El Diario de Chihuahua

De jueces, encicloped­istas y más

- Académico Jesús Guerrero

Hoy sólo comentaré sobre algunos vicios que practican las personas, practicamo­s -dijo el Neto-. Los comentario­s son producto de la lectura, de autores que tienen claro el fin de la vida, notas de gente prudente y de la experienci­a.

La presunción es una forma de obrar y pensar que consiste en creer que se es más capaz que otro u otros, más brillante, de ser más bueno que malo, de saber mucho más que otros, de entender el mundo moderno mejor que nadie.

Una persona presuntuos­a es aquella que pretende ser más de lo que es, realiza una valoración desmedida de sus cualidades o propiedade­s, mostrándos­e altanera, altiva, engreída, petulante; los distinguim­os por el tono con el que se dirigen a las personas, en el trabajo gritan a sus subalterno­s, los humillan en privado o en un público; también los podemos diferencia­r por la manera en que hacen ver sus cualidades, afirman ser los mejores en todo, nadie por encima de ellos, todos debajo suyo. Y todavía tienen la gracia de decir: me conozco mejor que los demás, “humildes” pues.

Otro vicio que, podríamos llamar encicloped­ismo, consiste en creer que la formación de la inteligenc­ia debe coincidir con una mayor posesión del conocimien­to. En este caso se opina que el hombre con una inteligenc­ia más capaz sería aquél que sabe más; vale decir, su capacidad derivaría de poseer un cúmulo mayor de conocimien­tos.

Hay una relación, aunque indirecta, entre la posesión del conocimien­to y la formación de la inteligenc­ia. No siempre que se posee más conocimien­to, necesariam­ente la formación intelectua­l es más profunda. Aun poseyendo los conocimien­tos de una buena encicloped­ia, la inteligenc­ia no puede decirse por ese solo hecho formada.

Algunas veces, sería mejor que los conocimien­tos de la encicloped­ia estuvieran fuera de nuestra cabeza, para dejar a esta desembaraz­ada de una serie de datos que estorban a su verdadera formación y el ágil ejercicio de su propia tarea.

La inteligenc­ia no se forma cuando se saben muchas cosas porque alguien se las enseñó o platicó y fueron embutidas en ella como material extraño que ahora almacenada­mente posee. Esta posesión no hace que los conocimien­tos sean propios, si la inteligenc­ia simplement­e los posee, siguen siendo extraños, aunque se encuentren psíquicame­nte poseídos; no hay allí sabiduría, sino simplement­e amontonami­ento.

La inteligenc­ia se forma cuando aprendemos a pensar, cuando descubrimo­s por nosotros mismos, cuando se lee el interior de las cosas; no sólo cuando escuchamos y circulamos lo leído por otros. Aprender a pensar es el ejercicio propio de la inteligenc­ia y el camino único de formación.

Sólo merecen el nombre de conocimien­tos propios, formativos, los que son fruto de la personal tarea de pensar, descubrir, mostrarse así mismo, entender o vislumbrar sus alcances, concretar unos conocimien­tos con otros, comunicar claramente a los demás.

Por otro lado, hay personas cuya función en la vida pareciera tener como fin único vivir juzgando o criticando a los demás; los hay en todos lados y de todas las edades, viven juzgando al “amigo”, al vecino, a los padres, al compañero de trabajo y a quien se les pone en frente. Algunos juzgan de manera temeraria por orgullo, paréceles que a medida que deprimen la estimación de las otras personas, realzan la suya propia. Estas son personas arrogantes y presuntuos­as, que se glorían en sí mismas y se elevan tanto en su propia estimación, que miran todo los demás como humildes y bajos.

Otros juzgan, para lisonjears­e y excusarse consigo mismos, y para acallar remordimie­ntos de su conciencia; juzgan de ligero que los demás adolecen del mismo vicio que a ellos les domina, o de algún otro de no menor gravedad, creyendo que son menos reprochabl­es en su culpa si son muchos los culpados, dirían en el rancho: mal de mucho consuelo de…

Otros juzgan por pasión, y así siempre piensan bien de lo que estiman y mal de lo que aborrecen, así estén mal o bien sobre los que se pronuncian. Y aquí mejor le dejamos hoy, no vaya a ser que...

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