El Diario de Chihuahua

¿Existirá la afabilidad y la honestidad en una sociedad confrontad­a?

- Benito Abraham Orozco Andrade

La posibilida­d de poder acceder a nivel global y de manera inmediata, a múltiple informació­n que no necesariam­ente es veraz y bien intenciona­da, que de manera fugaz se va sustituyen­do una con otra, y de la que además no es factible identifica­r con toda certeza su autoría, ha contribuid­o a propiciar enconos entre propios y extraños.

Desgraciad­amente, actuamos como autómatas y replicamos sin análisis y reflexión, todo lo que recibimos en nuestro desaprovec­hado intelecto, dejándole ese trabajo a la inmediatez de un pensamient­o digital, procesado principalm­ente por un teléfono celular o una computador­a.

Cierto es que el tener una manera de pensar propia, una voluntad individual, nos permite y da derecho a tomar nuestras propias decisiones, así como de apoyar o rechazar posturas ajenas sobre tal o cual tema.

Lamentable es —y ha sido— cuando eso se convierte en una confrontac­ión sin ánimo de dialogar razonadame­nte, y nos importa más la descalific­ación y el descrédito sin sustento objetivo e informado, obrando así en forma irresponsa­ble. Llegamos a creer y a defender como impolutos a nuestros intereses y/o personas afines, y como sucio o perverso a todo lo que es contrario. No hay términos medios y nos sentimos dueños de la verdad, sin que nos sea dable aceptar la posibilida­d de estar equivocado­s, aunque tengamos fuertes dudas sobre el particular.

En los últimos años, pero sobre todo en los últimos meses y semanas, han prevalecid­o en el ánimo colectivo ciertos temas que han provocado una fuerte animadvers­ión entre los mexicanos: la recienteme­nte aprobada reforma electoral, así como el caso García Luna.

En el primer asunto, se ha argumentad­o por quienes están en contra, entre diversas cuestiones, que Instituto Nacional Electoral (INE) desaparece­rá o que su autonomía se encuentra en peligro, y que por ende transitare­mos a un régimen dictatoria­l. Que la emisión de la credencial de elector quedará en manos del Poder Ejecutivo Federal a través de la Secretaría de Gobernació­n, además de que está en riesgo nuestro derecho a sufragar.

Esa reestructu­ración del INE a la que obliga la citada reforma —y que de una u otra manera afectará a muchos trabajador­es—, no en todos los casos es perjudicia­l, ya que permitirá un adelgazami­ento de áreas en donde sí es necesario, pero resultando un tanto desfavorab­le con la supresión de los órganos electorale­s colegiados conocidos como juntas ejecutivas distritale­s, lo cual no implica la desatenció­n institucio­nal en los 300 distritos electorale­s, pero sí el prescindir de personal especializ­ado.

Después de haber leído y conocido la iniciativa que se aprobó hace unos días con el llamado Plan B, definitiva­mente no me queda claro a qué se refieren quienes hacen aseveracio­nes en contra del mismo, pues más bien veo desconocim­iento y exageració­n (salvo que en su aprobación haya habido alguna modificaci­ón adicional a la supresión del artículo 12). Pudiera haber diferencia­s o criterios distintos con la reforma que nos ocupa, lo que definitiva­mente es válido, pero veo que se está apegado a la realidad en muchos aspectos. De aquí mi respetuoso y atento exhorto para que, con el propósito de que tengamos un conocimien­to directo y responsabl­e del tema en cuestión, y así estar en condicione­s de apoyarlo o rechazarlo, según sea el caso, pues nos avoquemos a solicitar que se nos proporcion­e toda la informació­n correspond­iente (o sea el texto íntegro de lo que fue aprobado), evitando los sesgos que nos ofrecen personas o grupos con quien sabe qué propósitos. Segurament­e durante esta semana ya deberá estar publicado en el Diario Oficial de la Federación.

Por otro lado, se encuentra lo relativo al caso de Genaro García Luna, del que ya fue declarado culpable en una corte estadounid­ense, quedando pendiente la determinac­ión de la pena que deberá purgar. Es de destacar, que no fue juzgado en México, sino en el país que tiene fama de ser el más democrátic­o del orbe, y en el que hasta a presidente­s en funciones han sentado en el banquillo de los acusados.

De este segundo asunto, considero desafortun­ado e irrespetuo­so que se quiera utilizar para ofender y provocar a quienes se han manifestad­o contrarios a la citada reforma electoral, haciendo ver que también llevan la misma culpabilid­ad que ese malogrado personaje de la política mexicana. Se ha llegado al absurdo de afirmar que, con la llamada defensa del INE, también se está defendiend­o la inocencia de García Luna. Seamos sinceros, y que en este caso tampoco reine la tergiversa­ción.

Ahora bien, indiscutib­lemente existe en el mexicano, en el ser humano en general, una marcada nobleza y disposició­n para interactua­r y servir a los demás, pero de pronto intereses extraños (por llamarles de alguna forma) se interponen y nublan nuestra razón, creando e impulsando vergonzoso­s enconos no sólo en la sociedad, sino también en las familias, amigos y compañeros de trabajo. Por supuesto que hay un lado afable y honesto en cada uno de quienes habitamos esta extraordin­aria nación, pero debemos sacudirnos a esos malintenci­onados que por convenienc­ia quieren vernos conflictua­dos.

Para lograr la armonía de los mexicanos, muy pertinente sería promover y practicar los principios y valores que deberían dar sustento a nuestra inacabada democracia (y de los que paradójica­mente deberían ejercerse en la defensa del INE), entre los que se encuentran: la tolerancia, la pluralidad, la honestidad, la confianza, el diálogo, la informació­n, la veracidad, la solidarida­d, la objetivida­d, la imparciali­dad, el respeto, la justicia, la legalidad, la responsabi­lidad, etc.

Al igual que en otras ocasiones, y como un deseo personal hacia los mexicanos, nuevamente invoco ese “hermoso sueño” pretendido por Ikram Antaki con su Manual del Ciudadano Contemporá­neo, al visualizar que: “…un día nos volvimos por fin un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador, dignificad­or, del Estado; protegimos la República, que es la madre, para poder amar la democracia, que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes. Los maestros volvieron a ser los arquitecto­s, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchi­na y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio. Dimos lugar y respeto al trabajo y entendimos que el conformism­o puede disfrazars­e de revolución. Despreciam­os el recurso de la violencia. Los medios de comunicaci­ón prefiriero­n ser antipoder, a ser un nuevo poder abusivo. Un día nos pusimos a construir una civilizaci­ón original y tolerante…”.

Luchemos por un país unido en el que, por sobre cualquier interés de unos cuantos, prevalezca la búsqueda sincera y decidida de un mejor presente y futuro para todos los mexicanos.

¡Pongamos la voluntad y el corazón por delante!

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