Familia y escuela, básicas para reconstruir el tejido social
Apreciables lectores, considerando el tema a desarrollar, deseo expresar mi total indignación por la bajeza que muestran algunos recalcitrantes militantes de la derecha: ¡Qué poca hombría, qué poca hembría (de hembra, perdonando la licencia literaria, exenta de tintes misóginos), qué poca madre!, de esos neonazifascistas-falangistas, que en absoluta falta de ÉTICA y MORAL, de HUMANISMO, que en su desesperación como oposición fallida; para embestir al ciudadano Presidente Constitucional de la República, Andrés Manuel López Obrador, vuelven, cual vulgares descerebrados a ensañarse en contra de su hijo Jesús Ernesto, menor de 15 años de edad (en tránsito de la pubertad a la adolescencia).
Olvidándose, aun cuando se pregonan como muy religiosos, lo sustentado por Jesús Cristo: “Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y cualquiera que me reciba a mí, recibe al que me envió…” (Lucas 9.48). Así las cosas con éstos “políticos y políticas” de la derecha: Hipócritas, falsos, simuladores, corruptos…
El tema de hoy: Hace dos días, platicando con un apreciable y buen amigo, nacido en un municipio de la sierra y que sigue yendo periódicamente al mismo, en torno al artero y muy lamentable asesinato en Cerocahui, Urique, Chihuahua, de los dos sacerdotes jesuitas y del guía de turistas, comentó la situación de desatención que se tiene con los niños y los adolescentes en ese municipio y aledaños, por parte de los padres, algunos maestros y las propias autoridades municipales, pues muy seguido se ven chamacos tomados, drogados, en la vagancia o atraídos por el crimen.
Cuestionando: ¿No le parece maestro, que mientras no vuelva a trabajar conjuntamente la ESCUELA [docentes] y la FAMILIA, padre y madre, en la educación, en la enseñanza de nuestros hijos, como por mucho tiempo se hizo no será posible que las cosas se compongan en Chihuahua y en todo el país?
Añorando, con visible preocupación en su rostro, enfatizó: que a diferencia de los años 50, 60, 70… del siglo XX; ahora, la mayoría de los escolares de primaria y secundaria, sean hombres o mujeres, se comportan irrespetuosamente con sus padres, con los adultos mayores, con sus maestras y maestros. Siendo contados los que les gusta la escuela y en verdad estudian y desean continuar su preparación.
Sin caer en aquella conseja, de que tiempos pasados fueron mejores, coincidimos en que efectivamente urgía que se revisara la actual situación de la educación en el estado y en el resto del territorio nacional, con el fin de valorar lo que ha estado bien, lo que debe descartarse, y la nueva política educativa y respectivos planes y programas de estudio que hay que adoptar y llevar a la práctica docente cotidiana en la FORMACIÓN del educando, en momentos en que la “invasión” de diversas tecnologías y equipos cibernéticos (TIC) han penetrado los hogares y demás ámbitos en que se desenvuelve la sociedad en general.
En los umbrales del S. XXI, se solía decir, insistentemente, que durante las últimas décadas la educación se estaba deteriorando, a tal grado, que fue motivo de seria preocupación para los padres de familia, para la sociedad toda.
Ciertamente, se evidenció y evidencia ese deterioro, fundamentalmente porque los gobiernos en turno no le dieron (¿y siguen sin dársela?) la debida importancia a tan preeminente función del conglomerado humano, que es sólido puntal en la construcción y reconstrucción de toda sociedad, de toda comunidad que quiere progresar.
Aún con la noble entrega de la inmensa mayoría del magisterio, de los docentes, dónde más se nota ese estancarse o “irse para abajo” del proceso de enseñanza-aprendizaje, de la educación escolar y en la formación familiar, es en la conducta diaria de la niñez y juventud que estudian – y en los que no estudian también– en sus relaciones cotidianas con los demás integrantes de la comunidad en que viven. Desde luego, se impone considerar el número de alumnos que “desertan” o abandonan temporal o definitivamente sus estudios sobresalientemente por razones económicas, así como los que reprueban y/o repiten curso o grado.
