El idiota del ombligo
"Por los signos de los tiempos, por la tecnología y el ecosistema digital que vivimos, estamos estacionados en una sociedad adolescente. Por nuestras adicciones y hábitos digitales todos somos adolescentes. Y somos adolescentes porque adolecemos de principios y valores, adolecemos de fe y esperanza, adolecemos de amor por la sabiduría y la verdad"
El libro Generación Idiota, de entrada, exhibe un título muy fuerte, pero no tiene una referencia única o especial para los niños-jóvenes que están en la etapa de adolecer (de ahí el término adolescencia) de muchas cosas y por lo tanto, sin la madurez suficiente. El autor considera que es la generación que actualmente gobierna las diferentes actividades humanas, como la cultura, política, cambios en el lenguaje, modas y ha impulsado un mercado de consumo.
Desde la antigua Grecia, manejaban las palabras de “tontos” o “necios” a los que no participaban en la polis (comunidad política) pues no estaban enterados de lo que pasaba a su alrededor. Luego usaron el término idiotes que significaba lo que es “propio”, lo que idiota vino a representar “aquellos que viven su vida privada sin mayor contacto con la realidad externa al estrecho espacio que habitan”.
El filósofo español José Ortega y Gasset en su famoso tratado del hombremasa describía al típico idiota, al que solo piensa en él, una hombre de “cabeza tosca”, “hecho de prisa”, “a la deriva, “mimado” y “poco inteligente”.
Y dice Laje: “el idiota del siglo XXI se ha digitalizado. Vive sobre todo en un mundo digital que le demanda una constante representación de sí mismo”. Vivimos para las redes sociales, nos reverenciamos ante la tecnología digital, desarrollamos una codependencia de las herramientas digitales, tenemos una nueva adicción, que no la ocultamos sino al contrario, la exhibimos y presumimos públicamente.
Cuando vaya por la calle, en un centro comercial o en una reunión social, observe y cuantifique cuántas personas están atentas a su celular. Desde niños hasta viejos, rehenes de una celularmanía.
La humanidad ha pasado por varias etapas con sus respectivas características: los viejos que eran los sabios y abuelos que con sus consejos y conducción guiaban las familias y sociedades. Aunque la fuerza estaba en los jóvenes, la sabiduría radicaba en los viejos.
Las tribus son muestra de ello, donde los ancianos tenían el monopolio de la autoridad y control de las decisiones. Ahora “la técnica -tecnología- reemplaza a la magia, los nuestros buscan la eterna juventud no en aguas mágicas, sino con arreglo a cirugías, cremas, prótesis, medicina regenerativa, ácido hialurónico, masajes reafirmantes y tonificantes, radiofrecuencias, ultrasonidos, láser y Photoshop”.
La segunda etapa, según este autor, es de los adultos que fueron ocupando los lugares vacíos de los viejos, se fueron eliminando la sabiduría y la soberbia empezó a suplirla. Nos fuimos quedando a oscuras y se eliminó a Dios en un desorientación radical. Ahora pagamos parte del precio.
Con la llegada de internet la sociedad fue adquiriendo una cultura de uniformidad. Si antes teníamos comportamientos diferentes, actitudes y hábitos que nos distinguían unos de otros, ahora el uso del celular nos ha hecho iguales a todos, salvo la diferencia del modelo, color y costo del teléfono.
Internet nos homogeneizó a todos, nos hizo iguales, rompió la individualidad e intimidad de cada uno de nosotros. Nos uniformó quedando todos cortados con la misma tijera. Y de espectadores nos convertimos en emisores y receptores con la novedad de que los adultos dejaron de producir contenidos; los niños y jóvenes asumieron el papel de crear y subir contenidos por internet y fueron creando una nueva cultura de las cuales, viejos y adultos cedieron por desventaja ante la habilidad de las nuevas generaciones, de tal manera que hasta niños pueden ser productores de comunicación de masas.
Laje dice que estamos viviendo una sociedad adolescéntrica, porque quien fija la forma y el contenido de la cultura hoy es el adolescente, porque domina los dispositivos que la determinan. Las redes sociales y los medios digitales han encontrado en el adolescente su mejor usuario.
