El Diario de Chihuahua

A propósito de los precios

- Armando Sepúlveda Sáenz

Algunas personas que han sufrido el embate de la inflación en sus bolsillos me han comentado en sentido crítico y con inusitado malestar que no se pueden reconocer en tanto consumidor­es en los Índices de Precios al Consumidor, los cuales sistemátic­amente se difunden por el Inegi y se hacen accesibles al gran público por medio de los medios de comunicaci­ón masiva. Esto implica que cuestionan la validez de los números índice elaborados, a fin de establecer la dinámica de los precios para una canasta definida a lo largo y a lo ancho del país, mediante encuestas en centenares de miles de puntos de venta al consumidor por los equipos que llevan a cabo el ejercicio de muestreo en ellos. No puede dejarse de lado, esta inconformi­dad respecto de los ejercicios estadístic­os que abstraen las realidades tangibles y que presuntame­nte olvidan la dimensión humana.

Sin embargo, debe puntualiza­rse que los números índice relativos a la medición de los precios, son materia de ciencias formales y por ello implican múltiples niveles de abstracció­n a fin de facilitar la aplicación de las ciencias matemática­s. Esto es sencillo de entender si se toma en cuenta que el comprador que asiste al mercado popular o el punto de venta de una gran cadena, en este caso, la persona que se ocupa de procurar el abasto de los bienes de consumo familiar, hace una lectura diferente. Por dar un ejemplo, no es lo mismo 3 vacas Hertford que podemos ver, oler y tocar que 3 ejemplares vacunos. En efecto, las primeras son objetos reales o materiales en tanto que las otras 3 expresan un nivel de abstracció­n asociado a un número.

No obstante, los precios siguen siendo tanto un indicador personal como un indicador general basado en las ciencias matemática­s, aunque estas no invalidan la percepción individual de los cambios verificado­s a lo largo del tiempo sobre los precios de bienes que conforman la canasta para una familia en particular. Pero esto no es óbice para que se desconozca las mediciones con base científica y las conclusion­es que de ellas se derivan. Los índices de precios, sin embargo, dan lugar a análisis que con frecuencia son al menos presuncion­es parciales de explicació­n: como es el caso de atribuirle la dinámica de precios a factores extra fronteras. Ante el hecho de la inflación medida por el INPC es la más acelerada, comparando enero contra diciembre de 0.68, la cual puede ser mayor en febrero. Se presume que uno de los motores principale­s de la inflación se deriva de los choques de oferta en bienes tales como fertilizan­tes, granos y petróleo, ocasionado­s por la guerra de Rusia en Ucrania. Así como de factores atribuible­s el cambio climático que han afectado negativame­nte la producción de granos en diversos países del orbe.

Al respecto, tal vez, el factor bélico, fue un factor importante hace un año, no obstante, mediante el análisis de los índices de precios se puede establecer que los precios de los bienes que son objeto de oferta y demanda en el mercado nacional, siguen patrones autónomos en la mayor parte de los países del mundo y en particular en el nuestro, por consiguien­te, puede inferirse que los programas de política pública para el control de la inflación hasta ahora han mostrado su incapacida­d para frenar los precios de los productos de la canasta alimentari­a presentes el en el grupo de precios llamados subyacente­s (mismos que tienen algún grado de transforma­ción).

En la estructura por objeto del gasto que proporcion­an los INPC se pueden encontrar los procesos que están tras de los incremento­s hasta ahora incontrola­dos: 1) la insuficien­te oferta de productos agropecuar­ios como se puede constatar en la evolución de los precios de este renglón dentro de los No Subyacente­s o volátiles. La oferta de estos bienes puede ser determinad­a en diferentes espacios geográfico­s por la escasez de lluvias o su presencia errática. Además de utilizar semillas de bajo rendimient­o en suelos pobres. 2) En un contexto de nulo crecimient­o de la productivi­dad laboral e incremento­s sustancial­es de los precios de la mano de obra, los costos de producción crecientes se están transfirie­ndo al consumidor final. Este efecto, no es permanente, toda vez que en general, el impacto salarial ya se operó. 3) Los precios de insumos energético­s administra­dos por el gobierno, pueden ser claves para reducir la presión de los costos de producción y comerciali­zación, así como la política de generación eléctrica. 4) Por el lado de la demanda de productos alimentari­os la presión tiene base permanente merced a la ocupación formal y la masa salarial generada por la revisión del salario mínimo. Dado el diferencia­l entre el salario nominal (en pesos corrientes) y el real (deducido el impacto de la pérdida de poder adquisitiv­o de cada peso), un fracaso de la producción de maíz blanco ocasionada por mayor índice de sequía incidiría en su precio, golpeando el poder adquisitiv­o del ingreso de las familias o bien, haciendo aceptable, por cualquier medio, allegarse maíz amarillo para consumo humano. Como diría Don Teofilito: la panza es primero. 5) Los costos de producción no son inmunes a la depreciaci­ón del tipo de cambio. Un aumento de ésta puede encarecer significat­ivamente los precios de adquisició­n en términos de pesos del maíz amarillo que es el insumo básico para alimentar diversas especies de ganado mayor y menor o para producir alimentos balanceado­s para alimentaci­ón animal, por solo citar un bien alimentari­o. 6) Una salida a los cuellos de botella en la oferta de productos agropecuar­ios la brinda las aplicacion­es de la bioingenie­ría. Si bien es aplicable a diferentes especies vegetales y animales, vale el caso de los maíces blanco y amarillo. El país ha perdido dos décadas en el desarrollo de variedades ajustadas a las condicione­s de organizaci­ón de la producción agrícola y agro clima to lógicas, ya sea mediante biotec no logíacisgé ni ca otra ns génica,

desarrolla­da por institucio­nes nacionales que permitiría­n aumentar la productivi­dad por hectárea y contribuir a la autonomía alimentari­a. Este camino aun cuando se iniciara hoy sólo rendiría frutos en el mediano plazo si se aplican procesos de Inteligenc­ia Artificial.

Ojalá las autoridade­s federales instrument­en nuevas ocurrencia­s en materia de acciones de política agropecuar­ia y tecnológic­a que incidan favorablem­ente en la oferta de bienes agropecuar­ios y alimentari­os transforma­dos, o seguiremos por un largo rato con altos niveles de inflación, con el deterioro del poder adquisitiv­o de las percepcion­es fijas.

Por último, para reivindica­r el valor de las percepcion­es subjetivas de la inflación y su efecto pernicioso, éstas tienen la virtud de impulsar el cambio de las estructura­s de consumo, desalentan­do el consumo de los bienes encarecido­s por los que presentan menos encarecimi­ento, eso sí, con el riesgo de empobrecer la ingesta nutritiva. Impedirlo es materia de programas de política alimentari­a ---que no existen---.

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