¿Existirá la afabilidad y la honestidad en una sociedad confrontada?
La posibilidad de poder acceder a nivel global y de manera inmediata, a múltiple información que no necesariamente es veraz y bien intencionada, que de manera fugaz se va sustituyendo una con otra, y de la que además no es factible identificar con toda certeza su autoría, ha contribuido a propiciar enconos entre propios y extraños.
Desgraciadamente, actuamos como autómatas y replicamos sin análisis y reflexión, todo lo que recibimos en nuestro desaprovechado intelecto, dejándole ese trabajo a la inmediatez de un pensamiento digital, procesado principalmente por un teléfono celular o una computadora.
Cierto es que el tener una manera de pensar propia, una voluntad individual, nos permite y da derecho a tomar nuestras propias decisiones, así como de apoyar o rechazar posturas ajenas sobre tal o cual tema.
Lamentable es —y ha sido— cuando eso se convierte en una confrontación sin ánimo de dialogar razonadamente, y nos importa más la descalificación y el descrédito sin sustento objetivo e informado, obrando así en forma irresponsable. Llegamos a creer y a defender como impolutos a nuestros intereses y/o personas afines, y como sucio o perverso a todo lo que es contrario. No hay términos medios y nos sentimos dueños de la verdad, sin que nos sea dable aceptar la posibilidad de estar equivocados, aunque tengamos fuertes dudas sobre el particular.
En los últimos años, pero sobre todo en los últimos meses y semanas, han prevalecido en el ánimo colectivo ciertos temas que han provocado una fuerte animadversión entre los mexicanos: la recientemente aprobada reforma electoral, así como el caso García Luna.
En el primer asunto, se ha argumentado por quienes están en contra, entre diversas cuestiones, que Instituto Nacional Electoral (INE) desaparecerá o que su autonomía se encuentra en peligro, y que por ende transitaremos a un régimen dictatorial. Que la emisión de la credencial de elector quedará en manos del Poder Ejecutivo Federal a través de la Secretaría de Gobernación, además de que está en riesgo nuestro derecho a sufragar.
Esa reestructuración del INE a la que obliga la citada reforma —y que de una u otra manera afectará a muchos trabajadores—, no en todos los casos es perjudicial, ya que permitirá un adelgazamiento de áreas en donde sí es necesario, pero resultando un tanto desfavorable con la supresión de los órganos electorales colegiados conocidos como juntas ejecutivas distritales, lo cual no implica la desatención institucional en los 300 distritos electorales, pero sí el prescindir de personal especializado.
Después de haber leído y conocido la iniciativa que se aprobó hace unos días con el llamado Plan B, definitivamente no me queda claro a qué se refieren quienes hacen aseveraciones en contra del mismo, pues más bien veo desconocimiento y exageración (salvo que en su aprobación haya habido alguna modificación adicional a la supresión del artículo 12). Pudiera haber diferencias o criterios distintos con la reforma que nos ocupa, lo que definitivamente es válido, pero veo que se está apegado a la realidad en muchos aspectos. De aquí mi respetuoso y atento exhorto para que, con el propósito de que tengamos un conocimiento directo y responsable del tema en cuestión, y así estar en condiciones de apoyarlo o rechazarlo, según sea el caso, pues nos avoquemos a solicitar que se nos proporcione toda la información correspondiente (o sea el texto íntegro de lo que fue aprobado), evitando los sesgos que nos ofrecen personas o grupos con quien sabe qué propósitos. Seguramente durante esta semana ya deberá estar publicado en el Diario Oficial de la Federación.
Por otro lado, se encuentra lo relativo al caso de Genaro García Luna, del que ya fue declarado culpable en una corte estadounidense, quedando pendiente la determinación de la pena que deberá purgar. Es de destacar, que no fue juzgado en México, sino en el país que tiene fama de ser el más democrático del orbe, y en el que hasta a presidentes en funciones han sentado en el banquillo de los acusados.
De este segundo asunto, considero desafortunado e irrespetuoso que se quiera utilizar para ofender y provocar a quienes se han manifestado contrarios a la citada reforma electoral, haciendo ver que también llevan la misma culpabilidad que ese malogrado personaje de la política mexicana. Se ha llegado al absurdo de afirmar que, con la llamada defensa del INE, también se está defendiendo la inocencia de García Luna. Seamos sinceros, y que en este caso tampoco reine la tergiversación.
Ahora bien, indiscutiblemente existe en el mexicano, en el ser humano en general, una marcada nobleza y disposición para interactuar y servir a los demás, pero de pronto intereses extraños (por llamarles de alguna forma) se interponen y nublan nuestra razón, creando e impulsando vergonzosos enconos no sólo en la sociedad, sino también en las familias, amigos y compañeros de trabajo. Por supuesto que hay un lado afable y honesto en cada uno de quienes habitamos esta extraordinaria nación, pero debemos sacudirnos a esos malintencionados que por conveniencia quieren vernos conflictuados.
Para lograr la armonía de los mexicanos, muy pertinente sería promover y practicar los principios y valores que deberían dar sustento a nuestra inacabada democracia (y de los que paradójicamente deberían ejercerse en la defensa del INE), entre los que se encuentran: la tolerancia, la pluralidad, la honestidad, la confianza, el diálogo, la información, la veracidad, la solidaridad, la objetividad, la imparcialidad, el respeto, la justicia, la legalidad, la responsabilidad, etc.
Al igual que en otras ocasiones, y como un deseo personal hacia los mexicanos, nuevamente invoco ese “hermoso sueño” pretendido por Ikram Antaki con su Manual del Ciudadano Contemporáneo, al visualizar que: “…un día nos volvimos por fin un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador, dignificador, del Estado; protegimos la República, que es la madre, para poder amar la democracia, que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes. Los maestros volvieron a ser los arquitectos, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchina y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio. Dimos lugar y respeto al trabajo y entendimos que el conformismo puede disfrazarse de revolución. Despreciamos el recurso de la violencia. Los medios de comunicación prefirieron ser antipoder, a ser un nuevo poder abusivo. Un día nos pusimos a construir una civilización original y tolerante…”.
Luchemos por un país unido en el que, por sobre cualquier interés de unos cuantos, prevalezca la búsqueda sincera y decidida de un mejor presente y futuro para todos los mexicanos.
¡Pongamos la voluntad y el corazón por delante!