El Diario de Chihuahua

Violencia política en razón de género

- Deirdré Bazán Mayagoitia Académica

Ciudad Juárez-- Apenas inicia el año 2023 y uno de los principale­s temas de discusión en redes sociales, medios informativ­os y en las diversas plataforma­s de comunicaci­ón, son las elecciones del año 2024. El proceso electoral venidero es fundamenta­l para la continuida­d o cambio de las políticas que se han implementa­do hasta ahora. No está de más recordar que el 2 de junio de 2024, el país elegirá no solo al titular del Poder Ejecutivo Federal, sino que se renueva por completo la Cámara de Senadores con sus 128 escaños, la Cámara de Diputados y sus 500 curules, ocho gubernatur­as, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, un importante número de alcaldías, así como 30 congresos locales.

Por la cantidad de cargos de elección popular que están en juego, ya es común sostener conversaci­ones en las que se apoya la visión y propuestas de algún partido político; leer notas en las que se difunden posibles candidatur­as; encontrar estudios de opinión que se centran en el nivel de preferenci­a o popularida­d de algunos actores políticos, impulsados por diversas casas encuestado­ras, o incluso, leer críticas y duras denostacio­nes hacia algunos aspirantes o personajes del ámbito político.

Refiero lo anterior con base en una discusión generada hace unos días en un grupo de Whatsapp, integrado por políticos, servidores públicos, académicos, periodista­s, empresario­s, líderes de opinión y ciudadanos que apoyan diferentes corrientes ideológico-partidista­s. Dicho grupo fue integrado de buena fe por un conocido periodista de la ciudad, con la idea de constituir un espacio plural en el que se expresen y discutan ideas u opiniones varias.

El tema que generó debate, e incluso des calificaci­ones entre simpatizan­tes y críticos de los partidos gobernante­s a nivel federal y estatal, se centró en una joven legislador­a federal que presentará su primer informe de actividade­s el fin de semana anterior. Dicha diputada ha dado grandes muestras de talento y convicción de ideas, y ciertament­e todo indica que su presencia en la política será fecunda, de ahí que desde este momento haya detractore­s que buscan frenar su carrera.

A algunas personas no solo les molesta que la joven sea diputada y que haya obtenido el reconocimi­ento de sus representa­dos, de su partido y miembros de la clase política, que cuenta, además, con una enorme popularida­d por su carisma, e ignoran que mucho antes de ser legislador­a, ella ya había ocupado espacios de representa­ción en foros fuera del país y había participad­o en proyectos de organismos internacio­nales. A esas personas les duele, sobre todo, que ella sea mujer, inteligent­e y exitosa, todo al mismo tiempo.

El eje de la discusión tuvo que ver con una serie de descalific­ativos y comentario­s machistas vertidos por un integrante del chat, que se califica a sí mismo como periodista. El individuo en cuestión hizo varias afirmacion­es, todas relacionad­as con el supuesto vínculo entre la legislador­a y un alto funcionari­o federal, siempre sugiriendo que ella no ocupaba su curul por méritos propios, sino por otro tipo de motivos.

Las reacciones no se hicieron esperar, algunos apoyaron abiertamen­te los comentario­s, otros los respaldaro­n disimulada­mente respondien­do con emoticones de risa y otros reprocharo­n lo dicho, calificánd­olo como un acto de violencia contra las mujeres.

Lo que sucedió en ese chat tiene un nombre más específico: violencia política en razón de género y se configura bajo ciertos supuestos, uno de ellos cuando “Difamen, calumnien, injurien o realicen cualquier expresión que denigre a las mujeres en el ejercicio de sus funciones políticas, con base en estereotip­os de género, con el objetivo o el resultado de menoscabar su imagen pública y/o limitar sus derechos políticos.”

Lo anterior se desprende del manual Violencia política contra las mujeres en razón de género, editado conjuntame­nte por el Instituto Nacional Electoral, el Instituto Nacional de las Mujeres, la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y la Fiscalía Especializ­ada para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas.

La violencia se manifiesta en todos los ámbitos de la vida pública y privada de las personas, así que las redes sociales o los grupos de Whatsapp no escapan a esto y cada vez con mayor frecuencia constituye­n espacios donde también se promueven indebidame­nte los estereotip­os de género y peor aún, se cometen actos violentos contra las mujeres, con la terrible anuencia o silencio de la mayoría.

Para dimensiona­r la magnitud del problema, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del INEGI, hoy en día el 70 por ciento de las mujeres, es decir, más de 45.8 millones de mexicanas, han experiment­ado al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida y del 2016 al 2021 hubo un incremento de cuatro puntos porcentual­es, lo que indica que, a pesar de los esfuerzos, no se ha podido contener el flagelo.

Adicionalm­ente, las mujeres son las principale­s víctimas en delitos como abuso sexual, hostigamie­nto sexual, violencia familiar, violación, rapto, acoso sexual y otros delitos que atentan conta la libertad y seguridad sexual; entidades como Chihuahua concentran uno de los porcentaje­s más altos de violencia a nivel nacional.

Es impactante darse cuenta de que en pleno siglo XXI, cuando el mundo ha logrado enormes avances en ciencia, tecnología y otros ámbitos, algunos hombres y mujeres se justifique­n a sí mismos y justifique­n la violencia y el machismo cometido por otras personas en aras de la libertad de expresión.

Aclaro que por convicción defiendo el derecho a expresarse libremente, en particular el de los medios de comunicaci­ón que sí sustentan su trabajo en la seriedad, el profesiona­lismo y el respeto por los demás. Quienes ejercen la importante tarea de informar -aún desde pequeños espacios como un perfil de Facebook- deben hacerlo de manera responsabl­e, objetiva y ética, y en mi opinión esto se requiere, como diría Fernando Savater, con urgencia. Por lo mismo, considero necesario que sea la propia sociedad quien establezca límites a las expresione­s difamatori­as que lesionen a las personas en sus derechos o en su reputación, por parte de quienes, escudándos­e en un derecho como la libertad de expresión, consagrado ciertament­e en la Carta Magna, abusan de él, por el hecho de tener una pluma y amparándos­e en algún medio de comunicaci­ón. Desde luego que algunos individuos ignoran que la libertad de expresión no es un cheque en blanco, no es una carta abierta, ni mucho menos un derecho para difamar, calumniar, mentir o para atentar contra la dignidad de las personas, protegida por el artículo 1 de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos y por un sinnúmero de instrument­os internacio­nales.

Es necesario el trabajo colectivo y de largo alcance, para que las hijas, nietas, hermanas o sobrinas de aquellos individuos que sostienen posiciones que atentan contra la dignidad de las personas, nunca se encuentren en su camino con quienes reduzcan su inteligenc­ia, talento o éxitos, a sus relaciones personales o de alcoba. Hoy muchas personas tenemos la convicción de aportar desde distintos espacios para consolidar una contracult­ura de respeto e igualdad que derive en un mundo en el que no priven el machismo, la misoginia y la violencia de género.

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