El Diario de Chihuahua

AMLO, buenas señales

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México .-"Vengo de una orgía" -comentó un tipo en el Bar Ahúnda. Preguntó uno: "¿Estuvo buena?". "Sí -respondió un tipo-. Y la próxima va a estar igualmente buena. Parece que van a invitar mujeres".

Babalucas le contó a un amigo: "Compré un coche". Quiso saber el amigo: "¿Qué marca?". Respondió Babalucas: "Toyot". El amigo lo corrigió: "Querrás decir 'Toyoya'". "Toyot -repitió Babalucas-. No he pagado la última letra". (Nota. Un chiste más como ése y mis cuatro lectores quedarán reducidos cuando mucho a dos).

Buenas señales trajeron los llamados días patrios. La primera fue el abandono que López Obrador hizo de su pugnacidad y beligeranc­ia en el mensaje que pronunció el 16 de septiembre. Temíamos que su discurso fuera agresivo, especialme­nte contra nuestro vecino del norte y el Tratado que con él tenemos y con Canadá.

Nos preocupaba que AMLO radicaliza­ra sus posturas en temas como el energético y el de la militariza­ción de la República. Por fortuna sus palabras se orientaron en otra dirección, la de Rusia y Ucrania, que quedan bastante lejecitos, y eso hizo que nuestros temores se diluyeran en agua de borrajas para bien de la nación y de sus habitantes.

El otro buen suceso fue la declaració­n del secretario de la Defensa Nacional en el sentido de que los militares no tienen otra aspiración que la de servir a la Patria, encomiable y oportuna afirmación que arrancó, si no un suspiro -los suspiros desapareci­eron con la poesía romántica- sí una exclamació­n de alivio a muchos que temen la instauraci­ón aquí de un régimen militarist­a al estilo de los que han acabado con las libertades civiles en varios países de América Latina.

Buenas noticias, pues, que nos evitaron un soponcio, telele o patatús como otros que últimament­e hemos tenido. Aleluya. Don Martiriano es hombre de hábitos morigerado­s Se las morigera su mujer, doña Jodoncia, señora autoritari­a y dominante capaz de morigerar las costumbres de un regimiento de cosacos.

Cierto día el abnegado esposo de la tremenda doña no pudo negarse a la invitación de sus compañeros de oficina, y fue a tomarse con ellos un par de cervezas. Con tal motivo llegó a su casa a las 9 de la noche, en vez de llegar a las 7 de la tarde, como siempre.

Doña Jodoncia lo recibió hecha una furia, una gorgona, una arpía, una anfisbena. Le dijo con voz áspera: "¿Cómo puedes mirarme a la cara?". "Mujer -respondió don Martiriano, humilde-. A todo se acostumbra uno". Había en la ciudad un hombre con fama de santo, De él se decía que obraba milagros prodigioso­s. Eso, sin embargo, no lo alejaba de su prójimo, antes bien lo acercaba a los demás.

En cierta ocasión jugó una partidita de póquer con un amigo suyo. La apuesta era bastante fuerte. En el reparto de las cartas -¡oh sorpresa!- al amigo le salieron cuatro ases y un comodín. ¡Quintilla! Apostó, pues, todo su resto, y mostró sus cartas: quintilla de ases. El otro hizo un ademán, y sus cinco cartas se volvieron seis, todas ases. El amigo vio aquello y le dijo al santo varón: "Como milagro eso está a toda madre, pero como póquer es una gran chingadera". (Nota: Hay quienes ponen como protagonis­tas de este cuento a Nuestro Señor y a San Pedro, pero no quise incurrir en irreverenc­ia o lastimar el sentimient­o religioso de alguien, así que cambié los personajes, aun sabiendo que eso restaría a la historia fuerza y gracia a la vez.

Los mensajes que recibo cuando abordo con humor temas de la cristianda­d son muy poco cristianos. En lo que hace a la historieta que hoy narré, espero la comprensió­n lo mismo de los creyentes que de los incrédulos, pues mucho me temo que con los dos quedaré mal. Es una pena, porque el cuento es bueno). FIN.

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