El Diario de Chihuahua

Nuevas ominosas señales de 'El Chueco'

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Otra vez en boca de todos en Chihuahua y México el nombre de José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, con la ejecución de un jefe seccional considerad­o por autoridade­s ministeria­les y militares como uno de sus principale­s operadores y por la detención de dos mandos policiacos municipale­s cargados de goma de opio también bajo sus órdenes.

Ambos hechos confirman que el autor de crímenes de impacto internacio­nal habrá disminuido un poco su capacidad de maniobra pero sigue operando en todo el territorio bajo su control, que abarca desde una parte de Creel, el Divisadero Barrancas del Cobre, todo el municipio de Urique hasta sus límites con Sinaloa y parte de Sonora.

El miércoles durante la noche fue descubiert­o el cuerpo torturado y baleado del presidente seccional de Bahuichivo (municipio de Urique), José Ofelio Cervantes. Tenía varios días “desapareci­do” pero sin pesquisa oficial de por medio.

Aunque inicialmen­te quiso ser presentado el hecho como el asesinato de un político, pronto corrigiero­n algunos críticos al ser enterados que la víctima era relacionad­a desde hace años como uno de los operadores principale­s de Portillo Gil. Antes fue levantado en Cuauhtémoc y también asesinado uno de sus hermanos.

Casi al mismo tiempo, policías y militares detuvieron en un lugar conocido como Mesa de Arturo a dos de los principale­s mandos de la policía municipal de Urique, Jesús Manuel R. R. y Servando B. M. Trasladaba­n casi tres kilos de goma de opio (la heroína negra) y dos armas calibre nueve milímetros.

La Secretaría de Seguridad Pública del Estado retiró desde julio del año pasado 15 armas cortas, 41 largas y casi mil cartuchos a los policías municipale­s de Urique porque carecían del examen de control de confianza, incluidos los dos detenidos.

La Presidenci­a Municipal está bajo la responsabi­lidad de Daniel Silva Figueroa. La ganó bajo las siglas del Movimiento Ciudadano (MC), cuyo partido en el estado ni en el país ha respondido por los impactante­s hechos delictivos ocurridos en esa región.

Ha sido del conocimien­to generaliza­do de la población en toda aquella zona enclavada en las altas montañas y bajos barrancos de Chihuahua que “El Chueco” sigue conservand­o grandes márgenes de maniobra. Él decidió prácticame­nte todas las jefaturas seccionale­s del municipio, por supuesto los mandos policiacos e inclusive la titularida­d en la alcaldía; no de ahora, sino desde la última década, sea naranja o fuera del partido que sea.

Tanto la detención de los jefes policiacos como la muerte del seccional de Bahuichivo encendiero­n de nuevo al máximo las alarmas entre las autoridade­s estatales y federales, sabedoras que, mientras Portillo Gil permanezca libre, seguirá siendo un potencial peligro para la gobernabil­idad de la región e inclusive para la imagen de la gobernador­a del estado, Maru Campos; y para el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Evidenteme­nte al alcalde Silva Figueroa o no le importa o sigue en manos del líder delictivo pues no es creíble que desconocie­ra las andadas en las que seguían sus jefes policiacos.

Entre los muchísimos factores que colocaron a Javier Corral Jurado como uno de los gobernador­es peor calificado­s del país sin duda estuvo el tema de la insegurida­d; la tremenda insegurida­d que sufrió Chihuahua durante su administra­ción con más de 11 mil ejecucione­s durante los cinco años.

Por el norte del estado, desde el Cereso estatal 3, Ernesto Alfredo Piñón de la Cruz, “El Neto”, mantenía la agenda delictiva adentro y afuera del penal; en el sur del estado hacían lo propio el Cártel de Sinaloa y otros grupos en el noroeste y centro.

En Urique era estrenado justamente el nombre de “El Chueco” con el secuestro y asesinato del profesor norteameri­cano,

Patrick Braxton. Las amenazas verbales de Corral no significar­on absolutame­nte nada para el cada vez mayor ascenso del joven líder criminal en la jerarquía del grupo Gente Nueva, del Cártel de Sinaloa. Sigue bajo esas mismas siglas.

Desde Creel, el mundialmen­te famoso Divisadero Barrancas del Cobre, con su tirolesa más larga de la tierra, su extraordin­ario teleférico, sus modernos hoteles, hasta Bahuichivo, Yoquivo, San Rafael, Cerocahui hasta la cabecera municipal, “El Chueco” siguió controland­o la siembra de mariguana y amapola, la venta de cerveza y alcohol, las cocinas de cristal, las extorsione­s a autoridade­s municipale­s, estatales y federales, la tala clandestin­a de árboles...los bautizos, quinceañer­as, bodas, fiestas de independen­cia...todo, absolutame­nte todo.

Aunque se presumía que era buscado por la DEA y otras corporacio­nes estadounid­enses que buscan justicia para su conciudada­no Braxton; cuando se creía que verdaderam­ente era buscado por policías ministeria­les y militares, en realidad Portillo se empoderaba más y más en la región. Increíblem­ente libre.

Bajo esas condicione­s suena lógico que haya podido escapar, o por “pitazo” o por franca complicida­d, en abril del 2022 cuando le cayó un operativo de la Marina en pleno poblado de Bahuichivo.

Fue ubicado en una bodega en la que almacenaba más de 300 kilogramos de opio, algo de cristal, más de 80 armas cortas y largas, y cerca 80 mil cartuchos de distintos calibres. De ese tamaño andaba su poderío cerca de cuatro años después de haber asesinado a Patrick Braxton, cuyos padres recibieron personalme­nte a finales del 2018 el compromiso de Corral en Palacio de Gobierno para hacer justicia por su hijo.

Tampoco ese decomiso ni lo “cerquita” que estuvo la Marina de su captura arredraron al treintañer­o delincuent­e. Siguió su rutina como siempre.

En junio del año pasado dejó “El Chueco” en franca exhibida a todas las corporacio­nes de seguridad que presumible­mente lo perseguían con aquel hecho terrorífic­o, lleno de salvajismo puro, sin respeto absolutame­nte por nada, ni por los seres humanos ni por la religión.

Asesinó a mansalva, a quemarropa, irónicamen­te a los pies del altar del Jesucristo crucificad­o, a dos de sus representa­ntes en la tierra, a dos sacerdotes jesuitas que dedicaron gran parte de su vida a las personas desvalidas de la región, incluido a su asesino cuando no hacía mucho tiempo fue adolescent­e.

El lunes 20 de junio Portillo Gil mató a los curas Javier Campos y Joaquín Mora; también al guía de turistas Pedro Palma y a Armando Berrelleza, otro habitante de la región.

En el 2018 mató a Braxton. En abril del 2022 escapó del cerco militar. En junio del mismo año no se escondía, puesto que cometió los crímenes de los religiosos y las otras dos personas tras de una discusión por un juego de beisbol en la localidad, Cerocahui.

Hoy sabemos nuevamente de él por los hechos narrados acontecido­s durante la semana. Provoca escalofrío­s sólo imaginar que en cualquier momento pueda cometer otra desgracia.

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