Criminales carreteras de Chihuahua
Extensos tramos carreteros en el estado están hechos garras. El pasado 10 y 11 de septiembre me fui a disfrutar dos lugares bellísimos de nuestra entidad, la presa Situriachi, a las afueras de San Juanito, y la cascada de Basaseachi.
Como eterno enamorado de recorrer gran parte de la entidad para admirar una y otra vez los paisajes de Chihuahua, es obvio que acumulo cientos de kilómetros en cada viaje.
En el caso particular, el tramo carretero de Chihuahua a Cuauhtémoc está en buenas condiciones, con mantenimiento eventual porque esa rúa está bien construida en términos generales.
La diversión extrema –y peligrosa- la experimenté entre el kilómetro 125 al 140, rumbo a la Junta. De no ser por la pericia de este servidor, una pick up de modelo atrasado hubiese provocado un accidente de pronóstico reservado.
El conductor de dicho mueble intentó hacerse al carril derecho, y cuando me disponía a rebasarlo giró intempestivamente al carril izquierdo por tratar de esquivar soberanos cráteres en el asfalto. Si no freno fuerte para evitar la colisión, nos carga el payaso.
De la Junta rumbo a la bifurcación de San Juanito y Basaseachi, las condiciones de la carretera empeoraron, y no fue sino hasta que llegué a ese hermoso lugar enclavado en la sierra, que pude recuperar el aliento.
En el pueblo unos elementos de la Guardia Nacional realizaban labores de inspección; de ahí hasta la cabaña donde me hospedé el camino era malo debido a las fuertes lluvias de las últimas semanas.
Las 4 horas de viaje para admirar la belleza de la presa Situriachi valieron la pena. Por la noche un torrencial aguacero amenizó con el aroma a bosque y las maravillosas vistas.
La mañana del domingo 11 reanudé mi paseo y me dirigí a contemplar la monumental cascada de Basaseachi, cuya caída de agua lucía –como una amiga- esplendorosa. Hacía años que no la veía así.
Desde el mirador observé a la gran señora de Basaseachi que baña con su torrente y espuma las paredes rocosas de unos de los lugares más bellos de este país.
Y por fin conocí el lugar donde nace la caída del agua, que eclipsado por su majestuosidad me dejé abrazar con el canto del agua cuando corre brava y libre hasta que la gravedad hace su magia.
Miles de personas retratamos con la mente y con la lente semejante portento de la naturaleza. Por cierto, jamás había visto tanto menonita como ese día; etnia hermana que tomó por “asalto” los alrededores de la cascada.
Habida cuenta del registro en la memoria el paradisiaco lugar -afrodisiaco para otros-, el retorno a la capital me preparaba mentalmente porque los lugareños me advirtieron de las pésimas condiciones de la carretera de Basaseachi a la Junta. Y sí, tenían razón.
No es la primera vez que transito por carreteras horribles como algunas de Tabasco; en Minatitlán, Veracruz, en la vía corta a Parral, en la libre a Ojinaga y de Chihuahua a la comunidad Nuevo Delicias, entre otras.
Pero como pocas veces en mi vida, ese día solté tantos improperios por las criminales condiciones de la carretera de Basaseachi a la Junta, Guerrero.
No sólo fue el peligro de sufrir un percance, sino también por la terrible exigencia a la que sometí a mi auto. En verdad, no recuerdo ocasión más estresante para transitar una carretera en condiciones sin igual.
A media semana de la pasada, lugareños de aquella región bloquearon el camino para exigir a la SCT (Gobierno Federal) el arreglo de la intransitable rúa, respuesta que obtuvieron en su mínima expresión, es decir, tapar como si fueran bachecitos.
Ese tramo carretero, como muchos en el estado, cuya responsabilidad sea estatal o federal, requieren cirugía mayor, no parchecitos, porque cada temporal lluvioso empeorará y eso, hundirá el turismo, impactará el comercio y cobrará la vida de paseantes y lugareños.
Es cuanto.
P.D. Poco se sabe qué tramos carreteros corresponde el mantenimiento a la federación y cuáles a la entidad, incluso de dónde a dónde abarca el seguro carretero y qué es lo que cubre. Así la opacidad.