Mya, Edith y Rolis, JUSTICIA DORMIDA
Por la muerte de Edith, el responsable que conducía en estado de ebriedad y le provocó la muerte a principios de semana en Juárez saliendo de la escuela, Eliot Daniel, deberá pagar 30 mil pesos en un mes. Por el fallecimiento de Rolis, muerto en otro accidente automovilístico, pero aquí en la ciudad, incluyendo atenciones hospitalarias, la caución que pagó la responsable, Mónica Lilia, fue de 450 mil pesos. Nada.
La indemnización por muerte ronda en estos momentos los cinco mil días de salario mínimo, de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, lo que significa algo así como 1 millón 300 mil pesos en Juárez, partiendo de un salario mínimo de 260 pesos; y aquí en la capital, podríamos muy bien calcular ese monto en 860 mil, en razón de un salario mínimo vigente de 172 pesos diarios.
Están muy lejos las cifras establecidas de manera preliminar por los encargados de impartir justicia, y aceptadas –hasta este momento- por los ministerios públicos encargados de exigir las medidas cautelares proporcionales al daño causado, tutelando los derechos de las víctimas.
Es dura realidad en la cual pareciera que los victimarios tienen muchos más derechos que las víctimas, escudados en la presunción de inocencia, minoría de edad o la naturaleza imprudencial del delito, todos estos elementos que podrán estar muy apegados a la ley, pero están lejos de tener una significancia justa para la sociedad.
Son tiempos en los que pudiera pensarse que ser víctimas constituye una doble fatalidad, por resentir el desdén de la autoridad judicial al tiempo del sufrimiento por daño injusto inferido de manera violenta, inesperada, con el pavoroso, insoportable shock familiar.
En este contexto, imposible convencer de que hay justicia a los padres y seres queridos de Edith y Rolis –como cariñosamente le llamaban a Rolando-, ambos menores de edad, cuando quienes provocaron su muerte hoy están libres como si nada hubiera ocurrido.
El lamentable accidente del que fueron víctimas y les arrebató la vida ocurrieron; en el caso de ella, en Ciudad Juárez al salir del Cecytech en la Ciudad del Conocimiento; y en el caso de él, cuando inocentemente conducía rumbo a su casa en esta ciudad. Le faltaban para llegar unas cuadras apenas.
En el velorio de la jovencita Edith, el padre de ella no pudo aguantar la desesperación y el coraje por lo acontecido, por la muerte de su pequeña y por la decisión del juez de control, que con 30 mil pesos, y en abonos, dejó salir al responsable, también menor de edad, pero con el agravante de algún grado de ebriedad y la conducción torpe, porque hacia círculos patinando el auto, cuando alrededor caminaban otros estudiantes.
El caso de Rolis no es muy diferente. Hemos visto muchas veces las duras imágenes de la Lobo brincando el cordón de la transitada Río de Janeiro, cayendo encima de la SUV que conducía el jovencito, con su tonelaje de camión, e impactando otro vehículo más, y no nos explicamos qué ocurrió. Hay versión de un ataque epiléptico, de un calambre en la pierna de tal magnitud que llevó a la conductora a pisar el acelerador.
Habrá periciales de ingeniería de vialidad para deslindar responsabilidad, porque la troca alcanzó los 130 kilómetros por hora, velocidad mortal. Los resultados en esa loca carrera debieron ser mayores todavía, porque en esa vialidad hay mucho tránsito peatonal y vehicular, así como múltiples negocios en ambos lados de la calle.
Por lo pronto no hay alcohol en la sangre de la responsable, un agravante menos en el terrible accidente, pero los 450 mil pesos depositados por decisión judicial como garantía son igual burla, porque hay más lesionados, daños, y el incalculable dolor por la muerte de Rolis.
“Tras perder un ser querido, un sobrino surgen sentimientos de tristeza e impotencia y duele, duele mucho el corazón…fuiste un niño amoroso, bueno, alegre, inquieto, sano, bondadoso, súper inteligente y muy, muy generoso… teníamos mucha Fe en que te recuperarías y pedimos, oramos … pero los designios eran otros, estuviste en el lugar y momento equivocado mi niño, ya por llegar a casita y algo inesperado ocurrió, que tenemos que aprender con esto, nada, nada porque no merecías irte tan joven Rolis estando tan lleno de vida…”.
Es la publicación de una tía del jovencito Rolis, Rolando, en redes sociales. De ahí tomamos una foto de él. Fue velado y sepultado al día siguiente. La muerte, que por el video debió ser instantánea, tardó horas en llegar, luchó por su vida hasta el último minuto. Edith no tuvo esa oportunidad. Su muerte llegó sin darse apenas cuenta. Ella tampoco merecía ese destino.
Retratan estos casos, con toda crudeza, la falta de sensibilidad de los jueces para con las víctimas de delito y sus familias. Habría que preguntarse dónde están, ya no sólo la empatía hacia quienes sufren, sino las leyes que deberían ser garantía de justicia.
Aún y a pesar de que existían todos los elementos para que los responsables enfrentaran, si no la cárcel, sí sanciones con medidas cautelares más severas, el tribunal les concedió la libertad con mínimas exigencias.
Están sin duda a prueba el sistema judicial y el ministerio público –saturado de casos sobre el escritorio-, para responder a la exigencia de que no queden los casos impunes.
Entendemos que viene el juicio, que con seguridad será abreviado, y que el caso de aquí es diferente que el de Juárez por el alcohol, y que en la sentencia habrá de determinarse la reparación integral del daño –con el pequeño gran detalle de que no hay seguro en los autos-, pero son aspectos que en la particularidad del tecnicismo terminan siendo una cortina de humo.
Venimos de ver como sociedad un tercer caso emblemático –guardadas las grandes diferencias por el dolo en las lesiones-, que ha estado presente en las últimas semanas, el de Mya, quien sobrevivió de manera milagrosa al ataque de su expareja ocurrido en la ciudad de Camargo.
Recibió ella la increíble cantidad de 47 puñaladas. Hoy es la voz llena de indignación que clama por castigo, para su victimario, favorecido por criterios y leyes inexplicables que lo tuvieron en libertad, luego prófugo por inasistencia a una audiencia, y finalmente libre con amparo bajo el brazo.
Están ahí los artículos primero constitucional, el 13, el 14, el 16, 18, 19, 20, 21 y 22, con derechos humanos para todas las personas sin distingo alguno, con prohibición de tribunales especiales y justicia por propia mano, el debido proceso, los límites de la prisión preventiva y una larga descripción garantista en favor de las víctimas, interpretadas a veces con laxitud que da miedo.
A kilómetros de distancia ocurrieron estos hechos descritos, 350 de Juárez a Chihuahua, 130 de Chihuahua a Camargo, pero hay en ellos de manera lamentable una línea idéntica que genera una idea de beneficios a los victimarios y castiga, revictimiza, a quienes injustamente deben soportar el dolor e irreparable pérdida de un ser querido, o daños cuyas cicatrices podrán ser arrancadas con cirugía estética, pero la herida seguirá ahí presente, por años y años.
Hemos visto muchas veces las duras imágenes de la Lobo brincando el cordón de la transitada Río de Janeiro, cayendo encima de la SUV que conducía el jovencito