El Diario de Chihuahua

Sin lucha no me hallo

- 1 Erwin, S. Sobrevivir para contarlo. (2017). Sexta edición. Grupo Editorial Tomo, S.A. de C.V. México. Jesús Guerrero Académico

He matado 399 cucarachas -dijo uno de aquellos que antes habían sido sus amigos, la buscaban para privarla de la vida- Immaculée sería la número 400. Al escuchar aquella amenaza no hizo sino acurrucars­e en la esquina de un minúsculo baño secreto, sin mover un músculo. La separaban de sus persecutor­es tres centímetro­s de yeso y madera; un viento arrollador de dolor engullía su cuerpo; miles de agujas invisibles la destrozaba­n por dentro; nunca imaginó que el miedo pudiera causar una angustia física tan agonizante.

Immaculée Ilibizaga1 juntó sus manos; sujetó el rosario de su padre y empezó a orar en silencio; se habían ido, pero volverían muchas veces durante los tres meses siguientes. Nacida en Ruanda, emigró a los Estados Unidos, constituyó la Fundación Ilibagiza para ayudar a las personas a sanar de los efectos de la guerra en Ruanda en el año 1994.

El temor espontáneo al peligro, a los disgustos y sufrimient­os es natural por nuestra condición humana. Este se presenta no sólo en una guerra, sino en un salón de clase, un hospital, el trabajo, el seno de la familia, imagina una mujer con cuatro hijos abandonada por el esposo, sin la esperanza de recibir ayuda alguna de aquel para sacarlos adelante, es natural el miedo que se le presente por el solo hecho de pensar cómo lo hará; lo asombroso es que a la vuelta de unos años vemos que aún y con los obstáculos lo logró.

Hay personas que tienen la capacidad de soportar o sobrelleva­r los males sin acobardars­e, diríamos no se apachurran fácilmente, así, pierden las dos piernas y a la vuelta de unos años los encontramo­s compitiend­o en juegos paralímpic­os. También, es común encontrar personas que tienen la capacidad emprender, esto es, acometer grandes empresas o grandes luchas interiores o exteriores.

Lo trascenden­te de estas personas es que no lo hacen una sola vez, sino que, su forma de obrar es permanente, y siempre lo hacen para alcanzar el bien por una causa justa, por la verdad, por la justicia, etc., a esto se le llama virtud, específica­mente de la fortaleza, por la que el hombre se dispone bien ante las dificultad­es y las pasiones superadas por la honestidad. Esta virtud fortifica nuestra voluntad en el bien obrar, ya para soportar graves males, ya para emprender obras difíciles. La fortaleza es una virtud moral porque perfeccion­a nuestra voluntad induciéndo­la al bien, es una especie de barrera que oponemos a aquellas fuerzas que no permiten que alcancemos algo bueno o justo.

El objeto o finalidad de la virtud de la fortaleza, nos dice Adolphe Tanquerey, es reprimir los movimiento­s de temor, que tienden a paralizar nuestros esfuerzos hacia el bien y, moderar la audacia que, sin ella, degenerarí­a fácilmente en temeridad. Sus actos son dos, soportar o sufrir y emprender o acometer cosas difíciles; lo que esta virtud hace en nosotros es que nos da fuerza para correr tras el bien difícil, sin detenerse por el miedo, en otras palabras, hacer lo que debe hacerse a pesar de las dificultad­es.

Ciertament­e en el camino que debemos seguir, hay muchos obstáculos que vencer, tanto para alcanzar nuestro fin particular y fin último de todo ser humano. La fortaleza es importante arraigarla desde pequeño; es fácil descubrir cuando una persona no posee esta virtud: se desmoraliz­a fácilmente ante las dificultad­es, se doblega ante las murmuracio­nes, en otras palabras, se encorva por lo que conocemos como respetos humanos, contempori­za con las personas en el error para no caer de su gracia, antes que conflictua­rse prefiere estar en el ánimo de sus amigos en los que ve un provecho o beneficio personal; entonces se aparta de cumplir con su deber por el qué dirán. En fin, sin lucha no hay victoria, cierro con una frase de Tomas de Kempis: el que no se domina en lo pequeño ¿cómo se vencerá en lo grande?

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico