¡Síganme los buenos!
Entre los principales rasgos o características de la persona positiva destacan su flexibilidad, su disposición a la alegría, su permanente motivación, su capacidad para crear un buen clima y un ambiente distendido y positivo” Ma. Jesús Álava Reyes, psicóloga
El día de hoy, 21 de febrero, Roberto Mario Gómez Bolaños cumpliría 94 años, el gran Chespirito, quien con su talento hizo, hace y hará reír a millones de personas alrededor del mundo. Fue un gran impulsor del humorismo blanco, el que, sin doble sentido en sus palabras, y con un lenguaje llano e inocente, nos ponía de buen humor. Y esto hay que resaltarlo.
El humor, dice la Real Academia Española, es la disposición en que alguien se halla para hacer algo, y el buen humor, como la propensión más o menos duradera a mostrarse alegre y complaciente.
De ahí que el sentido del humor debe permear a todo cuanto hagamos. Hacer las cosas de buen humor no tiene que ver con cuánto nos paguen por hacerlas sino cuanta alegría nos produce. El buen humor nos hace ser más productivos porque no laboramos en función de horas-trabajo, sino de horas-satisfacción u horas-realización.
Estoy plenamente convencido que alimentar el buen humor es alimentar el espíritu. Es ver en todo lo que emprendamos una oportunidad de crecimiento tanto personal como de quienes nos rodean. Nada importa si tenemos un empleo modesto o uno de gran calado, cualquier actividad requiere del buen humor para que el resultado sea el óptimo. La felicidad bien puede ser un aeropuerto donde aterrice nuestro buen humor, o para los nostálgicos marinos, un puerto de atraque.
Isabel Allende, en su libro “Mujeres del alma mía” (2020), nos dice: “La felicidad no es exuberante ni bulliciosa, como la alegría o el placer; es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de bienestar que empieza por amarme a mí misma.”
Es común ver, en estos tiempos de exigencias económicas, estrés y urgencia porque todo salga de tal o cual manera en tiempo récord, que muchas personas se sientan presionadas por alcanzar el desempeño laboral exigido, y eso les hace, en muchos casos, actuar de mal humor, es decir, sin propensión alguna a mostrarse alegres o complacientes.
Algunas personas hacen su trabajo mecánicamente, como una forma de subsistencia, y lo hacen de mal humor en parte porque las ganancias de su trabajo no son para ellas sino para el patrón; cumplen pues, sólo un rol de producción sin esmero alguno, dado lo exiguo de sus percepciones. Desde luego, esto no debiera ser una justificación para el mal humor.
El buen humor debe estar, desde luego, en los servidores públicos, quienes sin discusión alguna, se deben a los contribuyentes. Para algunos de ellos sonará inverosímil (porque hay quienes se molestan cuando se les recuerda) pero son empleados del pueblo todos aquellos que reciben un sueldo proveniente del erario.
El buen humor se contagia…pero también el malo. Si el servidor público llegó a su fuente de ingresos arrastrando los problemas personales o caseros, y no es capaz de superarlos, es muy probable que la atención al público la dé de mala gana, es decir, de mal humor, y así también, probablemente, se retire el usuario por la “atención” recibida. En estos casos es recomendable hablar con los superiores de ese tipo de funcionarios, para que se les ayude a superar ese comportamiento indeseable.
¡Ah qué diferencia! cuando te atienden con esmero, con entusiasmo, es decir, con buen humor. Si saliste de malas de casa, el servidor público “te hace el día”, esto es harto frecuente. Esa actitud también la debemos reconocer públicamente, es su deber, claro, atenderte, pero sí te atiende de buen humor, es un plus que debemos valorar y aplaudir.
Don Roberto Gómez Bolaños hizo del buen humor una constante en la vecindad del señor Barriga. Cada programa es un despliegue de talento para que el público se relaje, sonría, se ría y vea el mundo color de rosa. Así, la Chilindrina, el Chavo, Quico, don Ramón, el profesor Jirafales, doña Florinda y doña Cleotilde (la Bruja del 71), actúan en un concierto de diálogos y situaciones para deleite del público. Nos ponen, lisa y llanamente de buen humor.
Quién no recuerda a Jaimito el cartero el que nos llenaba de nostalgia por nuestro terruño al referirse a su lugar de origen Tangamandapio, como “un hermoso pueblito con crepúsculos arrebolados.” A don Ramón con las constantes aporreadas que le da doña Florinda ante la mirada perversa y posterior empujón de Quico. “Vámonos tesoro, no te juntes con esa chusma….sí mami…chusma, chusma, chusma.” Y dirigiéndose a don Ramón: Y la próxima vez, ¡vaya a hacerle payasadas a su abuela!
El Chavo observa la escena con seriedad y dice: don Ramón ¿a su abuelita le gustan los payasitos? Y ¡tómala! Don Ramón le da un coscorrón. “Pero no se enoje” dice el Chavo. Esa frase enojaba aún más al furibundo don Ramón, pero la idea no era que el escurridizo cliente del señor Barriga se pusiera de buen humor, no, la idea de Chespirito era que su público se pusiera de buen humor, y lo lograba, ante el berrinche de don Ramón quien lanzaba su gorra al piso y bailaba sobre ella un jarabe tapatío.
Divierte escuchar los apasionados diálogos de los enamorados doña Florinda y el señor Jirafales: “¿Le gustaría tomarse una tacita de café? ¿No será mucha molestia? O la galantería obligada de la visita: “Pase usted” le decía la dama, “después de usted”, contestaba el galán.
El buen humor salta a la vista. Los invito a ver los programas de Chespirito por plataformas digitales, no se arrepentirán. Que el buen humor esté siempre con ustedes…y con mi espíritu. Que así sea.