El Diario de Chihuahua

LA PLENITUD DE LA LEY

- Benedicto XVI (vatican.va)

En la Liturgia de este domingo prosigue la lectura del llamado «Sermón de la montaña» de Jesús, que comprende los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo. Después de las «bienaventu­ranzas», que son su programa de vida, Jesús proclama la nueva Ley, su Torá, como la llaman nuestros hermanos judíos. En efecto, el Mesías, con su venida, debía traer también la revelación definitiva de la Ley, y es precisamen­te lo que Jesús declara: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud». Y, dirigiéndo­se a sus discípulos, añade: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5, 17.20). Pero ¿en qué consiste esta «plenitud» de la Ley de Cristo, y esta «mayor» justicia que él exige? Jesús lo explica mediante una serie de antítesis entre los mandamient­os antiguos y su modo proponerlo­s de nuevo.

Cada vez comienza diciendo: «Habéis oído que se dijo a los antiguos...», y luego afirma: «Pero yo os digo...». Por ejemplo: «Habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘No matarás’; y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: ‘todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado’» (Mt 5, 21-22). Y así seis veces.

Este modo de hablar suscitaba gran impresión en la gente, que se asustaba, porque ese «yo os digo» equivalía a reivindica­r para sí la misma autoridad de Dios, fuente de la Ley. La novedad de Jesús consiste, esencialme­nte, en el hecho que él mismo «llena» los mandamient­os con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por eso todo precepto se convierte en verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un único mandamient­o: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo. «La plenitud de la Ley es el amor», escribe san Pablo (Rm 13, 10). Ante esta exigencia se impone que nos preguntemo­s si una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en el amor, es decir, más cristiana, no habría podido evitar hechos trágicos y acontecimi­entos dolorosos, más o menos conocidos, que acontecen diariament­e en nuestras ciudades y en nuestros países. Queridos amigos, quizás no es casualidad que la primera gran predicació­n de Jesús se llame «Sermón de la montaña». Moisés subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios y llevarla al pueblo elegido. Jesús es el Hijo de Dios que descendió del cielo para llevarnos al cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, él mismo es este camino: lo único que debemos hacer es seguirle, para poner en práctica la voluntad de Dios y entrar en su reino, en la vida eterna. Una sola criatura ha llegado ya a la cima de la montaña: la Virgen María. Gracias a la unión con Jesús, su justicia fue perfecta: por esto la invocamos como Speculum iustitiae. Encomendém­onos a ella, para que guíe también nuestros pasos en la fidelidad a la Ley de Cristo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico