De este callejón sí hay salida
Monterrey— Salir de una adicción no es un camino fácil, pero tampoco es un objetivo imposible.
Ciertamente después de un proceso de rehabilitación hay de un 40 a un 60 por ciento de probabilidad de que un paciente recaiga, indican estadísticas de diferentes países y de clínicas con distintos tratamientos.
"Pero también es importante dejar claro que sí, sí es posible salir adelante", afirma Juanita Sosa, directora de la Unidad de Hospitalización para las Adicciones de los Centros de Integración Juvenil en Nuevo León (CIJ).
"Hay muchas personas que lo han logrado y se requiere un compromiso importante con la propia familia y con la propia salud, con el autocuidado".
Esta unidad en el municipio de García cuenta con el aval de la Comisión Nacional contra las Adicciones.
En los CIJ la hospitalización puede durar de 30 a 90 días en un modelo de atención que trabaja con profesionales de la salud, la psicología, psiquiatría y el deporte. Al salir, los pacientes se enfrentan a un mundo donde continúan los estímulos y las invitaciones a consumir drogas legales e ilegales.
"La disponibilidad de sustancias es un estímulo que incluso provoca reacciones químicas, fisiológicas en el organismo, como cuando vemos un alimento que nos gusta mucho", explica Sosa, especialista en prevención del comportamiento adictivo.
"En el cerebro ocurre una serie de cadenas que desembocan en el pensamiento de 'yo quiero'. Puede ser un pensamiento recurrente que, si la persona no sabe cómo manejarlo, cómo detenerlo, es difícil de controlar".
Sin embargo, hay dos recursos clave para aumentar las probabilidades de no recaer: la familia y el manejo de emociones.
"Tenemos muchas experiencias en las que sale el paciente de tratamiento, ¿y qué hace la familia? Celebrar con una carne asada donde hay cerveza. Es paradójico", relata Sosa.
"Por eso es necesario trabajar con la familia, que sepa cómo puede ayudar a que esta persona se mantenga en abstinencia".
El segundo factor, las emociones, tiene que ver con aprender a hacer frente a las emociones sin necesidad de sustancias tóxicas.
'Que más jóvenes se den cuenta'
El primer contacto de Adriana con drogas fue a los 12 años. Para aliviar el dolor de una cirugía, a su madre le habían recetado un medicamento controlado.
Fue fácil para Adriana tener acceso a pastillas, cuenta esta joven, hoy de 18 años.
"Curioseando las empecé a probar y ahí nació todo", relata. "Me sentía feliz, alegre, tranquila.
"Luego compraba las pastillas o las conseguía".
En su casa nadie se daba cuenta, o al menos eso parecía, asegura. Con los años llegó un noviazgo y, con él, experimentar con la mariguana y LCD.
"Varias veces me llegué a quedar inconsciente en lugares que no eran mi casa", recuerda Adriana.
"Después empecé a consumir alcohol casi todos los días, hasta que tuve una situación de abuso. La verdad es que fue porque yo estaba muy mal, quedé inconsciente, por eso dije: 'Ya, hasta aquí'".
Fue entonces cuando habló con su abuela y con su tío, quien se encargó de buscar una clínica.
"Por internet mi tío buscó y dio con este centro (CIJ)".
Adriana tuvo que dejar sus estudios en Enfermería. El internamiento la ha ayudado a recuperarse poco a poco de la adicción, al tiempo que a ponerse nuevas metas. Dice que la inspiran las psicólogas y trabajadoras sociales con las que convive a diario.
"Ahorita estoy planeando, ya cuando esté bien, estudiar Trabajo Social", afirma.
'Sí es posible salir de esto'
José tocó fondo en la última noche de Año Nuevo. Había bebido todo el día al grado de que, para la hora de la fiesta, la que celebraría con su familia y su novia, ya estaba totalmente alcoholizado.
"En ese momento no podía parar el consumo, me sentía totalmente dominado por el alcohol", recuerda este hombre de 34 años, abogado. Su primer consumo de alcohol fue alrededor de 15 años, con amigos.
"No pasé bien la cena, al principio me daba por hablar, pero el alcohol es una sustancia depresora", describe.
"Al final de cuentas, el primer efecto es sentirte bien, a gusto, más confiado, pero luego viene una bajada considerable donde empiezas con puros pensamientos negativos, donde viene el sufrimiento, la soledad".
Esa madrugada le dijo a su madre: "Amárrame a la cama, ya no quiero tomar". La familia comenzó a ver opciones de internamiento, pero por la pandemia muchos lugares restringían el número de pacientes.
José ya había intentado otras salidas. El año pasado ingresó a un "anexo". También intentó con Alcohólicos Anónimos y con consultas con un psiquiatra.
Ahora, en este centro ha encontrado personal profesional y especializado que lo han guiado a tener esperanza de que su futuro cambie.
A José también se le pregunta la razón para dar su testimonio.