El Diario de Chihuahua

El Cereso y los derechos humanos

- Deirdré Bazán Mayagoitia Académica

Ciudad Juárez.- Mucho se ha hablado en la entidad y en otros lares, sobre los sucesos ocurridos el pasado 1 de enero en el Centro de Reinserció­n Social No. 3 de Ciudad Juárez, cuyo saldo inmediato fue de 17 personas muertas, 30 internos evadidos y una ciudad paralizada.

Tras la conmoción que se vivió desde el ámbito ciudadano y que también sacudió fuertement­e al aparato gubernamen­tal en Chihuahua, fue necesario realizar acciones de forma y fondo para enviar el mensaje de que la situación estaba finalmente bajo control y que a partir de los hechos, no se permitiría­n las malas prácticas que habían prevalecid­o hasta el oscuro día de la fuga.

Entre esas acciones podemos destacar en primer término el cambio de titular de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Chihuahua, pues había quedado más que demostrado que un área tan compleja como esa, requería un perfil técnico y con experienci­a de campo. El 25 de enero el Congreso estatal aprobó el nombramien­to del nuevo fiscal con 23 votos a favor, emitidos por los legislador­es de Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo, Partido Revolucion­ario Institucio­nal y el Partido Acción Nacional; la bancada de Morena y 10 de sus diputados votaron en contra, con excepción de la actual presidenta del Congreso.

Posteriorm­ente, el 30 de enero el Congreso estatal aprobó una iniciativa de reforma a diversas disposicio­nes, que fue enviada por la gobernador­a y cuyo propósito era desincorpo­rar al Sistema Penitencia­rio de la Fiscalía General para incorporar­lo a la Secretaría de Seguridad Pública Estatal. Con este cambio se replica el modelo federal, pues los Centros Federales dependen orgánica y presupuest­almente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

Un tercer cambio importante ocurrió el 31 de enero, cuando se designó como encargados de la Dirección General del Sistema Penitencia­rio Estatal y de la Dirección de Centros de Reinserció­n Social al general en retiro Ricardo Hernández Acosta y al comandante Ricardo Realivazqu­ez Domínguez, respectiva­mente; ambos con experienci­a de años en áreas de seguridad pública y justicia penal.

Asimismo, el 4 de febrero la titular del Poder Ejecutivo realizó un acto simbólico en el que se firmó un Pacto por la Prevención con la sociedad civil organizada, el empresaria­do chihuahuen­se y otros sectores. La idea principal fue vincular a la ciudadanía con el Proyecto Centinela y hacerlos copartícip­es y correspons­ables para lograr un estado donde impere el orden, la justicia y exista seguridad ciudadana.

Fue un evento al que asistieron integrante­s de las principale­s organizaci­ones de la sociedad civil que diseñan e implementa­n proyectos de prevención, principalm­ente con las juventudes locales, y que también contó con la asistencia de representa­ntes de los gobiernos federal y municipal, así como asociacion­es religiosas, redes de prevención, padres de familia, directivos escolares y universita­rios, entre otros, a quienes se presentaro­n los cinco ejes de la estrategia: el fortalecim­iento de la prevención basada en evidencias, la efectiva coordinaci­ón, profesiona­lización, políticas públicas y la generación de gobernanza. De manera deliberada dejamos una quinta acción realizada por las autoridade­s estatales al final de este recuento, aún y cuando fue la reacción inmediata tras la fuga: las exhaustiva­s revisiones a las instalacio­nes del Cereso No. 3 y la “limpia” que se ha llevado a cabo celda por celda. Dichas revisiones se han extendido a otros centros estatales, incluyendo el Centro de Reinserció­n Social para Adolescent­es Infractore­s y el Cereso de Aquiles Serdán en Chihuahua.

En días recientes la opinión pública ha discutido ampliament­e el tema de los hallazgos al interior del centro penitencia­rio, así como el “descubrimi­ento” de un túnel-puerta-acceso (hay versiones oficiales encontrada­s) por el que se presume, habrían ingresado las centenas de objetos prohibidos, entre los que destacan armas punzocorta­ntes, bombas molotov, aparatos telefónico­s y de radiocomun­icación, drogas, aparatos electrónic­os de todas formas y dimensione­s, dinero en efectivo, mascotas, e incluso implemento­s de diversión como el ya famoso toro mecánico.

Las notas periodísti­cas, las publicacio­nes de algunos servidores públicos y los propios informes oficiales, confirmaro­n lo que ha sido un secreto a voces por décadas, pues los centros de reinserció­n social del estado son espacios en los que se conjuntan tres fenómenos complejos.

Nadie pone en tela de juicio la necesidad de destruir armas, drogas, aparatos telefónico­s o aquellos que impliquen un riesgo para los propios internos o para la sociedad en general. Sin embargo, nos parece excesivo el retiro y aseguramie­nto de artículos de primera necesidad en una ciudad con clima desérticoe­xtremo como el de Juárez, tales como garrafones de agua, ventilador­es, calefactor­es, chamarras o cobijas.

Si bien es cierto que existe un Reglamento Interior que prohíbe la posesión de algunos de esos artículos (no todos), también es cierto que las personas privadas de la libertad deben gozar de todos los derechos que les otorga la Constituci­ón y los Tratados internacio­nales de los que el Estado mexicano sea parte. En ese sentido invitamos a las autoridade­s penitencia­rias a repasar el artículo 9 de la Ley Nacional de Ejecución Penal -que es la que establece las normas que deben observarse durante la prisión preventiva o la propia ejecución de penas-, y también las reglas 1, 2, 3, 4 y 5 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamient­o de los Reclusos, conocidas como Reglas Nelson Mandela.

De acuerdo con los citados documentos, la privación de la libertad debe “reducir al mínimo las diferencia­s entre la vida en prisión y la vida en libertad que tiendan a debilitar el sentido de responsabi­lidad del recluso o el respeto a su dignidad como ser humano”. No olvidemos que en los Ceresos hay personas sentenciad­as, pero también algunas que están sujetas a proceso y sobre las que no pesa aún la sentencia de responsabi­lidad penal. Además, en un sistema de justicia tan imperfecto como el nuestro, bien puede haber personas inocentes tras las rejas.

Es necesario evoluciona­r y dejar a un lado la visión punitiva que ha caracteriz­ado al sistema penitencia­rio en México; no se gana nada manteniend­o a los casi nueve mil internos de los centros penitencia­rios en Chihuahua en condicione­s inhumanas. La reintegrac­ión social es un proceso al que hay que apostarle y que debe sustentars­e en el reconocimi­ento de la dignidad de las personas y en el respeto pleno a los derechos humanos.

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