A propósito de los precios
Algunas personas que han sufrido el embate de la inflación en sus bolsillos me han comentado en sentido crítico y con inusitado malestar que no se pueden reconocer en tanto consumidores en los Índices de Precios al Consumidor, los cuales sistemáticamente se difunden por el Inegi y se hacen accesibles al gran público por medio de los medios de comunicación masiva. Esto implica que cuestionan la validez de los números índice elaborados, a fin de establecer la dinámica de los precios para una canasta definida a lo largo y a lo ancho del país, mediante encuestas en centenares de miles de puntos de venta al consumidor por los equipos que llevan a cabo el ejercicio de muestreo en ellos. No puede dejarse de lado, esta inconformidad respecto de los ejercicios estadísticos que abstraen las realidades tangibles y que presuntamente olvidan la dimensión humana.
Sin embargo, debe puntualizarse que los números índice relativos a la medición de los precios, son materia de ciencias formales y por ello implican múltiples niveles de abstracción a fin de facilitar la aplicación de las ciencias matemáticas. Esto es sencillo de entender si se toma en cuenta que el comprador que asiste al mercado popular o el punto de venta de una gran cadena, en este caso, la persona que se ocupa de procurar el abasto de los bienes de consumo familiar, hace una lectura diferente. Por dar un ejemplo, no es lo mismo 3 vacas Hertford que podemos ver, oler y tocar que 3 ejemplares vacunos. En efecto, las primeras son objetos reales o materiales en tanto que las otras 3 expresan un nivel de abstracción asociado a un número.
No obstante, los precios siguen siendo tanto un indicador personal como un indicador general basado en las ciencias matemáticas, aunque estas no invalidan la percepción individual de los cambios verificados a lo largo del tiempo sobre los precios de bienes que conforman la canasta para una familia en particular. Pero esto no es óbice para que se desconozca las mediciones con base científica y las conclusiones que de ellas se derivan. Los índices de precios, sin embargo, dan lugar a análisis que con frecuencia son al menos presunciones parciales de explicación: como es el caso de atribuirle la dinámica de precios a factores extra fronteras. Ante el hecho de la inflación medida por el INPC es la más acelerada, comparando enero contra diciembre de 0.68, la cual puede ser mayor en febrero. Se presume que uno de los motores principales de la inflación se deriva de los choques de oferta en bienes tales como fertilizantes, granos y petróleo, ocasionados por la guerra de Rusia en Ucrania. Así como de factores atribuibles el cambio climático que han afectado negativamente la producción de granos en diversos países del orbe.
Al respecto, tal vez, el factor bélico, fue un factor importante hace un año, no obstante, mediante el análisis de los índices de precios se puede establecer que los precios de los bienes que son objeto de oferta y demanda en el mercado nacional, siguen patrones autónomos en la mayor parte de los países del mundo y en particular en el nuestro, por consiguiente, puede inferirse que los programas de política pública para el control de la inflación hasta ahora han mostrado su incapacidad para frenar los precios de los productos de la canasta alimentaria presentes el en el grupo de precios llamados subyacentes (mismos que tienen algún grado de transformación).
En la estructura por objeto del gasto que proporcionan los INPC se pueden encontrar los procesos que están tras de los incrementos hasta ahora incontrolados: 1) la insuficiente oferta de productos agropecuarios como se puede constatar en la evolución de los precios de este renglón dentro de los No Subyacentes o volátiles. La oferta de estos bienes puede ser determinada en diferentes espacios geográficos por la escasez de lluvias o su presencia errática. Además de utilizar semillas de bajo rendimiento en suelos pobres. 2) En un contexto de nulo crecimiento de la productividad laboral e incrementos sustanciales de los precios de la mano de obra, los costos de producción crecientes se están transfiriendo al consumidor final. Este efecto, no es permanente, toda vez que en general, el impacto salarial ya se operó. 3) Los precios de insumos energéticos administrados por el gobierno, pueden ser claves para reducir la presión de los costos de producción y comercialización, así como la política de generación eléctrica. 4) Por el lado de la demanda de productos alimentarios la presión tiene base permanente merced a la ocupación formal y la masa salarial generada por la revisión del salario mínimo. Dado el diferencial entre el salario nominal (en pesos corrientes) y el real (deducido el impacto de la pérdida de poder adquisitivo de cada peso), un fracaso de la producción de maíz blanco ocasionada por mayor índice de sequía incidiría en su precio, golpeando el poder adquisitivo del ingreso de las familias o bien, haciendo aceptable, por cualquier medio, allegarse maíz amarillo para consumo humano. Como diría Don Teofilito: la panza es primero. 5) Los costos de producción no son inmunes a la depreciación del tipo de cambio. Un aumento de ésta puede encarecer significativamente los precios de adquisición en términos de pesos del maíz amarillo que es el insumo básico para alimentar diversas especies de ganado mayor y menor o para producir alimentos balanceados para alimentación animal, por solo citar un bien alimentario. 6) Una salida a los cuellos de botella en la oferta de productos agropecuarios la brinda las aplicaciones de la bioingeniería. Si bien es aplicable a diferentes especies vegetales y animales, vale el caso de los maíces blanco y amarillo. El país ha perdido dos décadas en el desarrollo de variedades ajustadas a las condiciones de organización de la producción agrícola y agro clima to lógicas, ya sea mediante biotec no logíacisgé ni ca otra ns génica,
desarrollada por instituciones nacionales que permitirían aumentar la productividad por hectárea y contribuir a la autonomía alimentaria. Este camino aun cuando se iniciara hoy sólo rendiría frutos en el mediano plazo si se aplican procesos de Inteligencia Artificial.
Ojalá las autoridades federales instrumenten nuevas ocurrencias en materia de acciones de política agropecuaria y tecnológica que incidan favorablemente en la oferta de bienes agropecuarios y alimentarios transformados, o seguiremos por un largo rato con altos niveles de inflación, con el deterioro del poder adquisitivo de las percepciones fijas.
Por último, para reivindicar el valor de las percepciones subjetivas de la inflación y su efecto pernicioso, éstas tienen la virtud de impulsar el cambio de las estructuras de consumo, desalentando el consumo de los bienes encarecidos por los que presentan menos encarecimiento, eso sí, con el riesgo de empobrecer la ingesta nutritiva. Impedirlo es materia de programas de política alimentaria ---que no existen---.