El Diario de Chihuahua

Ya no es mágico el mundo: te han dejado

- Alfredo Espinosa Médico Psiquiatra Escritor alfredo.espinosa. dr@hotmail.com

Una vuelta a la tuerca y ya no eres nadie, nada. No supiste cuando sucedió: el caso es que tú, el centro del universo, el corazón del corazón de tu amada, eres el otro, estás al margen. Lo comprendes tardíament­e porque hay turbulenci­as en tus emociones, porque te ciegan las cosas que están sucediendo y no logras asimilarla­s y quieres aferrarte al esquema del pasado en que eras Dios Padre, y no te avienes a tu nuevo papel de segundón. Y cuando te cae el veinte empiezas a sufrir como el mismísimo crucificad­o.

El amor pone al descubiert­o tus puntos flacos. ¿Quieres conocerte de veras? Espera ser traicionad­o por la persona amada y entonces conocerás al demonio que te habita.

Tonik Nibak, poeta chapaneca, escribe este Hechizo para matar al hombre infiel, y catartiza el demonio que la perturba:

“Que pague con su carne./ que no pase de mañana o pasado/ .

Que trece diablos Mujer, que trece diosas de la muerte/ borren su nombre.

/Que empiece un viento en el corazón que apague su vela/

Que muera en un camino./ Que le aplaste un carro. / Que le aplaste una bicicleta./

Rómpele una pata./ Y si se muere voy estar riendo./ Métele un cuchillo en su corazón./ Clávale un clavo en su cuerpo.

/ Que una termita gigante crezca en su ombligo/ una avispota, una hormiga en su oreja. /Que penetre nueve veces en su cráneo/ el veneno de la culebra de las nueve narices./ Aviéntale a la mierda su ánima./ Que los gusanos coman su alma y su miembro./

Que se agrande su panza. / Que se atragante con un frijol./

Dale chorrillo, sécale su semen./ Házle chiquita chiquita su verga. /

Que no se vaya a escapar./ Agárrenlo./ Mátenlo en su cama”.

El caso es que un día la buscas, le pides explicacio­nes o le suplicas que no te abandone, y ella te dice que la dejas, que el amor que se tenían da patadas de ahogado, que la olvides, que está inaugurand­o otra historia sin ti. Y para que comprendes se envalenton­e y te dice: sin no es él, será otro, otros. ¿O qué, prefieres que ande de putilla, de cama en cama, incluso en la de tus amigos, o que me concentre en un hombre al que pueda darle todo lo que a ti te di y menospreci­aste?

Le muestras el corazón desgarrado a la persona que amas, le imploras que vuelva a ti, pero ella te reclama que ya ha sido muy aporreada, que necesita aprender a respirar de otra manera, que se hunde y que en el naufragio toma lo que esté cerca de ella.

Y tú sufres como perro. ¿Has sentido el dolor del amor?

Quienes sostienen que el amor es un asunto de impulsos nerviosos, neurotrans­misores, endorfinas y feromonas, están equivocado­s. El amor es un asunto del corazón, y ahí duele. Y duele cuando lo que amas, aquello de quien depende tu felicidad, no es tuyo o ha dejado de serlo. Una daga, a mansalva, con un solo golpe seco, se hunde en tu pecho. ¿La hundes tú mismo, la mano que amas o un tercero que se entromete? Sientes el metal, de pronto, en la intimidad de tu corazón porque descubres una deslealtad, porque desbocaste tus celos una noche de insomnio, porque te invade la incertidum­bre, porque algo terrible que te dice la persona amada te hiere brutalment­e, porque las circunstan­cias apremian a la ruptura, porque no puede ser lo que ya ha sido...

El pecho se te oprime, te duele hasta el aliento. El estómago se hace nudo, se cierra la garganta. Alguien te sofoca, te ahorca. No duermes, no comes, hay un desasosieg­o permanente. Te persiguen las sombras. Estás tan débil que un resfriado te puede matar, o una canción; no toleras los noticiario­s ni los periódicos, te duelen los poemas, lloras cuando una pareja se besa en la calle o maúlla un gato hambriento. La luna es una hostia del demonio. No te concentras, trabajas, necesitas un trago y pides un cuchillo. Cada instante dices su nombre y es un clavo ardiendo en tu frente; la sueñas, la sudas, la vomitas. Sales a la calle y crees que se te aparecerá a cada momento. La imaginas, ah, la imaginas como cuando era tuya, y te arrepiente­s por los sinsabores que le hiciste pasar y te enfureces por la manera tan estúpida de perderla.

Los amores locos suelen ser breves, intensos, rompen el corazón y se recuerdan siempre. Las heridas que causan son curadas por otros, más sensatos y serenos, y estos son quienes se quedan con las amadas por otros. Comienzan consolando, curando heridas, consolidan­do fracturas, encubriend­o con besos los tatuajes todavía ardorosos, sobreponie­ndo sus historias modestas a La Gran Historia que nos rompió el corazón. Al final, la sensatez logra imponerse a aquella locura que recordarem­os siempre.

Estás en ese punto que las el soneto de Jorge Luis Borges, si tuvieras su talento, lo podrías haber escrito tú:

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirá­s la clara luna

Ni los lentos jardines. Ya no hay una luna Que no sea espejo del pasado, Cristal de soledades, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes La fiel memoria y los desiertos días. Nadie pierde (repites vanamente) Sino lo que no tiene y no ha tenido Nunca, pero no basta ser valiente Para aprender el arte del olvido. Un símbolo, una rosa, te desgarra

Y te puede matar una guitarra.

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