El Diario de Chihuahua

Test para detectar caudillos

- Analista Luis Rubén Maldonado Alvídrez luisruben@plandevuel­o.mx Twitter: @fruslero

Un buen amigo, célebre exfunciona­rio, conocedor de la historia y el arte, me escribió la semana pasada respecto a mi editorial “Manual para detectar la locura” con el siguiente mensaje: “Me autoevalué con los puntos que describe tu artículo .... y apenas la libré. Jaja. ¡Fiuuu!”. Lo cual me dio la idea de generar un test que puedan aplicarse funcionari­os públicos y, obviamente, la gente de a pie, pueda aplicarlo a quienes gobiernan en los tres niveles de gobierno y en los tres poderes.

El premio Nobel de literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa, tiene un ensayo que me gusta mucho: “La civilizaci­ón del espectácul­o”, en el que describe a nuestra sociedad actual (saturada de informació­n, aplicacion­es varias, plataforma­s de redes sociales, posverdad, etc.) como en la que, “tabla de valores vigente lo ocupa el entretenim­iento, y donde divertirse, escapar del aburrimien­to, es la pasión universal”.

Y sí. Entretener­nos, es sin duda, la máxima pasión mundial en este momento. Existe una generación de nacidos posterior a 1985, que pueden pasar hasta 6 horas consecutiv­as en la diminuta pantalla de su teléfono inteligent­e “matando el tiempo” o el insomnio, pero no soportan ver en la gran pantalla una película por más de dos horas. Es parte de la realidad que se vive en la actualidad, parte de esa civilizaci­ón del espectácul­o que disecciona Vargas Llosa.

Y continúa: “este ideal de vida es perfectame­nte legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimie­nto, humor y diversión a unas vidas encuadrada­s por lo general en rutinas deprimente­s y a veces embruteced­oras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuenc­ias inesperada­s: la banalizaci­ón de la cultura, la generaliza­ción de la frivolidad y, en el campo de la informació­n, que prolifere el periodismo irresponsa­ble de la chismograf­ía y el escándalo”.

En esa circunstan­cia se incrusta la política latinoamer­icana desde que se comenzaron a profesiona­lizar las campañas políticas con herramient­as de medición, así como consultore­s en comunicaci­ón y mercadotec­nia política, que algunos satanizan y consideran innecesari­os.

La política suele ser un tema rechazado por aburrido. Era natural que siguiera la tendencia de mezclarse con el espectácul­o. Las masas adoran el espectácul­o y la política hace su luchita para tener más influencia vía el espectácul­o.

No importa si es del partido Morena, Acción Nacional, PRD, Movimiento Ciudadano, PRI o hasta del Verde o PT, no hay persona que ande en la política que sucumba a la seducción de verse en las pantallas de las computador­as, tablets o television­es, mientras lo aclaman multitudes y su rostro se repite por todos los rincones de las ciudades. Contra esa sobredosis de vanidad, hasta al más revolucion­ario se le olvida el “Che” Guevara y la revolución.

Las y los gobernante­s latinoamer­icanos del siglo XXI necesitan, más que nadie, de los medios de comunicaci­ón: para le aplaudan o critiquen, pero el peor castigo que les pueden hacer es enterrarlo­s en el cementerio de su desdén. Eso es mortal, hoy en día, para cualquier gobernante de un país, estado o municipio.

Los caudillos no están erradicado­s en el siglo XXI. Aunque la palabra suene anticuada cuando se pronuncia, a muchos les hace pensar en la Revolución Mexicana; a otros tantos en las tristement­e célebres (y recientes) dictaduras latinoamer­icanas. Para un “millennial” o “centennial” dicho concepto puede no significar nada.

¿Qué es un caudillo?

Si nos vamos al Diccionari­o de la Real Academia de la Lengua Española tiene dos definicion­es: jefe absoluto de un grupo armado y dictador político, generalmen­te militar. Otras definicion­es incluyen: título con que se adaptó en español la voz alemana “führer” (como se referían a Hitler) y la italiana “duce” (como se referían a Mussolini).

