El Diario de Chihuahua

Mes patrio

- Juan Pablo Martínez Ponce juanpablom­tzp@gmail.com

El mes de septiembre es conocido en México como el mes patrio, debido a que es durante este mes cuando se festeja el aniversari­o de la lucha de independen­cia. Desde inicios de mes, comenzamos a ver por las calles adornos alusivos a los llamados héroes de la patria, vendedores ambulantes con banderas, sombreros, moños y toda una clase de artículos “mexicanos”, y ni se diga de los festivales y festejos en las primarias. Todo ello para conmemorar diversos hechos históricos, que quizás, con el paso de los años no nos sean tan claros.

Aunque fue el 15 de septiembre de 1810 cuando inició el movimiento independen­tista con el grito de Dolores, realmente fue hasta 11 años después, el 27 de septiembre de 1821, cuando la lucha culminó. Ahora se conmemora esta lucha como una gran fiesta mexicana, con el tradiciona­l grito, que en ocasiones es adaptado por los gobernante­s para echar vivas respecto a temas de orgullo nacional. Así, septiembre se viste de verde, blanco y rojo, y con ello exalta el orgullo de los mexicanos por su país. Pero ¿el orgullo patriótico realmente es válido?

Nadie cuestiona a las personas que se sienten orgullosas de su cultura, de sus tradicione­s y sobre todo de sus conciudada­nos. Admirar con respeto la historia de la nación propia es digno de reconocimi­ento, así como mostrar con orgullo los símbolos que representa­n la patria y libertad. Sin embargo, debemos de tener cuidado para no caer en excesos nacionalis­tas. ¿A qué me refiero con esto? Veámoslo con más detalle.

El haber nacido en una nación otorga a los ciudadanos de esta, ciertos derechos y obligacion­es, diferentes en cada uno de los Estados del mundo. Sin embargo, debemos recordar que tanto las fronteras como los Estados, así como los distintos derechos son solamente invencione­s humanas, conceptos de mutuo acuerdo, en ocasiones para beneficio de los ciudadanos, pero en muchas ocasiones estos acuerdos terminan lastimando a las personas.

Un ejemplo de ello es el tema de los migrantes. Se cree que una persona es “ilegal” por cruzar de una frontera a otra en busca de una mejor calidad de vida. Sin embargo, ya el mismo término de “personas ilegales” se vuelve ridículo, si consideram­os que nadie debería ser ilegal por moverse de un territorio a otro para buscar mejores oportunida­des para sí mismo y su familia. Así, las personas que “no pertenecen” por derecho de nacimiento a un país, sufren no solo de una persecució­n migratoria, sino de la discrimina­ción de quienes se sienten dueños del territorio.

Este tema parece hacernos alusión de los miles de migrantes mexicanos que se encuentran en el extranjero, sin embargo, la situación no es solo con ellos, pues el racismo y la discrimina­ción para con los “extraños” se vive también en nuestro país. Chihuahua es una ciudad de paso hacia los Estados Unidos. Sin embargo, no todos los migrantes logran llegar o se ven demorados por mucho tiempo en su camino, lo que los obliga a permanecer en esta ciudad más tiempo del que tenían planeado. Así, no es extraño ver por las calles personas de otros países, solicitand­o apoyo para su sustento. Es aquí cuando entra el “patriotism­o” exacerbado de muchos mexicanos, y con un acto de desdén murmuramos que se deberían regresar a su país, como si México nos pertenecie­ra solo por ser quien somos.

Esto es precisamen­te lo que debemos cuidar. Recalco que es digno sentirse orgullosos de la cultura y las tradicione­s de un país, pero una cosa muy distinta es sentirse dueño absoluto de la tierra, y ver con desdén a los que simplement­e contaron con la fortuna o infortunio de haber nacido en otro lado. El orgullo mexicano debe lucir no solo en las banderas, los mariachis o los gritos de un mes patrio, sino en la hospitalid­ad para aquellos que son menos afortunado­s que nosotros.

El México que debemos mostrar cuando gritamos “viva México” es un México de puertas abiertas, no de tradiciona­lismos excluyente­s. El México que debemos vitorear al sonido de las matracas y las trompetas en las fiestas patrias, es un México hospitalar­io, consciente de que los derechos humanos nos pertenecen a todas y a todos por igual, sin importar el lugar donde nacimos. Así, cuando nos sintamos patriótico­s y orgullosos, analicemos primero si en ese orgullo va incluido nuestro próximo, el migrante y el desposeido, no por ser mexicano, sino por ser nuestro hermano.

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