Sí, resulta innegable, que además de combatir en la población menor las causas económicas (¿y efectos?) que la inducen a “perderse”, a delinquir, a atentar contra su estima, contra su vida; a empezar a echarse una “cheve” un trago o un cigarro, pasando de ahí, lamentable y lastimosamente al consumo de todo tipo de estupefacientes, de drogas… Se requiere, urge, que se ponga en práctica el Artículo 3º de la CPEUM y demás leyes afines por el derecho a la educación, estableciendo ESCUELAS, CENTROS EDUCATIVOS en todo el territorio nacional, para que, juntos, MAESTROS y PADRES DE FAMILIA: eduquen, enseñen y formen integralmente a las nuevas generaciones.
¿Por qué insistimos en que la ESCUELA, el magisterio, vuelva a tener esa relación, ese acercamiento, ese diálogo franco y abierto con los progenitores del educando, con la FAMILIA?
Investigaciones etnográficas realizadas en algunas familias de diversos planteles escolares, especialmente con niños normales, con trastornos de conducta, y de niños con desviaciones sociales pertenecientes al nivel básico del Sistema Educativo Nacional (SEN), comprobaron que el tipo de relaciones entre los miembros del núcleo, el clima emocional del ambiente hogareño, pone un sello distintivo en las criaturas que allí se educan.
Asimismo, se apreciaron claras diferencias en los hogares estudiados de niños con problemas de conducta y desviaciones sociales, el ambiente era agresivo, las relaciones entre los adultos eran hostiles; los niños, al ser partícipes de tal vida familiar, crecían inseguros presentando dificultades en su incorporación al grupo escolar. La persona a la cual se acercaban en busca de orientación éstos niños, para que les brindaran comprensión y afecto, no eran precisamente el padre y la madre.
Por el contrario, en los hogares de niños normales se encontró que la convivencia familiar se basaba en un mayor respeto, comunicación, comprensión y cooperación entre sus miembros, no existiendo grandes conflictos y sí relaciones adecuadas de permanente conversación, que permitían al vástago sentirse seguro, crecer en un ambiente confortable y feliz.
En tal sentido, la familia como primer medio de influencia social sobre el niño (a), no sólo debe satisfacer las necesidades materiales de los hijos, INCULCAR VALORES, SENTIMIENTOS, HÁBITOS, DISCIPLINAS… sino también debe satisfacer la NECESIDAD de AFECTO de la descendencia, lo cual contribuye a la ESTABILIDAD EMOCIONAL de su PERSONALIDAD EN FORMACIÓN.
Además, sin un verdadero vínculo de amor, de afecto, todas las normas o patrones que se brindan en el hogar tendrán un efecto formal, pero carecerán de un verdadero carácter educativo al no llegar a comprometer emocionalmente a la hija, al hijo. Muy importante: Se enseña y se aprende más con el ejemplo que…
Por lo que respecta a la escuela, esta debe tener dentro y fuera de sus muros la HUMANIZACIÓN. Es decir, que toda institución educativa esté con los educandos, que sea paidocéntrica, respete su dignidad, tenga confianza en él, acepte sus finalidades, limitaciones, necesidades e intereses personales. Es crear las condiciones favorables para la puesta al descubierto del desarrollo de las capacidades del alumno, para su autodeterminación.
Tener presente que el sentido fundamental del proceso pedagógico-didáctico es el desarrollo integral del escolapio. Siendo la medida de ese desarrollo y formación LA CALIDAD DEL DOCENTE, de todo el SEN.
En ese orden de ideas, el educador, el maestro, el docente, no puede olvidar que la comunidad espera mucho de él, que siempre está pendiente de sus acciones y actuaciones y sigue viendo en su figura a la persona dotada de virtudes y aptitudes para guiarla y orientarla por el camino correcto y justo, hacia el logro de sus anheladas aspiraciones.
La educación debe entenderse como un proceso que cultiva, que concientiza en valores, sensibilizadora e integradora; y eso sólo pueden hacerlo los auténticos docentes, porque tienen la extraña y codiciada facultad de saber llegar al alma de los pueblos.