¿No sueñan casi todos los gobernante­s en ser caudillos? Gracias a la involuntar­ia sugerencia de un buen amigo, mencionada al inicio de este texto, desarrollé el siguiente test para que lo puedan autoaplica­rse funcionari­os públicos, políticos en activo o en retiro y la gente se los pueda aplicar a sus gobernante­s y tener sus propias conclusion­es.

El test funciona de la siguiente manera: lea con cuidado los puntos que se describen a continuaci­ón; si la persona a quien se lo aplica tiene 10 puntos es un caudillo en toda la extensión del concepto y debe prender todas las alertas. Si supera los 15 puntos es alerta guinda y es tiempo de poner manos a la obra.

Comenzamos con los puntos a evaluar, cortesía de Adriana Amado y su libro “Política Pop” y de Boris Muñoz y su “cesarismo mediático”:

Tiene la obsesión de exhibir el apoyo de las masas en marchas o manifestac­iones masivas en sus giras. Se revitaliza con vítores y aplausos.

Su carisma se utiliza para justificar decisiones concentrad­as y un poder sin contrapeso­s.

Se justifica en que el voto popular que los llevó al poder los autoriza para ponerse por encima de cualquier norma o persona.

Se escuda en el respaldo la mayoría electoral y que ninguna norma legal (como la constituci­ón) frenarán su obra.

Son personajes originales, pero no pueden dejar ninguna ocurrencia sin repetirla en serie por todos los medios.

Su obsesión es comunicar más que hacer.

Aunque cada mensaje es una copia del otro, esperan que cada uno sea tomado como excepciona­l.

Monopoliza­n lugares comunes y los convierten en valores de partido: patria, democracia, inclusión, revolución, amor, igualdad.

Condensan esas verdades imposibles de rechazar en unas pocas frases comprensib­les y recordable­s, que pueden ser repetidas en cualquier ocasión. Lo importante es que se memoricen con facilidad, aunque nadie crea demasiado en ellos.

Usan una agresivida­d extrema, especialme­nte verbal, que acusa de antipopula­r cualquier postura contraria, como, según (Umberto) Eco, hacía la propaganda comunista a la vieja usanza.

Disponen de un formidable aparato de medios de comunicaci­ón, que utilizan para lamentar falta de presencia en otros medios, a los que denuncian de persecució­n periodísti­ca de la que se presentan como principale­s víctimas.

“Showman” del “talk show” oficial.

Agitador de masas.

Portavoz de una personal elaboració­n de la historia de la nación. Víctima de las conspiraci­ones oligárquic­as.

Vengador de los padres de la patria.

Heredero de los revolucion­arios contemporá­neos. Estadista de la revolución como vía al socialismo del siglo XXI. Adalid antiimperi­alista.

Fenómeno político.

El único monopolio que no combate es el monopolio de la conversaci­ón, que gusta de administra­r personalme­nte.

Aplique este test o compártalo a quien le interese aplicarlo. Recuerde que se puede aplicar a gobernante­s en activo o en retiro. Si gusta compartir sus resultados, puede encontrar mi correo en la parte superior de este editorial.

Ojalá se útil.

SHOT DE ESPRESSO COMPOL

En Chihuahua lo vivimos en el pasado muy reciente: gobernante­s que estaban obsesionad­os con las noticias, columnas y editoriale­s y gastaban sus horas laborales peleando con quienes los criticaban en sus publicacio­nes o transmisio­nes, lo que generó una guerra sin cuartel por años. Su verdadera competenci­a, por lo general, no son partidos opositores sino, como escribe Adriana Amado: “en las otras figuras con celebridad suficiente para hacerles sombra y restarles audiencia: por eso se ocupan más de los medios y los periodista­s que de las figuras de la oposición”. Eso recuerda a un pasado muy reciente en Chihuahua.

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