. Su posición equivale a decir: “Te doy todo menos mi libertad, que es lo que más aprecio. La aprecio por encima de ti”. No comprometerse ¿es amor?
Si alquilas una casa, ¿comprometes todo tu dinero en mejorarla? No, ¿por qué? porque es provisional. Así, no puede haber totalidad en el experimento. La persona que sostiene el amor libre dice: “Voy a experimentar contigo, si me conviene, sigo…”.
Quien ama, pone la libertad individual al servicio del amor. Los que aceptan el amor libre o el matrimonio a prueba, son inseguros. Generalmente son así porque han visto infidelidades en sus padres o han tenido una experiencia negativa del amor. Al defender esta postura dicen: “Como hay fracasos en el amor conyugal, no me caso”. En vez de decir: “Me hago adulto para contraer, como adulto, el compromiso de entrega del amor, sin el cual el amor no es amor”.
En el amor libre el ser humano se destruye para siempre en esa prueba, en el aspecto biológico, psicológico y moral.
El amor libre –dicen- equivale al matrimonio a prueba para conocerse bien; pero esa observación es artificial, impide la espontaneidad, porque se pretenderá cuidar la imagen. La experiencia muestra que el matrimonio a prueba no garantiza un pleno conocimiento de la persona, ya que el ser humano siempre está en proceso de evolución; es inconstante por naturaleza; no obstante puede superar esa deficiencia con virtudes y con la fuerte atracción hacia el bien que anida en su corazón.
Se hace un pésimo servicio a la grandeza del hombre cuando fidelidad se considera equivalente a estabilidad, fijeza o inmovilismo. Aceptar esto es hacerle el juego a la infidelidad, que se presentará como lo dinámico, inventivo y espontáneo.
Fidelidad es crecimiento en el amor, es constancia en el cariño, es calidad de vida. El enamorado tiende al sí total, perpetuo y exclusivo, al sí sin reservas. Quien no experimenta el sentimiento de que se entrega de una vez para siempre, sin posible retorno, no ama verdaderamente.
El matrimonio a prueba es una situación irregular que muchos quieren hoy justificar. Juan Pablo II exponía a los alemanes: “La unión corporal y sexual es algo grande y hermoso. Pero solamente es digna del hombre si ella es integrada en una vinculación personal, reconocida por la sociedad civil y eclesiástica. Toda unión carnal entre hombre y mujer tiene, por tanto, su legítimo lugar sólo dentro del recinto de fidelidad personal, exclusiva y definitiva, en el matrimonio. (…). No se puede vivir solamente de prueba; no se puede morir solamente de prueba. No se puede amar sólo de prueba, aceptar a una persona sólo de prueba y por un tiempo determinado” (Alemania, 15 de noviembre 1989, n. 5).
El don del cuerpo en la relación sexual es el símbolo de la donación total de la persona. Esto no se consigue sin una educación en el amor auténtico y en el recto uso de la sexualidad.