Hijos desechables
Cuando una relación de noviazgo entre adolescentes y jóvenes, se lleva a cabo siguiendo los pasos correspondientes, esto es, el ir conociéndose durante varios meses o años, igualmente conocer y convivir con ambas familias, para de ahí decidir el momento adecuado para formalizar la relación a través del matrimonio (civil y religioso), eso es lo que ha funcionado para consolidar familias y hogares llenos de armonía y amor.
De una relación como la señalada, no podemos afirmar que exista el matrimonio y/o los padres perfectos, pero sí una familia dispuesta a salir adelante de las vicisitudes que se vayan presentando, anteponiendo la preservación y no la extinción de la misma. A papá y a mamá los mueve el bienestar no nada más de ellos dos, sino también de sus hijos, por lo cual están dispuestos a esforzarse para que en el hogar no falte nada, sea material o emocional.
En un matrimonio como el anterior, los hijos cuentan, y a ellos se les dedica el tiempo que sea necesario para formarlos adecuadamente, con principios y valores, pero sobre todo con amor, para que sean hombres y mujeres de bien, que aporten cosas positivas a la sociedad en general. No individualistas ni egoístas, sino solidarios con los demás.
En esas familias como las antes referidas, los padres y los hijos mantienen su amor, convivencia, preocupación y ocupación mutua por siempre, y trascienden a nietos y bisnietos. Excepciones a todo lo citado anteriormente las hay, pero siguen siendo la gran mayoría las familias que continúan prevaleciendo positivamente en las condiciones anotadas.
Lamentablemente, las nuevas generaciones se quieren “comer el mundo” de una sola vez, pretendiendo tener todas las experiencias posibles al momento, y no tener que esperar para probar si algo vale la pena o no. Ahora todo lo ven como desechable, como algo que después de unos momentos o días ya no interesa o ya no sirve. De la misma forma, difícilmente se comprometen en una relación duradera con alguien más, pues las nuevas tecnologías posibilitan iniciar o concluir, cuando se desee, una relación “virtual” de la naturaleza que sea.
En ese desinterés por mantener relaciones perdurables con alguien más, se llegan a entablar intercambios emocionales y sexuales pasajeros, ya sea porque ambos así lo decidieron, o porque ante la falta de formalización de la relación, terminan cuando ya se les pasa la novedad o se apagó ese disfrute sexual.
El problema se presenta, y de manera muy grave, cuando de un matrimonio, concubinato y/o relación emocional-sexual llevados a la ligera, irresponsablemente y sin los cimientos adecuados, surgen hijos no deseados por los dos o uno de los padres, derivando en un futuro muy incierto para los vástagos.
Resulta muy triste ver cómo en los tribunales se pelean la patria potestad de los hijos (cuando tuvieron a bien reconocerlos papá y mamá), siendo algo muy complicado para los menores, sin importarles eso a ambos o a uno los progenitores. En no pocos casos se hace indispensable ese desprendimiento legal, ya no digamos de uno de ellos, sino de ambos padres, con lo que el devenir de los niños o adolescentes en cuestión se hace más incierto.
El destino de los hijos puede ser además de la carencia de afecto, el de una ausencia de los recursos económicos y materiales suficientes para su buen desarrollo, que implican una adecuada educación, vivienda, salud, vestimenta, esparcimiento, etc. El extremo lamentable sería, el de la carencia de un hogar.
Es así que muchos menores terminan como pedigüeños en las calles, y a la postre en actividades ilícitas como modus vivendi. También hay quienes tienen como destino algún albergue público o privado, en donde difícilmente pueden tener todo lo que requieren para su sano desarrollo, principalmente el aspecto afectivo.
El individualismo y la ligereza con la que estamos llevando a cabo la relación con los demás, ha provocado que muchísimas personas se vean afectadas por esa falta de solidaridad, responsabilidad y compromiso, y en el delicado asunto que nos ocupa, son con quienes se tiene una relación consanguínea a los que se les está perjudicando desmedidamente.
Esas niñas, niños y adolescentes, deberían tener rostros alegres, sonrisas inagotables, personas amorosas a su alrededor, pero, sobre todo, la certeza de un futuro prometedor que les permita realizar sus sueños. Aquí no aplica (o no debería aplicar) ningún derecho humano o argumento, tendiente a querer justificar relaciones sentimentales y/o sexuales que deriven en embarazos irresponsables (incluso adopciones), y que pretendan la permisibilidad de deshacerse o desconocer una relación filial.
Para que no haya esos hijos a los que se les dé el trato de “desechables”, es menester que como sociedad hagamos algo, pues “en el pecado llevamos la penitencia”, y seguimos destruyendo una colectividad en la que debería reinar la armonía y el interés por los demás. Debemos retomar y privilegiar los valores que por siglos han formado familias e individuos felices, y reconsiderar lo que estamos dando por válido y obligatorio para todos.
Esos niños y adolescentes valen mucho, y no merecen el presente que están viviendo, ni el futuro que les depara.
¡Actuemos ya para cambiar sus vidas!