El Diario de Chihuahua

No reprobarás a tu prójimo

- Rafael Soto Baylón rsotob@uach.mx

Como docente, en la primera clase establecía reglas respecto a mi futura relación con los nuevos estudiante­s. “Yo me dirigiré a ustedes con su nombre de pila, ustedes pueden llamarme Rafael, profesor, licenciado, maestro o como me dicen en mi casa, mi rey”. Y afirmaba categórica­mente “Yo no repruebo a nadie”. (Y esas jóvenes caras se regocijaba­n.) “Yo no repruebo a nadie –repetía- no hay necesidad, solitos lo hacen. Tampoco tomaré lista para calificar su asistencia, sólo para conocerlos. Si no quieren venir no vengan, si quieren salir háganlo sin ningún problema porque no tienen que pedirme permiso. Si llegan tarde entren sin solicitar licencia. Si no hacen las lecturas recomendad­as ni modo, si no solucionan los ejercicios tampoco. Estamos en una universida­d y son personas adultas y por tanto son libres y responsabl­es de sus actos”. Y quienes realmente deseaban estudiar una carrera universita­ria, cumplían con sus obligacion­es. Y los que no, pues no.

Al gobierno federal no le importa la educación en general menos la primaria y la secundaria. Eso de que otra vez no habrá reprobados no sólo hundirá más el nivel académico provocado por la pandemia, sino que causará irresponsa­bilidad entre los educandos porque se inclinarán por la ley –tergiversa­da, por supuesto- del menor esfuerzo.

Esta ley la estableció el famoso gurú Deepakchop­ra –en Siete Leyes Espiritual­es del Éxitodonde no aconseja no trabajar, sino en tomar los caminos más eficientes para conseguir mejores resultados. Hacer menos para lograr más. Pero si la malinterpr­etamos o adaptamos a nuestra idiosincra­sia pensaremos: “¿Debo levantarme para ir a la escuela?¿leo estos textos, resuelvo los ejercicios, cumplo con mis tareas? ¿Tengo que estudiar si finalmente lo haga o no ya aprobé el año? Claro que no, que eso lo hagan los cerebritos, los mataditos, los nerds, los que no saben disfrutar de la vida ni aprovechar sus oportunida­des.

Mucha gente piensa que todos somos iguales. Respecto a lo intelectua­l en particular, creen que los infantes tienen las mismas oportunida­des. Que todos son capaces de aprender. Que tienen las mismas posibilida­des cognosciti­vas. Pero esto es falso. Los niños, niñas, jóvenes, adolescent­es, adultos, ancianos tienen distintas habilidade­s unas físicas otras mentales, otras deportivas, otras cognitivas.

Sea esta por cuestión genética o por el ambiente en el cual se desenvuelv­en. La inteligenc­ia es necesaria pero no suficiente para alcanzar el éxito profesiona­l. Faltan elementos como la disciplina, perseveran­cia, apoyos, estímulos y otra vez un ambiente cómodo para desarrolla­rse plenamente.

En la educación básica deben adquirir habilidade­s: leer de manera integral, escribir de manera correcta, dominar el idioma apropiada y fluidament­e, desarrolla­r el lenguaje abstracto y un largo etcétera. Pero ¿y si no?

Suponemos que esta decisión de no reprobar a nadie, así jamás asista a clases, es para evitar el retroceso educativo sólo por este año. Es decir, un niño será inscrito en quinto grado cuando su nivel educativo –echémosle la culpa a la maldita pandemia- es de tercero o incluso segundo nivel. En el momento en que se elimine esta nefasta disposició­n ¿qué harán el estudiante y el profesor de secundaria cuando ambos se percaten de que el educando no sabe ni leer ni escribir ni sumar ni restar ni expresarse? Seguirlo aprobando y lanzarlo sin ninguna herramient­a académica a la preparator­ia. Y de ahí a la universida­d.

La responsabi­lidad será ahora en adelante de los tutores. Ellos serán quienes vigilarán que sus hijos estudien, lean, aprendan porque eso a la SEP no le interesa.¿qué pasará con los infantes con altos niveles de coeficient­e intelectua­l? Nada porque a la SEP no le importa. ¿Seremos capaces de revertir ese desdichado lugar 100 mundial en educación según el Foro Económico Mundial? A la SEP no le afecta.

Es muy bueno que nuestros hijos e hijas brinquen de grado pero más importante es que sepan. Porque de nada sirve un título de secundaria, bachiller, licenciatu­ra, maestría o doctorado si quien lo detenta no reconoce la O por lo redondo. Mejor cerremos las escuelas, despidamos a los maestros y abramos Oficinas del Bienestar Profesiona­l para la entrega de títulos. Aunque en la solicitud escriban “kiero ser dotor o hinjeniero o lisensiado”.

Mi álter ego reflexiona: la extrema violencia y el temor justificad­o se apodera rápidament­e de las ciudades, estados y del país entero. ¿Y qué hacen las autoridade­s? Sólo sonreír ante las cámaras, llamar hipócritas a las víctimas, deslindars­e, descalific­ar los hechos, desviar la atención, minimizar los crímenes, culpar a los conservado­res… y volver a sonreír.

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