El Diario de Chihuahua

NARRA MEXICANO HORRORES EN SIRIA

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Ciudad de México– Enrique García Quiroz lleva cuatro años como parte del equipo de Médicos Sin Fronteras. Ha estado en República Centroafri­cana, en el Congo, Nigeria y en Gaza, pero no fue hasta hace unas semanas en Siria que conoció en carne propia lo que es "morir de miedo", cuando dos poderosos sismos de 7.8 y 7.5 grados azotaron este país y la vecina Turquía el 6 de febrero.

Este médico mexicano alzó la mano para ir a Siria, nación que lleva 12 años de guerra civil, con el fin de ayudar a combatir el brote de cólera que aqueja a su población.

Llegó hace cuatro meses y, pese a las circunstan­cias que ya conocía del país -falta de infraestru­ctura, desplazami­ento masivo, enfermedad­es-, las consecuenc­ias del los terremotos en la salud de la población lo conmociona­ron.

"Después de 12 años de guerra, de tener el trauma de haber pasado por todo este conflicto y de estar todavía bajo bombardeo diario y continuo de ambas partes, a esto le sumas los dos años de pandemia, le sumas que durante los últimos seis meses hemos trabajado en una epidemia de cólera, y ahora le sumas también el terremoto", describe el médico en entrevista con REFORMA.

"No sabes el miedo que están pasando con cualquier movimiento de mesa. O sea, pasas tú y tocas la mesa y la gente sale corriendo, los niños empiezan a llorar porque tienen miedo. Ese término de morir de miedo yo nunca lo había visto, y la gente aquí está muriendo de miedo literalmen­te, no en sentido figurativo, sino que ataques al corazón. Se lanzan por las ventanas, se golpean entre ellos y mueren literalmen­te de miedo".

Este médico mexicano reconoce los riesgos de trabajar en una zona de guerra, y si bien la organizaci­ón tiene diversos protocolos para garantizar su seguridad y la de los pacientes, los retos a los que él se enfrenta, subraya, no se comparan con los de la población siria.

Ha sido más de una década de dolor para ellos, dice García Quiroz en entrevista desde Gaziantep, ciudad turca a poco más de dos horas de Alepo y donde muchas organizaci­ones de ayuda con las que Médicos Sin Fronteras trabaja están instaladas.

La organizaci­ón opera con diversos partners internacio­nales y locales. Los médicos sirios, señala el mexicano, se han convertido en su familia.

"Para mí, su dolor es mi dolor", comparte.

"El reto más importante no ha sido mío, para mí el reto más importante ha sido para mis compañeros sirios que están trabajando ahí, que ellos, por ejemplo, todos los días están durmiendo en la calle, están durmiendo en los coches. En cuanto cayeron al suelo (tras los terremotos) se levantaron, fueron al hospital a ayudar y están trabajando ahí para la gente".

Dos semanas después de esos terremotos, una mujer dio a luz en un hospital de campaña instalado por Médicos Sin Fronteras.

Fue un parto difícil, enfatiza García Quiroz. Durante las cuatro horas que duró, la madre no hizo ningún sonido.

"No se quejó ni una sola vez. Por un lado preocupant­e porque sabes el dolor que esa madre tiene, tanto físico como emocional del momento, pero también preocupant­e porque sabes que no está llorando porque esa preocupaci­ón ya es la de menos, y ese dolor ya es el de menos, el dolor que tiene y el cansancio de los últimos días es tal que ya no es capaz de quejarse durante un parto dificilísi­mo de cuatro horas", señala.

"Y ves al bebé que sale ahí como si nada, que no sabe a lo que se va a enfrentar y a lo que viene, que posiblemen­te la mitad de su familia la ha perdido en los últimos 15 días".

Enrique García Quiroz lleva cuatro años como parte del equipo de Médicos Sin Fronteras; fue hasta hace unas semanas que conoció en carne propia lo que es "morir de miedo", cuando dos poderosos sismos de 7.8 y 7.5 grados azotaron este país

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