Difama, que algo queda
La difamación es un arma política para perjudicar a los adversarios que, por estrategia, se oculta en un búnker desde el que se dispara con un disfraz imperfecto tratando de hacer el mayor daño posible. Al final de cuentas, el ocultar el origen de los disparos sólo sirve unos momentos, pero esta norma, por desgracia, es una estrategia muy socorrida particularmente por políticos de baja monta que no tienen ni la capacidad, mucho menos la inteligencia, para enfrentar a sus adversarios.
Por eso, por la oquedad intelectual para debatir frontalmente las ideas, la mayor parte de los difamadores se escuda en el anonimato o, en el mejor de los casos, usan (eso es lo más perverso, usar), difamadores a sueldo que no miden siquiera sus consecuencias.
Y esto viene al caso porque, de unas semanas a la fecha, han aparecido, de nueva cuenta, múltiples publicaciones en el espacio virtual, desde las que se ataca de manera burda a políticos de todos los colores, partidos y corrientes, con tal de intentar “descarrilarlos” del camino hacia escaños en el futuro cercano.
Rodrigo Borja (Enciclopedia política, Nov. 2018), citando a Ángel Ossorio, en su libro “Cartas a una señora sobre temas de Derecho Político” (1932): observa: “decía con la profunda amargura acumulada a lo largo de muchos años de su actividad pública, que “para salirnos con la nuestra, no vacilamos en destrozar al contradictor la honra, y los sentimientos, y el alma. Sin haber visitado ningún pueblo salvaje, aseguro a usted que he tratado verdaderas bandas de antropófagos en las redacciones de los periódicos y en el salón de conferencias”.
Y luego, Rodrigo Borja, agrega que la difamación busca deformar la imagen de cualquier persona para desprestigiarlo ante la opinión pública, que “consta en el orden del día de todo granuja metido a político. Pertenece al mismo género degradado de la conducta de quienes, por incapacidad para afrontar el debate de las ideas, dirigen sus dicterios y sus patrañas contra quienes las proponen. No afrontan las tesis para demostrar que son malas, que están equivocadas o que son dañinas para la sociedad sino que buscan descalificar a quienes las plantean. No abren juicio ni debate sobre los temas sino que enfilan sus baterías contra las personas”. Fin de las citas.
Difama que algo queda, es una frase atribuida a Francis Bacon, en su “Tratado de la dignidad y progreso de las ciencias”, pero los orígenes pueden quedar en el adagio latino calumniare fortiter aliquid adhaerebit. Aunque también hay quienes sostienen que proviene de la obra magna de Pierre-agustin de Beaumarchais, “El barbero de Sevilla”, que sentencia ”calomniez, calomniez, il en reste toujours quelque chose”.
Pero Cristian Mota (Hoy, guardianes de la Verdad, Dic. 2022), advierte que “con la llegada de las redes sociales, esto se hace más fácil, pues cualquiera con una publicación puede calumniar, incluso tratarse de una idea falsa de un acontecimiento y, a través de ese comentario, hacer dudar a las personas que los siguen, y más si es un influyente”.
Y señala que en cualquier segmento informativo, se pueden crear controversias alrededor de figuras políticas, artistas, deportistas o personas de negocios, llegando a millones de internautas en un instante. “Entonces, el problema es cuando, tras haber hecho las acusaciones falsas, al rectificar, ya no llega a todas las personas que alcanzó la difamación, por lo que queda un rastro de duda sobre la honorabilidad del afectado; pululando en el aire”.
Cristian Mota, al igual que Rodrigo Borja, cita: “También, existen otras obras en el teatro como “El barbero de Sevilla”, y la titulada “La precaución inútil” que Pierre-augustin de Beaumarchais escribió en el 1775, y que aparecía en la forma “Calomniez, calomniez, il en reste toujours quelque chose” (Calumnia, calumnia, siempre queda alguna cosa); posteriormente, en el 1810, la frase alcanzó el cenit de popularización tras ser incluida por el célebre compositor italiano Gioachino Rossini en su ópera “El barbero de Sevilla” (basada en un libreto de Cesare Sterbini que se basó a su vez en la obra de Beaumarchais)”. Fin de las citas.
Estamos a un instante de que la actividad política suba los termómetros sociales y no nos extrañe que la difamación, la calumnia y el descrédito barato, se coloquen en el primer plano, antes, siquiera, que la propuesta misma de los políticos que buscarán las posiciones más codiciadas en México.
Pero… ¿será acaso que la difamación deja algo? ¿O se trata de una estrategia que ya no sólo se practica en la política, sino para dañar a cualquier persona que le sea incómoda a quienes, con obtusa inteligencia, no han podido lastimar como quisieran? Al tiempo.
Referencias: Cristian Mota (Hoy, guardianes de la verdad, Diciembre 2022); Rodrigo Borja (Enciclopedia política, Nov. 2018)