Justicia e igualdad
En México, el ser mujer es sinónimo de discriminación y peligro constante, en los últimos 4 años de gobierno federal, que por cierto se auto llama “feminista”, se disparó la cifra de mujeres asesinadas al día, de 7 paso a 11, según datos oficiales, el 2022 cerró con más de 13,500 mujeres asesinadas, cada dos horas se mata a una mujer impunemente, cada 15 minutos se denuncia violencia doméstica, las brechas salariales por desempeñar las mismas tareas, desde la pandemia a la fecha siguen sin reducirse, además falta contabilizar todas las mujeres desaparecidas.
Desde el primero de enero, hasta el cierre de esta edición, los reportes de crímenes de niñas y mujeres siguen presentándose en algún punto del país; el infierno de las violencias ha escalado dimensiones nunca antes vistas, la sangre salpica todo el territorio nacional, basta ver las imágenes que dejan sin aliento a cualquiera. Pareciera que no hay antídoto para desterrar esta peste ancestral, ni las recomendaciones de organismos oficiales internacionales, protocolos, ordenamientos legales, alertas de género, activismo férreo de colectivos feministas y capacitaciones verticales de los gobiernos, frenan la ola de violencia contra las mujeres, agravada ciertamente, desde la llegada del Covid. Así es como se conmemoró el 8 M, Día Internacional de la Mujer.
Por desgracia, la violencia y la desigualdad siguen reproduciéndose en la mayoría de los hogares, producto de la cultura machista, de hombres y mujeres que como padres de familia no evolucionan en la crianza de sus hijos e hijas, distantes a los tiempos que hoy se demandan, inclusión y respeto mutuo, persiste la educación con patrones generacionales sexistas, de discriminación y estereotipos sociales arcaicos; para muchos, hablar temas de perspectiva de género sigue siendo historieta humorística.
Hemos dicho infinidad de veces, la cultura machista fomenta y tolera feminicidios, acosos, agresiones sexuales, maltratos físicos, psicológicos, económicos, laborales, institucionales y políticos, desigualdad en sueldos o salarios por desempeñar las mismas tareas respecto a los hombres, falta de oportunidades educativas, laborales, de salud, de acceso a créditos hipotecarios y de tenencia de la tierra, desvalorización del trabajo doméstico y de la crianza de los hijos; aunado al repunte de delitos de explotación sexual. La falta de políticas públicas integrales eficaces con lentes de género, fomentan la misoginia y las violencias contra las mujeres y sus hijos e hijas.
Reprobamos los actos vandálicos suscitados en días pasados, ciertamente existe rabia y desaliento por la violencia de género, agravada por el contexto social tan lastimoso, de la resistencia pacífica se pasó a la violencia, se vive en una olla de presión. Basta ver las marchas en todo el mundo, en nuestro país, donde decenas de miles de mujeres marcharon para decir ALTO, NO MÁS VIOLENCIA, niñas, adolescentes, jóvenes, adultas y abuelas, de todos los segmentos académicos y sociales, se unieron a la marea morada. Como rezaba uno de los carteles en la marcha “quiero morir de vieja, no por ser vieja”.
Unas de las hijas de la misoginia, va emparentada con el chisme y la calumnia para denostar a la mujer sin argumentos que valgan. Alcemos la voz por aquellas que no tienen, que el 8 de marzo se replique el resto de los 364 días del año. Tomemos el himno feminista de Vivir Quintana “Vivir sin miedo” para hacer conciencia social, para exigir nuestros derechos, para ayudar a otras mujeres sin meterles el pie, que quede claro, el feminismo no es odiar al hombre, es luchar contra la distinción de género que es absurda. Sumemos voces de conciencia, #Ni Una Menos #BASTA #Si tocan a una, respondemos todas.
A Blanca Magrassi, Irma Campos, Diana Álvarez, Guadalupe Sánchez de Araiza, Esther Orozco, María Edmeé Álvarez, Bertha Chiu Núñez, Maru Campos, y a todas las mujeres que, sin importar su convicción ideológica y trayectoria profesional o política, han dedicado sus esfuerzos por la igualdad sustantiva A las mujeres heroínas de todos los días