El Diario de Chihuahua

1303 días de impunidad

- Email: narvaez.manuel.arturo@ gmail.com

Manuel Narváez Narváez

En el país de la impunidad donde impera la ley de la selva, se desata la psicosis por el relevo presidenci­al. Con el destape hace varios meses de sus favoritos, Andrés Manuel apresura la sucesión de su desastrosa gestión al viejo estilo de PRI de los 70s y 80s, que violentaba sin piedad las reglas del juego electoral.

No le importa al mandatario que juró guardar y hacer cumplir la constituci­ón, que el país esté arruinado y el territorio nacional se haya convertido en el camposanto sangriento más grande del continente americano. Lo que quiere es perpetuar su torcida ideología.

Sin mostrar el más mínimo respeto por las víctimas y deudos de la fallida estrategia contra la violencia y la insegurida­d, López Obrador arremete una y otra vez contra las personas, ONGS, comisiones de derechos humanos y el Vaticano, que le piden contenga la barbarie en México.

En vez de escuchar y abrirse al diálogo para apostar por la unidad nacional y recuperar la paz, blande con obsesión el hacha de la guerra del odio y la confrontac­ión.

Así ha sido desde que tomó protesta porque no ha habido un sólo día de los 1303 transcurri­dos hasta este momento que escribo estas líneas, en que el primer magistrado del país no agreda o descalifiq­ue a alguien, cuente una mentira o haga campaña a favor de su partido.

Por esta razón es que las casi 130 mil muertes violentas en lo que va de su gestión simplement­e son cifras que no le dicen nada ni le importa que su plumaje ya sea tan rojo como el del ave cardenal norteño.

Ah, pero no se diga de burlarse de la carta magna y las leyes electorale­s porque en eso tiene doctorado.

Estamos a poco menos de dos años para la elección presidenci­al de 2024; sin embargo, la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo

Ebrard y el secretario de gobernació­n, Adán Augusto López, ya están en descarada campaña presidenci­al, por órdenes de su patrón.

Como lo fue desde López Mateos hasta Carlos Salinas de Gortari, cuando el país entero conocía un año antes el nombre de quien sería el siguiente presidente al ser destapado por los “sectores populares” de aquel PRI del carro completo, que desde el gobierno controlaba las elecciones; ahora empezaron con dos años de antelación.

Lo más terrible de esta campaña anticipadí­sima es que el árbitro y la autoridad electoral, salvo la negación a la candidatur­a a Félix Salgado y unas cuantas sanciones light a gobernador­es, legislador­es y el dirigente de Morena, tiene temor de aplicar la ley, por lo que se anticipa una elección de Estado y flagrante violación a los principios rectores de la democracia.

El único objetivo AMLO es el de imponer a sucesor/a para que le cuide las espaldas por su presunta responsabi­lidad en las tragedias que tienen a Chihuahua y otra docena de entidades federativa­s en luto permanente.

A López Obrador le da igual si matan periodista­s, sacerdotes u opositores, como lo tiene sin cuidado las muertes por negligenci­a en atención de la pandemia o no abastecer de medicament­os a enfermos terminales, lo que quiere es extender su poder a través de un lacayo/a.

En la agenda del autonombra­do mejor presidente de México solo cabe una cosa: mantener en el poder a cualquier costo.

Dada la prioridad del titular del poder ejecutivo federal y su movimiento, Juárez, Chihuahua y la sierra seguirán a merced del crimen organizado y condenados a padecer otro presidente igual o peor que el actual.

No esperemos justicia mientras el presidente gobierne con toda impunidad.

Es cuanto.

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