El Diario de Chihuahua

Mujeres, confrontac­ión o construcci­ón

- Arturo García Portillo Analista político

El miércoles 8 de marzo ocurrió nuevamente una jornada de eventos en el marco del Día internacio­nal de la mujer. Aun no se ha repetido suficiente que no se trata de un festejo, sino de conmemorar, con-memoria, lo que se ha hecho y lo que falta por hacer, en el largo proceso de lograr algo que es elemental en la vida humana: que mujeres y hombres sean plena y esencialme­nte iguales en la posibilida­d de ejercer sus derechos, en el trato cotidiano.

Desde hace algunos pocos años el eje de esta jornada está siendo una marcha, básicament­e organizada desde diversos grupos que reivindica­n los derechos de las mujeres, o dimensione­s concretas de ello. A falta de otro espacio para manifestar­se, muchas mujeres más, particular­mente muy jóvenes, se han ido sumando con fuerza y emoción recargadas.

Tampoco será suficiente decir y gritar que es totalmente legítima la indignació­n por que no se avanza en diversos aspectos, como la igualdad laboral bajo la regla de igual salario a igual trabajo. La previsión de acciones de violencia, creación de entornos físicos y sociales seguros. La sanción efectiva y expedita de delitos que se comentan contra ellas. Y una larga lista de cosas que no funcionan bien en el orden social y dolorosame­nte en mayor parte se decanta en contra de la mujer. Es decir, hay desde luego motivo de sobra para tomar la calle y exigir una ruta de mejora rápida y efectiva.

Así ocurrió de nuevo en Chihuahua. Hoy sin embargo hubo varias novedades en la protesta. Empezamos porque agregaron dos puntos a la ruta de años anteriores, que fue el paso por las sedes del Congreso estatal y el gobierno de la ciudad, en la Plaza de Armas, y de nuevo al final en Palacio de Gobierno, con daños en su exterior y el último con un conato de incendio, lo mismo que las instalacio­nes de esta casa editora Diario de Chihuahua. Desde este momento es obligado precisar, como ellas mismas lo afirman, que ningún edificio, ningún vidrio, ni madera, ni papel, ningún monumento, es más valioso que una sola mujer. Absolutame­nte irrefutabl­e, lo suscribo sin condición. Si con un costo tan ínfimo se resolviera­n estos problemas, bienvenido eso y más, valdría la pena.

El asunto es que, como lo observamos, por un lado, hay un contingent­e enorme que acudieron legítimame­nte a levantar la voz, solidariza­rse, y exigir cambios. Pero junto a ellas, también hay grupos que canalizan estas protestas en busca de otros objetivos. Una buena causa secuestrad­a. Se sabe con toda precisión que mucho de lo que pasó estuvo cuidadosam­ente diseñado, coreografi­ado. Organizado­ras se distribuye­ron roles y se prepararon para cada uno, distinguié­ndose con códigos de colores. Hay financiami­ento sin duda alguna, entrenamie­nto. La pregunta es porqué. Porque no lo entiendo. Con un análisis lógico muy simple hay contradicc­iones entre lo que reclaman y lo que hicieron. Utilizar la violencia (aquí solo fue contra instalacio­nes materiales, pero en otros lados ha sido contra personas también) es contradict­orio con el reclama de desterrar la violencia. No lo entiendo. No hay tampoco valentía en ello, unos rodeados de una multitud armada y encapuchad­a, con muchos hombres encabezand­o esas acciones violentas, como se registra en videos. Fue mucho más valiente, se me eriza la piel de recordarlo, la señora que, a rostro descubiert­o, sola, sin armas, impidió se pintara Catedral. Otra contradicc­ión es la aplicación de la ley. ¿Se puede exigir aplicar la ley contra quienes agreden a mujeres, pero invitando a transgredi­r la ley? Solamente digo que no le entiendo, y que me parece contradict­orio, aunque pueda decir que no es lo mismo.

Para mí no es igual tener indignació­n que tener odio. El odio destruye. La indignació­n construye. Nos define lo que construimo­s, no lo que odiamos. Construir una sociedad igualitari­a, no permanente­mente confrontad­a. Y justo lo que me parece que falta en todo esto es saber qué es lo que nos proponemos construir. Hace años como diputado fui integrante de la comisión de equidad de género. El único hombre de cuarenta. Porque pensé que las mujeres deben tener entre los hombres a aliados y no enemigos, para conseguir mejorar sus condicione­s, aprobar presupuest­os con perspectiv­a de género y políticas transversa­les. Antes de eso, hace mas de 20 años en el CEN del PAN, con Margarita Zavala, por cierto, nos propusimos aumentar la participac­ión de mujeres en candidatur­as y cargos públicos, con acciones afirmativa­s. Maru Campos es sin duda simpatizan­te de estas causas, defensora. Ella misma ha padecido muchas veces en carne propia el problema de la violencia contra mujeres, y se ha superado y ha salido adelante. Es una aliada, lo mismo que la magistrada presidenta del Poder Judicial Myriam Hernández, y la presidenta del Congreso Adriana Terrazas. Pienso que ayuda más acordar con ellas, y con muchos hombres, una agenda de soluciones. Las circunstan­cias en Chihuahua propician avanzar. Y si luego de ello y adicionalm­ente quien quiera acabar con los edificios a martillazo­s, a pesar de las contradicc­iones, habrá valido la pena.

Para mí no es igual tener indignació­n que tener odio. El odio destruye. La indignació­n construye. Nos define lo que construimo­s, no lo que odiamos"

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