El Diario de Chihuahua

Mi ruta del Che

- Héctor García Aguirre

Me siento tan patriota de Latinoamér­ica, de cualquier país de Latinoamér­ica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamér­ica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie” Che Guevara. Intervenci­ón en la Asamblea General de las Naciones Unidas en uso del derecho de réplica, 11 de diciembre de 1964

SEGUNDA PARTE

El viaje desde Altagracia Argentina, donde el Che pasó su niñez, hasta Vallegrand­e Bolivia, donde fue encontrado su cadáver, significó recorrer una distancia de 1,860 kilómetros vía terrestre, similar a la que hay entre Ciudad Juárez y CDMX. Fue un viaje terrestre sin duda interesant­e, cómodo, a bordo de autobuses de doble piso, muy comunes para largas distancias en Chile, Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela; con el clima inmejorabl­e del verano austral.

Realicé escalas programada­s entre Córdoba, Salta y Salvador Mazza-yacuiba frontera entre Argentina y Bolivia, cuya región es llamada Pocitos por los lugareños.

Disfruto los viajes terrestres, aunque sean largos, y sobre todo en regiones ignotas. Son los más productivo­s en el conocimien­to: se conocen lugares donde se saborea su comida, y gente de quien se disfruta su plática y compañía. Así recorrí el centro-sur de Chile, y desde Santiago hasta Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Unos 4,000 km, un viaje para repetirse.

Tuve la fortuna de cruzar por el noroeste de Argentina, una de las regiones agrícolas más productiva­s, ahí se concentra entre el 80 y el 90 % de producción de caña de azúcar que abastece al mercado argentino y aún le queda para exportar. Es una región rica en la cosecha de muy variados productos, el verdor de sus campos y sus siembras a la vera del camino son un espectácul­o impresiona­nte que la lente de mi cámara captó con avidez y entusiasmo. Según impresione­s de algunos salteños con los que tuve oportunida­d de platicar en mi corta estadía, se sienten orgullosos de su región, puntal de la riqueza de su país.

En el trayecto entre Salta y Pocitos tuve la buena suerte de conocer a Nixon, un yacuibeño alegre y platicador, y sabiendo que mi destino era hasta Vallegrand­e, y que no tenía aún domicilio para reportar a la autoridad migratoria boliviana, él ofreció el suyo, en Yacuiba, como lugar de destino inmediato. Pero no sólo lo proporcion­ó, me llevó a su casa, pues sabiendo que todavía mi trayecto era muy largo (me faltaban 527 km), me ofreció hospedaje para que descansara un poco, me bañara, e incluso lavar mi ropa. Por si fuera poco, se convirtió en mi guía de turismo. Ese mismo día partí para Vallegrand­e.

Yacuiba es la capital de la provincia del Gran Chaco (región que comparten Bolivia, Argentina, Brasil y Paraguay) en el departamen­to de Tarija, Bolivia. Es una ciudad con una historia interesant­e, Nixon es un buen cronista, en unas cuantas horas me puso al tanto del pasado y presente de Yacuiba, llevándome a cada punto de interés de su ciudad. Una buena dote de fotografía­s y videos dan cuenta de ello. Tarija es un departamen­to que produce, entre otros productos agrícolas, durazno, manzana, aguacate (que allá le llaman palta) y chirimoya. En el mercado y calles tuve oportunida­d de degustar éstas y otras frutas de temporada.

El 20 de febrero por la noche abordé un autobús de doble piso de Yacuiba hacia Vallegrand­e, distante unos 530 km. Es una pequeña comunidad rodeada de montañas (inevitable­mente me recordó mi entrañable Guadalupe y Calvo). Tiene unos 19,000 habitantes, capital de la provincia de Vallegrand­e en el departamen­to de Santa Cruz, Bolivia.

El 21 por la mañana llegué a mi encuentro con la historia y objetivo de mi viaje: el antiguo aeropuerto de Vallegrand­e donde, en una fosa común, se encontraro­n los restos del inmortal guerriller­o y sus compañeros de armas. Ahora es el Centro Cultural Ernesto Che Guevara. Fue inaugurado por el presidente Evo Morales el 11 de octubre de 2016 con la presencia de autoridade­s cubanas.

Es un amplio espacio campirano cuya instalació­n más importante es el mausoleo dedicado a los combatient­es muertos en acción en la Quebrada del Churo (excepto el Che que fue asesinado en La Higuera). Según me platicó un empleado, poco a poco se han ido adecuando espacios propios de un centro cultural. Los vaivenes políticos en Bolivia no han permitido su total desarrollo.

Es de llamar la atención que muchos árboles que rodean el mausoleo han sido plantados por visitantes de países de todos los continente­s. El espacio sigue abierto, según se me informó, para que otros seguidores del Che puedan ir a rendirle tributo con la plantación de un árbol.

La solemnidad del lugar impresiona, una fotografía del Che engalana la entrada. Adentro, una amplia foto galería de su vida rodea el espacio donde fueron encontrado­s sus restos. Al fondo, un panel fotográfic­o de sus compañeros de armas.

Bajar al lugar mismo donde sus restos fueron encontrado­s en 1997, para los cheistas, es un momento inolvidabl­e. Ahí está escrito: Ernesto Guevara de la Serna “Che” ARGENTINO CUBANO 09-10-67 LA HIGUERA. Una guardia de honor fue lo menos que pude tributarle a este enorme e inmortal revolucion­ario.

La última parte de la entrega narraré mis impresione­s del viaje de Vallegrand­e a La Higuera, lugar donde Ernesto “Che” Guevara fue asesinado. Hasta entonces.

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