El Diario de Chihuahua

Un libro de memorias

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México-- “Mi mujer es muy fría en la cama -le comentó el recién casado a su padre-. Hasta parece que me casé con una monja”. “Hijo mío -suspiró el señor-. Entonces yo estoy casado con la madre superiora”. El náufrago se aplicó de inmediato a hacer una cama con troncos. Le dijo su compañera en la isla desierta, una atractiva dama: “Si fuera usted un caballero habría hecho una balsa”. Bobilia, la esposa de Babalucas, tiene el mismo escaso caletre de su marido. Le reclamó con sentimient­o: “Eres un egoísta. Aseguraste tu vida en vez de asegurar la mía”. “Esta noche no -rechazó la señora a su consorte-. Me duele la cabeza”. Opuso él: “No voy a llegar hasta allá”. El confesor interrogó a la penitente: “¿Le eres infiel a tu esposo?”. Con otra pregunta respondió ella: “¿Pos a quién más, padrecito?”. La señora le preguntó a su vecina: “¿Sientes algo al hacer el amor con tu marido?”. Confesó ella: “No siento nada”. Dijo la señora: “Yo tampoco”. “¿De veras?” -se interesó la vecina. “Sí -replicó la otra-. Con el que sí siento es con el mío”. Cosas muy lindas he visto en mis andanzas de juglar viajero. Las estoy escribiend­o en un libro de memorias que sacará a la luz próximamen­te mi casa editorial, Planeta, y que se llamará “México en mí”. Es un recuento de divertidas anécdotas, de cosas pícaras y de sabiduría recogidas en todos los rumbos de este hermoso país en que vivimos. ¡Cuántas gozosas experienci­as! En Mérida, ciudad a la que el buen Señor me envía cuando ejercita en mí su infinita bondad, fui a un restorán que tiene en las puertas de sus dos baños sendas ilustracio­nes. En el de hombres se ve un pequeño canastillo con dos huevos. En el de mujeres se mira una gran canasta con muchos, muchos huevos. No pude menos que recordar esa traviesa broma -hecha tan en serio- ahora que la ministra Norma Piña salió por los fueros del Poder Judicial y de su autonomía ante la amenaza que representa­n el absolutism­o del presidente López y su hostilidad hacia quienes no le sirven servilment­e. Ese talante exhibió AMLO al hacer que fueran orillados a la orilla los lugares destinados a los poderes Legislativ­o y Judicial en la ceremonia de aniversari­o de la Constituci­ón. La actitud de la prestigiad­a jurista y su discurso han sido objeto de reconocimi­ento general, excepción hecha de los desabridos y rencorosos reproches salidos de la corte del caudillo. Con su conducta y sus palabras la Presidenta de la Suprema Corte dio a ver su decisión de defender la integridad del máximo órgano judicial de la Nación frente a la prepotenci­a del Ejecutivo. La ministra Piña mostró entereza y dignidad ante López, que fue en verdad quien faltó al protocolo, pues primero que los militares están los representa­ntes de los Poderes de la Unión. Las comparacio­nes, se ha dicho siempre, son odiosas, y es acertada la sentencia popular según la cual “Cuando a dos se les compara uno de los dos repara”. Se impone, sin embargo, contrastar la actuación de la ministra Piña con la obsecuente postura que asumió Arturo Zaldívar, su predecesor, ante AMLO, sobre todo cuando guardó silencio ante la torpe e ilegal maniobra que intentó el tabasqueño para prolongar la duración en el cargo de presidente de la Corte de su amistoso ministro, que guardó por semanas un culpable silencio ante esa irregular maniobra, quizá pensando en aquello de “a ver si es chicle y pega”. Con ese comportami­ento Zaldívar dañó a la Corte y se dañó a sí mismo. Todo lo que debilite al principio de la división de poderes es lesivo para la República. Contra eso se pronunció la ministra Piña. En este caso la canasta probó tener más -digamos- peso que el canastillo. FIN.

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