¿Entonces para qué nos asumimos como cristianos?
A Mons. Luis Leonardo Padilla Lomelí, en la celebración de su cincuenta aniversario de ordenación presbiterial. Un hombre pleno y feliz en el servicio a Dios.
Una de las mayores incongruencias del ser humano, pero, sobre todo, de las más grandes y graves hipocresías, es decirse un creyente de Dios y de su hijo Jesús, pero limitados hasta donde lo mundano se lo permita. Podemos hablar de servir a los demás, de ser humildes y hasta de poner la otra mejilla cuando sea menester, pero que se no se trate de hacerlo realidad, porque entonces se presenta nuestro egoísmo, nuestra humanidad, y cualquier posibilidad de mermar “lo que nos pertenece” o lo que somos, se impone y adiós a lo que se supone son nuestras creencias, nuestra fe.
Son muchas las personas que se han aprendido de inicio a fin lo que dice la Biblia, principalmente los Evangelios, pero no han aprendido lo que es ser un cristiano, un fiel seguidor de Jesús. Puntualmente acuden a misa los domingos para “cumplir con una obligación”, en donde escuchan la Palabra de Dios, pero al salir del templo tal parece que poco quedó en el corazón y en la mente.
No dudamos en ser descorteces al conducir, ni de decir dos o tres majaderías cuando alguien osa fastidiar nuestro trayecto. Nos cuesta demasiado ser empáticos y solidarios con los compañeros de trabajo o de escuela que están siendo humillados, prefiriendo quedarnos callados para no correr el riesgo de tener problemas con el jefe. Ante los embates de nuevas ideologías, elegimos el silencio y el cruce de brazos, en lugar de impulsar el fortalecimiento de lo que se supone creemos (y no a través de la violencia, sino siguiendo el ejemplo de amor y humildad de Jesucristo). Nos avergonzamos de nuestra fe ante quienes piensan distinto, olvidando lo conveniente y satisfactorio que es tener a Dios en todo momento de nuestras vidas.
Vamos por el mundo pregonándonos fieles hijos de Dios, pero, por ejemplo, en la función pública y en la iniciativa privada, abiertamente tratamos mal a los empleados y a los usuarios o clientes. Imponemos excesivas jornadas laborales, con salarios sumamente bajos. No nos interesa que el trabajador tenga familia o necesidad de descanso o esparcimiento, y le privamos de una buena calidad de vida. Como jefes, nos llegamos a sentir dueños y señores de todo y de todos los que en el centro laboral se encuentran, y hasta humillamos con gritos, acoso y abusos en general a los dignos trabajadores, simplemente porque podemos.
Muy importante es aparecer en la foto haciendo “obras de caridad” o acudiendo a misa, y por otro lado mintiendo a la sociedad con promesas de campaña que no se cumplirán, y/o tomando indebidamente los recursos que pertenece a la sociedad, y seguir aparentado ser unos “respetables” ciudadanos.
A los familiares y amigos, al círculo cercano de personas, ya no les procuramos alguna visita o satisfactor, pues estamos envueltos en lo que la tecnología nos proporciona, incluyendo un interactuar cibernético que únicamente ofrece en realidad distanciamiento con los demás. Saludos y sentimientos se manifiestan a distancia, pero se carece del contacto personal y grupal que pueden propiciar un sentido de pertenencia, de identificación colectiva que deriva en solidaridad.
El asumirse como cristiano, es de un gran compromiso en el pensar y en el actuar, que exige el seguir el ejemplo de Jesús, imponiéndolo como modelo a alcanzar en nuestras vidas. Fácil es dejarnos llevar por la corriente que la mayoría considera como mejor para lograr una buena vida, sin reflexionar si en verdad es adecuado y conveniente como sociedad y como individuos. Si se construye un mejor presente y se asegura un mejor futuro para todos, ya no es lo que importa, pues deseamos lo inmediato que nos haga sentir bien, aunque sea efímero.
Seguimos como si fueran héroes o dioses, a políticos, artistas, “influencers”, periodistas, etc., defendiéndoles a ciegas sin cuestionar sus ideas y posturas ante tal o cual situación, pero olvidamos y por ningún motivo nos atrevemos a consultar, reflexionar y a aplicar, los lineamientos tan profundos y sencillos que nos ofrecen los Evangelios y la Biblia toda. No confrontamos las ideas y propuestas que algunas personas, grupos o mayorías nos venden como ciertas y convenientes, con lo que se supone en nuestra fe como cristianos. Jesús amó, sirvió y perdonó sin distingo alguno, pero nosotros no nos atrevemos a hacer lo mismo por quienes piensan distinto o nos han ofendido.
El cristiano “es el que acepta el camino que siguió Jesús para salvarnos, es decir, el camino de la humillación”, señaló el Papa Francisco, agregando que están equivocados los cristianos, los sacerdotes, los obispos e incluso los papas que no siguen este camino (Ser cristiano significa aceptar el camino de Jesús, hasta la cruz, Vatican News, 20 de febrero de 2020).
Asimismo, el Papa Francisco indicó que “confesar a Jesús significa aceptar el camino que el Padre eligió para Él: la humillación. Pablo, escribiendo a los filipenses, [dice]: ´Dios envió a su Hijo, quien se anonadó a sí mismo, se hizo siervo, se humilló a sí mismo, hasta la muerte, muerte de cruz´. Si no aceptamos el camino de Jesús, el camino de la humillación que Él eligió para la redención, no sólo no somos cristianos, sino que merecemos lo que Jesús le dijo a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! […] Confesar a Jesús es aceptar el camino de la humildad y de la humillación. Y cuando la Iglesia no va por este camino, se equivoca, se vuelve mundana.
Igualmente, el Papa invita a pedir la gracia de la coherencia cristiana para no usar el cristianismo para escalar, esto es, la gracia de seguir a Jesús en su mismo camino, hasta la humillación.
Nunca será tarde para reencontrar el camino que debemos seguir como cristianos, y entre más pronto lo hagamos, mucho mejor será nuestra vida para beneficio propio y de los demás. ¡Así sea!
A monseñor Luis Leonardo Padilla Lomelí, mi felicitación y agradecimiento por sus cincuenta años sirviendo a los demás en nombre de Dios. Un congruente, incansable y ejemplar guía espiritual para quienes lo conocemos, incluyendo a mi familia.