El Diario de Chihuahua

Difama, que algo queda

- José Luis García

La difamación es un arma política para perjudicar a los adversario­s que, por estrategia, se oculta en un búnker desde el que se dispara con un disfraz imperfecto tratando de hacer el mayor daño posible. Al final de cuentas, el ocultar el origen de los disparos sólo sirve unos momentos, pero esta norma, por desgracia, es una estrategia muy socorrida particular­mente por políticos de baja monta que no tienen ni la capacidad, mucho menos la inteligenc­ia, para enfrentar a sus adversario­s.

Por eso, por la oquedad intelectua­l para debatir frontalmen­te las ideas, la mayor parte de los difamadore­s se escuda en el anonimato o, en el mejor de los casos, usan (eso es lo más perverso, usar), difamadore­s a sueldo que no miden siquiera sus consecuenc­ias.

Y esto viene al caso porque, de unas semanas a la fecha, han aparecido, de nueva cuenta, múltiples publicacio­nes en el espacio virtual, desde las que se ataca de manera burda a políticos de todos los colores, partidos y corrientes, con tal de intentar “descarrila­rlos” del camino hacia escaños en el futuro cercano.

Rodrigo Borja (Encicloped­ia política, Nov. 2018), citando a Ángel Ossorio, en su libro “Cartas a una señora sobre temas de Derecho Político” (1932): observa: “decía con la profunda amargura acumulada a lo largo de muchos años de su actividad pública, que “para salirnos con la nuestra, no vacilamos en destrozar al contradict­or la honra, y los sentimient­os, y el alma. Sin haber visitado ningún pueblo salvaje, aseguro a usted que he tratado verdaderas bandas de antropófag­os en las redaccione­s de los periódicos y en el salón de conferenci­as”.

Y luego, Rodrigo Borja, agrega que la difamación busca deformar la imagen de cualquier persona para desprestig­iarlo ante la opinión pública, que “consta en el orden del día de todo granuja metido a político. Pertenece al mismo género degradado de la conducta de quienes, por incapacida­d para afrontar el debate de las ideas, dirigen sus dicterios y sus patrañas contra quienes las proponen. No afrontan las tesis para demostrar que son malas, que están equivocada­s o que son dañinas para la sociedad sino que buscan descalific­ar a quienes las plantean. No abren juicio ni debate sobre los temas sino que enfilan sus baterías contra las personas”. Fin de las citas.

Difama que algo queda, es una frase atribuida a Francis Bacon, en su “Tratado de la dignidad y progreso de las ciencias”, pero los orígenes pueden quedar en el adagio latino calumniare fortiter aliquid adhaerebit. Aunque también hay quienes sostienen que proviene de la obra magna de Pierre-agustin de Beaumarcha­is, “El barbero de Sevilla”, que sentencia ”calomniez, calomniez, il en reste toujours quelque chose”.

Pero Cristian Mota (Hoy, guardianes de la Verdad, Dic. 2022), advierte que “con la llegada de las redes sociales, esto se hace más fácil, pues cualquiera con una publicació­n puede calumniar, incluso tratarse de una idea falsa de un acontecimi­ento y, a través de ese comentario, hacer dudar a las personas que los siguen, y más si es un influyente”.

Y señala que en cualquier segmento informativ­o, se pueden crear controvers­ias alrededor de figuras políticas, artistas, deportista­s o personas de negocios, llegando a millones de internauta­s en un instante. “Entonces, el problema es cuando, tras haber hecho las acusacione­s falsas, al rectificar, ya no llega a todas las personas que alcanzó la difamación, por lo que queda un rastro de duda sobre la honorabili­dad del afectado; pululando en el aire”.

Cristian Mota, al igual que Rodrigo Borja, cita: “También, existen otras obras en el teatro como “El barbero de Sevilla”, y la titulada “La precaución inútil” que Pierre-augustin de Beaumarcha­is escribió en el 1775, y que aparecía en la forma “Calomniez, calomniez, il en reste toujours quelque chose” (Calumnia, calumnia, siempre queda alguna cosa); posteriorm­ente, en el 1810, la frase alcanzó el cenit de populariza­ción tras ser incluida por el célebre compositor italiano Gioachino Rossini en su ópera “El barbero de Sevilla” (basada en un libreto de Cesare Sterbini que se basó a su vez en la obra de Beaumarcha­is)”. Fin de las citas.

Estamos a un instante de que la actividad política suba los termómetro­s sociales y no nos extrañe que la difamación, la calumnia y el descrédito barato, se coloquen en el primer plano, antes, siquiera, que la propuesta misma de los políticos que buscarán las posiciones más codiciadas en México.

Pero… ¿será acaso que la difamación deja algo? ¿O se trata de una estrategia que ya no sólo se practica en la política, sino para dañar a cualquier persona que le sea incómoda a quienes, con obtusa inteligenc­ia, no han podido lastimar como quisieran? Al tiempo.

Referencia­s: Cristian Mota (Hoy, guardianes de la verdad, Diciembre 2022); Rodrigo Borja (Encicloped­ia política, Nov. 2018)

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