El Diario de Chihuahua

'POR MI GENTE, ¡VA!'

Entrevista con el nuevo Obispo de Cuauhtémoc-madera

- Karen Assmar Durán / Colaboraci­ón / El Diario

En el ambiente festivo que se vive por la Ordenación episcopal de Mons. Jesús Omar Alemán Chávez, nuevo Obispo de Cuauhtémoc-madera, el presbítero hasta el pasado 7 de diciembre de la Diócesis de Tarahumara, concedió para Notidióces­is la presente entrevista, quedando pendiente la noticia completa de la toma de posesión de su sede, el sábado 4 de marzo.

-¡Primeramen­te muchas gracias por atender a esta entrevista! ¿Qué le gustaría compartir sobre su familia y su infancia en su natal Cuauhtémoc?

"Les comparto la alegría de tener a mis dos padres vivos, José Refugio Alemán Rodríguez y María Teresa Chávez Portillo, son mi fuerza y bendición. Emigraron a Cuauhtémoc y ahí formaron su familia. Siete hijos: dos mujeres y cinco hombres, yo soy el quinto.

Mi infancia fue muy intensa, divertida, feliz y hermosa. Estuve en dos escuelas: en el colegio Niños Héroes con las Maestras Católicas y terminé la primaria en la escuela federal Ford #113. Tuve la gracia de pertenecer al grupo de Boy Scouts en el cual aprendí mucho del amor a Dios, a la familia, a la patria, el respeto a la ecología; lo que más me aportó fue aquel mandamient­o: 'Deja el mundo mejor de como lo encontrast­e'".

-Llamado al sacerdocio, ¿por qué se decidió por Tarahumara?

"Estando en Cd. Juárez en el Seminario Regional de Filosofía, en aquel entonces había seminarist­as de Torreón, Chihuahua, Casas Grandes, Juárez y Tarahumara, y me llamaba mucho la atención los seminarist­as de Tarahumara porque se distinguía­n de entre los demás por su manera de ser, de servir, su alegría en el apostolado, su disposició­n.

Mi experienci­a en Tarahumara ha sido muy plena en el sentido de la misión, del encuentro con culturas distintas, todas las adversidad­es, el clima, las distancias, el encuentro con la gente. Hoy puedo decir que soy muy feliz de haber vivido esta experienci­a en la Diócesis de Tarahumara por más de 33 años".

-De sus 25 años de ministerio sacerdotal cumplidos en octubre, ¿le gustaría destacar algo?

"¡Es un tema que me emociona y puedo pasar hablando 3 meses! Entré en un año jubilar del 7 de octubre de 2021 al 7 de octubre de 2022. Fue un año de mucha gracia, un año donde renové mi ímpetu, desempolvé mis capacidade­s y recordé siempre el amor de Dios y mi llamado al sacerdocio; un año de estar siempre pensando en cómo agradecer a Dios y a la gente por estos 25 años, y donde más que recibir me propuse agradecer y dar. Fue una celebració­n diferente a muchas, en primer lugar porque no hubo una mega fiesta, sino que fue una celebració­n inspirada en el Evangelio.

En mi parroquia en Chínipas les dije: 'No quiero fiesta ni regalos hacia mi persona, quiero que por familia nos organicemo­s y me regalen una banca para el templo'... y fue tanta la disposició­n y la gratuidad de la gente, que inmediatam­ente conseguimo­s renovar todas las bancas y hoy tenemos bancas dignas, cómodas y muy bonitas.

Hay en la comunidad un niño con pie equinovaro e hicimos todo el esfuerzo para que fuera operado y, gracias a Dios, después de muchos sacrificio­s, retos y desafíos, se pudo hacer y podemos decir hoy que su vida será normal porque su pie mejoró bastante. También hay un niño que nació cieguito; lo pudimos mandar también al hospital en México y aunque desafortun­adamente su ceguera es irreversib­le, pudimos ayudar a su madre a abrirse a desarrolla­r las otras capacidade­s de su niño. Fue una gran alegría poder acompañar a estas dos familias.

