Camaleones e inconformes en los partidos políticos
Para que un partido político tenga la posibilidad de colocarse en la preferencia de la sociedad, principalmente en la de los electores, es fundamental el papel de quienes lo dirigen, pero también, con una participación por demás relevante, el de la militancia y de sus simpatizantes, en quienes generalmente recae el trabajo “de a pie” en busca de adeptos.
La labor de militantes y simpatizantes —de quienes se puede decir que no reciben remuneración alguna por sus actividades—, tiende a estar impregnada de una amplia convicción ideológica y/o de una considerable preferencia hacia el carisma, propuestas y/o trayectoria de una persona, que bien se puede aseverar que brindan una notable lealtad a la organización política correspondiente. No obstante, no hay que pecar de inocentes, ya que en tales instituciones también pululan los que buscan un beneficio personal.
Se puede afirmar que desde siempre ha existido esa adherencia por convicción o por conveniencia, pero en los últimos años nos encontramos con que, sin rubor alguno, políticos o partidos cambian de camiseta sin más ni más, o hacen alianzas que eran inimaginables hace unos lustros. Se han soslayado ideologías en pos de conseguir el poder, sin importar que a la postre surjan conflictos en el reparto de posiciones.
Se ha llegado al extremo de ver, que quienes presidieron a nivel nacional un partido (sea de derecha o de izquierda), están o han estado participando en alianzas o gobiernos de quienes por años consideraron como sus recalcitrantes enemigos político-ideológicos, lo que denota una carencia de principios de múltiple índole por parte de todos los que aceptan o promueven tales mezcolanzas. Circunstancias muy particulares pudieran salvar de ese aspecto negativo dichas coaliciones, pero serían verdaderas excepciones.
En todas esas decisiones para admitir alianzas o personajes provenientes de otros partidos políticos, vienen a ser las cúpulas partidistas quienes intervienen, más no así la militancia o los simpatizantes, independientemente del mecanismo de involucramiento con el que en su caso se quiera disfrazar la participación de estos últimos.
Es precisamente en las bases en dónde repercuten los acuerdos que otorgan privilegios a esos advenedizos, pues el estar “partiéndosela” proceso tras proceso electoral por la organización política y por sus candidatos, viendo que ya no nada más son los mismos que por años han tenido la posibilidad de acceder a una candidatura o cargo partidista, sino ahora también verdaderos extraños a la organización, pues surgen decepciones, frustraciones y hasta encabronamientos ante esas injusticias.
Todo lo anterior viene a colación, porque en el estado de Chihuahua se ha venido manejando que Morena aceptará como su militante y secretario técnico estatal a Ariel Fernández Martínez, ex presidente municipal de Aquiles Serdán en dos ocasiones (una por el PVEM y otra por el PRI) y aspirante a la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional. El problema no está en que ingrese a Morena, sino que llega con un cargo de relevancia, que ya quisieran merecidamente muchos de sus militantes que han venido trabajando por la Cuarta Transformación desde la fundación del partido que ha liderado AMLO.
En las redes sociales y otros medios, quienes militan o simpatizan con el partido guinda, no se han limitado en manifestar su enojo, ya que por enésima ocasión sus dirigentes les vuelven a dar la espalda, haciendo acuerdos por demás extraños e incongruentes, considerando los postulados partidistas que promueven diferentes principios tendientes a conseguir una verdadera justicia social, sobre todo considerando a los que menos tienen.
Desconozco el desempeño de Ariel Fernández como político y representante popular, pero por diferentes motivos sí he tenido la oportunidad de conocer de cerca la trayectoria de respetables personajes que militan o simpatizan con Morena, y que indudablemente pudieran ocupar satisfactoriamente cualquier candidatura o responsabilidad partidista, lo que evidencia un trato injusto a estos últimos.
Insisto, tal situación de desconsideración hacia las bases de los institutos políticos no es privativa de uno solo de ellos, y bien se pudiera decir que en el día a día se siguen tomando acuerdos que traicionan a los correligionarios. No hay que olvidar ese titubeo y coqueteo de Alito Moreno con el presidente López Obrador y con Morena, que hasta llegó a apoyar la propuesta de reforma electoral de la que ahora reniega férreamente. Lo ajustaron desde el interior del PRI, y no le quedó más que recular para evitar problemas en su permanencia como dirigente nacional del PRI.
Pues bien, ahora entre la “gente de a pie”, se menciona con insistencia que en los partidos políticos se recibe y recicla lo que sea.