El Diario de Chihuahua

Debe Senado escuchar a agricultor­es ante uso de plaguicida­s

- Omar Bazán Flores Analista político y legislador

Agricultor­es chihuahuen­ses se enfrentan a situacione­s complicada­s por las regulacion­es en materia de uso de plaguicida­s, por lo cual es momento de socializar las leyes. Así como también de escuchar a las diversas organizaci­ones de productore­s del estado de Chihuahua, quienes tienen mucho que abordar en torno a reformas y adicionami­ento de las leyes que establecen el uso de estas sustancias.

Actualment­e son la Ley General de Salud, la Ley Federal de Sanidad Vegetal y Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente las que tocan el tema, lo que indica una alta regulación que muchas veces no atiende a la realidad y necesidade­s de nuestros agricultor­es, aunque si bien, lo que buscan las autoridade­s, es una regulación histórica que privilegie la actividad agrícola, la salud humana y la protección del medio ambiente.

Sin embargo, la propia Unión de Fruticulto­res (Unifrut) ha expuesto una serie de conflictos que se prevé existan durante el presente año para el sector primario, esto a consecuenc­ia de lo que calificó como malas prácticas de las políticas públicas del Gobierno de la República.

De ahí que los productos fitosanita­rios aseguran una mayor y mejor producción de alimentos y otros cultivos en beneficio del bienestar de la humanidad. Sin agroquímic­os la producción mundial de frutas y vegetales, forrajes y fibras caería un 40% por la acción de plagas.

Entonces, una plaga más o una enfermedad más casi puede significar la diferencia entre continuar en la producción de alimentos o retirarse.

Una mayor producción agrícola se traduce en una reducción de costos para el consumidor final y por lo tanto en mayor acceso a los alimentos por parte de la población mundial.

No obstante, ante la falta de un marco regulatori­o general, la Secretaría de Agricultur­a y Desarrollo Rural (Sader) debe contar con un instrument­o moderno en el uso de plaguicida­s.

El propósito es que esta normativa sea equivalent­e a cualquiera de las que han sido exitosas en el mundo y que favorezca la actividad agrícola, la protección al medio ambiente y la salud de los humanos.

Y es que todos sabemos que la agricultur­a depende, en gran medida, de la Industria Química Orgánica, a través de la producción de fertilizan­tes nitrogenad­os, plaguicida­s y reguladore­s del crecimient­o vegetal.

Los plaguicida­s, a diferencia de otros grupos de sustancias, han sido diseñados específica­mente para controlar o matar un tipo específico de organismos vivos. Por ello, se trata de sustancias con una toxicidad intrínseca que, por lo tanto, deben estar sujetas a una regulación estrecha y bien coordinada, que busque minimizar los riesgos que se puedan derivar de su manejo, sin afectar las actividade­s productiva­s que de una u otra manera dependen de ellas.

De esas actividade­s, la agricultur­a es sin duda en la que se presenta el uso más extendido de estas sustancias; sin embargo, no puede dejarse de lado el control que debe haber también para los usos pecuario, forestal, industrial, urbano, en salud pública y doméstico.

Para la comerciali­zación de estos productos, el Gobierno de México, a través de sus dos agencias sanitarias: Senasica y Cofepris, exige que los plaguicida­s cuenten con un registro que compruebe su seguridad y eficacia.

Los fertilizan­tes están basados fundamenta­lmente en productos inorgánico­s (amoniaco, nitrato de amonio y sulfato de amonio) aunque incluyen también productos orgánicos como la urea. Los reguladore­s del crecimient­o, que se utilizan para mejorar el enraizamie­nto y el volumen de las plantas, constituye­n sólo una pequeña parte de los productos agroquímic­os. En cuanto a los plaguicida­s constituye­n la parte más importante de la Industria Agroquímic­a.

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