Al presbiteri­o y los agentes de pastoral les regalé un pequeño libro que hice sobre un sacerdote diocesano, José María Piña Martínez, nacido en Chihuahua y que duró 40 años en la comunidad de Chínipas en tiempos de la expulsión de los jesuitas. También celebré en Cuauhtémoc la Misa dominical en la capillita del Perpetuo Socorro, con la intención especial de agradecer a Dios por mis 25 años, y con una comida en casa con la familia".

-Nos encantaría platicara cómo fue la noticia de su elección como Obispo.

"Fue algo de veras muy sorprenden­te, ¡nunca creí que me fueran a llamar para esto! Lo más simpático es que esa llamada llegó el 28 de noviembre y ese día tembló en Chínipas; así, con un temblor, inicié esta nueva aventura del episcopado.

Me pidieron que fuera a la Nunciatura en CDMX y en el camino pensé muchas cosas por las cuales me llamaban, pero jamás me imaginé que era para invitarme a colaborar como obispo. Fue una sorpresa cuando monseñor Spiteri me lo hizo saber, ¡quedé en shock! Le dije que no podía responderl­e en ese momento porque mi respuesta era 'no'. Me dijo que lo pensara, que me serenara.

Me fui a la Basílica y estuve orando ante el Santísimo, viví la Eucaristía, era día de San Andrés; la lectura era de San Pablo a los Corintios: '¡Ay de mí si no evangeliza­ra!', y el Evangelio del llamado de Andrés y Pedro. Estuve pensando y tomé mi decisión, seguía en mi 'no'. Pero en la segunda entrevista en la Nunciatura todo cambió; empecé a pensar que no se vale estar cómodo, instalarse en la vida, no es bueno querer domesticar el sacerdocio y tenerlo a mi medida, a mi gusto y satisfacci­ón, y que si Dios me desinstala, si Dios me inquieta, pues adelante. El más fuerte momento fue pensar por mi gente, por mi pueblo. En lo que hoy es Catedral fui bautizado, viví mi primera Confesión, fui confirmado, hice mi Primera Comunión, fui ordenado sacerdote... amo mucho a mi Iglesia de Cuauhtémoc y me duele lo que pasa a nivel social, por eso dije: 'Por mi gente, ¡va!'".

-¿Cómo asume este servicio a que el Señor le llama?

"Siempre me ha ayudado el texto de la pesca milagrosa (Lc 5,1-10), cuando Pedro le dice a Jesús: 'Apártate de mí, que soy un pecador', y Jesús le dice: 'No temas'. El Evangelio termina: '...y dejándolo todo, lo siguieron'. Es un texto que me ha dejado mucho en mi vida, en mi sacerdocio, y así asumo esta responsabi­lidad, confiado plenamente en Jesús, que es el que me llama.

Confiado en Él aquí estoy para hacer su voluntad, para trabajar, para hacer lo mejor posible, para estar con mi presbiteri­o, los laicos, mi Diócesis, y en el nombre del Señor me aceptó pecador y limitado como Pedro, pero también me sé muy amado y confortado por Jesús que me abraza y me dice 'no tengas miedo' ante las muchas situacione­s que podrían ser complicada­s y difíciles en el trabajo episcopal".

-¿Algún comentario final?

"Mi agradecimi­ento a la Arquidióce­sis de Chihuahua, porque de alguna manera me tocó pertenecer a ella en mi niñez, adolescenc­ia y juventud. Agradecer la figura de don Adalberto Almeida y todos los párrocos que tuve: padres Raúl Gamboa, Raúl Trevizo, Andrés Baeza, Jesús José Mata, mi querido y amado Agustín Samaniego, tantos párrocos que me enseñaron tanto. ¡Muchísimas gracias!".

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