Los adolescentes y hasta los niños, resuelven los problemas de tecnología de los padres. Para cualquier aplicación, aun sin conocerla, logran resolver cualquier duda de los adultos y viejos. La razón, dice el autor, es por su pasión por lo nuevo, la adaptabilidad tecnológica prácticamente automática, compulsión publicitaria de la propia vida, deseo irrefrenable de ser visto, inestabilidad entre la necesidad de pertenencia y la de una individualidad auténtica. El mejor ejemplo, es Mark Zuckerberg que sólo contaba con 19 años cuando ideó Facebook.
Los jóvenes en esta época superan a los padres y a los maestros en cuestión tecnológica y manejo de redes. Eso les ha dado superioridad y control y el concepto de cultura, ha eliminado tradiciones, herencia y todo lo que huela a pasado. El resultado es que ahora el paradigma de que lo viejo es malo y lo nuevo es bueno ha destrozado lo clásico con la lógica que, por ser viejo, es malo. Esto ha dañado al concepto de clásico, que en lugar de considerar que persiste por ser tan bueno, lo identifican con lo antiguo, viejo, anquilosado y por lo tanto, pasado de moda.
En el mundo adolescéntrico, el adulto representa para los adolescentes, varias carencias como falta de flexibilidad, mientras que ellos son permisibles de todo y toleran cualquier cosa por temor a entrar en conflicto personal y con los demás.
Para el adolescente, el adulto no tiene las habilidades tecnológicas que él tiene, ni se adapta a todos lo novedoso, está fuera de onda. Los maestros y guías para el adulto son personas que les llaman sabias, mientras que para los adolescentes sus ejemplos a seguir son chavos iguales que ellos, llamados celebrities e influencers adolescentes.
Si bien, el término idiota puede resultar fuerte para algunas personas, la aplicación que hace Agustín Laje es que el idiota mira su ombligo, que equivale a miramos nuestro ombligo al estar solo concentrados en likes o en selfies fomentando un narcisismo atroz y degradante. Somos una sociedad ensimismada que solo nos queremos ver a nosotros mismos. Le llama idiotismo contemporáneo que “pretende dominar lo social en tal medida que otorga a sus emociones un valor de verdad absoluta. Sus emociones “donde éstas no se miden en términos de verdad o mentira: las emociones se sienten o no, por ello son incapaces de determinar una verdad más allá de sí mismas. El resultado es que el idiota posmoderno pretende que todo lo que él siente determina la realidad.
Analia Plaza desde el 2014 ya se planteaba varios interrogantes como ¿qué hace internet con nuestra mente?, ¿se carga nuestra memoria o la mejora?, ¿nos hace tontos o listos?, ¿nos distrae?, ¿nos satura de información?, ¿nos convierte en superficiales?, ¿en antisociales?, ¿en seres que se preocupan más de compartir la foto del desayuno que el desayuno en sí?
El dilema ha seguido tomando fuerza con dos variantes: ha seguido creciendo desproporcionadamente el uso de las redes sociales a nivel global y sigue llegando la señala a lugares apartados del mundo como signo de progreso y comunicación, y por otro lado, se han creado comunidades y conciencia sobre el daño al cerebro al usarlo menos.
Mientras que en 2008 se decía que internet te hacía más tonto y además te distraía, en 2014 la reacción fue que internet te hacía más listo. Generacionalmente esto puede tener una justificación según la edad, lo que explica los principios del nómada o el nativo digitales: el que arribó al ecosistema digital y el que nació en ese ambiente. El enfoque será según su experiencia.
Los viejos y sabios son nómadas digitales y sus consejos y enseñanzas se quedan en sus corazones y recuerdos nostálgicos; los adolescentes son los nativos digitales que creen que el mundo en el que nacieron siempre ha sido así. Simplemente no llegan a concebir cómo se vivió años atrás sin internet o redes sociales.
Por los signos de los tiempos, por la tecnología y el ecosistema digital que vivimos, estamos estacionados en una sociedad adolescente. Por nuestras adicciones y hábitos digitales todos somos adolescentes. Y somos adolescentes porque adolecemos de principios y valores, adolecemos de fe y esperanza, adolecemos de amor por la sabiduría y la verdad. No es culpa de los adolescentes, ellos nacieron en el momento que les correspondía.
El problema somos nosotros la sociedad vieja y adulta que ahora perdemos el tiempo viéndonos el ombligo.