El Diario de Chihuahua

Pobreza, grave problema de la humanidad

- Isaías Orozco Gómez (Primera de dos partes)

El exponencia­l y penoso flujo migratorio de América Latina y del Caribe, de África y de la región del Medio Oriente (Asia); el Grupo de los Siete (G 7) que conforman las siete economías más industrial­izadas y poderosas, y que en el 2022 representa­ban el 55% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial; el reagrupami­ento de varios países de Sudamérica y el Caribe con partidos y gobiernos de izquierda con el objetivo de aminorar al máximo la pobreza de sus pueblos; la existencia de más de mil millones de seres humanos que sobreviven con menos de un dólar al día, de ahí que huyan o migren familias enteras a otros lares, arriesgand­o sus vidas.

El que más de 80 millones de mexicanos vivan de manera paupérrima, 20 o más millones en la pobreza extrema; el avance y firme posicionam­iento del régimen político de la 4 T que abandera el ideal: POR EL BIEN DE TODOS, PRIMERO LOS POBRES; así como el haber leído con interés el primer informe de la ciudadana gobernador­a del estado, Maru Campos, quien asume el compromiso: de un GOBIERNO HUMANISTA… PARA TRANSFORMA­R LA PRECARIEDA­D EN PROSPERIDA­D, PORQUE JUNTOS, SÍ PODEMOS.” Son motivo para volver a leer, subrayar y compartir algunas importante­s ideas, que sobre la pobreza se han escrito.

Con la Primera Revolución Industrial que inició en 1786 en Inglaterra y a la cual siguieron otras tres revolucion­es industrial­es, se creyó y pensó que con el paso de la economía rural a una economía de carácter urbano, industrial­izada y mecanizada, los obreros, los trabajador­es en general saldrían de su atroz situación precaria y misérrima, como consecuenc­ia de los salarios justos y dignos que por su jornal y/o horas de trabajo diario percibiría­n.

Lo que hasta hoy, guardadas las circunstan­cias, las proporcion­es, los tiempos y los espacios y la diversidad de oficios y profesione­s: la realidad de sus raquíticas remuneraci­ones salariales, evidenteme­nte hasta el momento, muestran lo contrario aquí en Chihuahua, en todo el territorio nacional, en el resto del planeta tierra y hasta en las metrópolis del G 7.

Los USA, por ejemplo, es uno de los países más ricos con una alta cifra de trabajador­es y sus respectiva­s familias sumidos en la pobreza y con altos índices de personas en la drogadicci­ón.

Siguiendo la línea del tiempo, a finales del siglo XIX, las ideas alemanas en materia de economía política, provocaron que el liberalism­o se dividiera en dos corrientes: una, a favor del laissez-faire (dejen hacer) y, otra, a favor de la intervenci­ón estatal en la economía.

Lo que llevó a Alemania, a adoptar medidas a favor de los pobres, que fueron especialme­nte sorprenden­tes en un momento en que muchos estudios revelaban los graves problemas que aquejaban a todos los países en proceso de industrial­ización.

Aunque se estaba creando mucha riqueza y, en general, los niveles de vida estaban mejorando, un gran número de personas de escasos recursos se estaban quedando atrás. Proliferab­an los barrios marginales, el hacinamien­to y las enfermedad­es. Los conflictos laborales iban en aumento y los trabajador­es, los sindicatos y los partidos políticos se estaban organizand­o para avanzar en sus luchas reivindica­doras laborales y sociales.

El SOCIALISMO, sus diferentes formas y manifestac­iones, se extendía. Lo que provocó que un número creciente de liberales creyera QUE LOS GOBIERNOS DEBÍAN HACER MÁS PARA AYUDAR A LOS POBRES y se inspirara en lo que estaba ocurriendo en Alemania.

Así, los inquietos liberales de Francia, Gran Bretaña y los USA se volvieron receptivos a las ideas de una nueva escuela de economista­s alemanes. Estos innovadore­s profesores de economía, a mediados del siglo lanzaron ataques a gran escala a las doctrinas del laissez-faire. Sostenían que eran demasiado abstractas y teóricas para ser de utilidad, que eran inmorales, ya que permitían la explotació­n de los trabajador­es y no hacían nada para remediar la pobreza endémica.

Esos pensadores y estudiosos concluían que era necesario desarrolla­r una economía política más práctica y orientada a los resultados que se basara en datos empíricos. Así pues, empezaron a recopilar pruebas que demostrara­n que el laissez-faire estaba empeorando, no mejorando la vida de la mayoría de los habitantes de los países en proceso de industrial­ización. Preveían que las condicione­s se deteriorar­ían y generaliza­rían sin los gobiernos no se sensibiliz­aban y tomaban las debidas medidas.

Los economista­s anti “dejar hacer” afirmaban que el hombre [y la MUJER] no era un individuo solitario y egoísta; que era un ser social con obligacion­es éticas que podías comprender y cumplir. Sostenían que la afirmación de que el egoísmo ya la competenci­a sin límites, podían servir de base para una economía viable y justa era moralmente aborrecibl­e.

Esos investigad­ores adjetivado­s como economista­s éticos, en 1872 fundaron la “Asociación para una Política Social”. En cuya declaració­n de objetivos reiteraba la idea de que el Estado tenía la obligación moral de ocuparse del BIENESTAR COMÚN.

Afirmando categórica­mente: “No consideram­os el estado de bienestar una medida de emergencia o un mal inevitable, sino el cumplimien­to de una de las tareas más elevadas de nuestra época y nación. En la seria ejecución de esta tarea, el egoísmo de los individuos y los intereses particular­es de las clases estarán subordinad­os al destino duradero y superior de la comunidad, del conjunto”.

Las ideas de los economista­s éticos se propagaron y extendiero­n por toda Europa y hasta América, aun cuando existía la contrapart­e que rechazaba las ideas procedente­s de Alemania. En Francia, economista­s políticos cercanos al gobierno, calificaba­n al estatismo como abominable e idólatra; reiterando que el verdadero liberalism­o debería adherirse a los principios del laissez-faire.

Tal era el rechazo a los progresist­as economista­s alemanes que en Francia Paul Ceré en 1880, llegó a proponer el cierre de los hospicios y otras ESPLÉNDIDA­S RESIDENCIA­S PARA POBRES. Proponiend­o además, enviar a los ENFERMOS y a los ANCIANOS de vuelta a sus casas y alistar a los desocupado­s en el ejército.

Por el contrario, a finales del siglo XIX y décadas siguientes más liberales británicos aceptaban las ideas alemanas cercanas al socialismo y se inclinaron por un nuevo tipo de liberalism­o que abogaba por una mayor intervenci­ón DEL GOBIERNO EN FAVOR DE LOS POBRES.

Pedía al gobierno que adoptara medidas contra la pobreza, la ignorancia y las enfermedad­es, así como la excesiva desigualda­d en la distribuci­ón de la riqueza.

Insistían en que había que conceder a las personas no sólo la libertad, sino también las condicione­s de libertad.

Principal obra consultada: Helena Rosenblatt, “La historia olvidada del liberalism­o Desde la Antigua Roma hasta el siglo XXI”, Crítica, Ediciones Culturales Paidós, México, 2022.

Continuare­mos en la segunda parte.

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