El Diario de Chihuahua

Cada letra tiene historia

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México .-Vestía una gabardina de tela ahulada color caqui en cuyas solapas ocultaba el rostro, y se cubría con un sombrero fedora como el de Humphrey Bogart en "El halcón maltés". Llamó con discretos golpes en clave -tres primero, uno después- a la puerta del departamen­to 12. Le abrió una mujer con aspecto de sencilla ama de casa. El recién llegado se inclinó hacia ella y pronunció en voz baja y misteriosa las siguientes crípticas palabras: "Los cerezos han florecido ya en mi jardín". Le dijo la mujer con naturalida­d: "El espía vive en el 14". Por regla general los Estados espían a los individuos, no sólo a quienes les son adversos, sino también a sus propios elementos, pues en política el que hoy es tu amigo, mañana, por la fuerza de las circunstan­cias, puede volverse tu enemigo, y viceversa. Desde luego la terminolog­ía cambia: el Estado llama al espionaje "inteligenc­ia" y lo considera actividad legítima y necesaria. En cambio, para el ciudadano el espionaje es lisa y llanamente espionaje, peligrosa amenaza ilegal, reprobable. Desde luego hay servicios de inteligenc­ia muy poco inteligent­es cuyos archivos secretos se vuelven públicos con un simple clic de computador­a, pero en los regímenes totalitari­os, donde la tarea de espiarte le correspond­e a tu vecino, el espionaje puede ser el preludio de la cárcel, o incluso del paredón de fusilamien­to, como en la Cuba del Che Guevara y Castro. En cualquier caso, el espionaje de que son objeto los ciudadanos atenta contra su seguridad, viola su privacía y pone en riesgo su libertad. El que se siente espiado se siente amenazado. Y es que un régimen temeroso se convierte en un régimen temible. Hasta ahora el régimen de la 4T es fuerte, conserva una gran base de apoyo y no tiene motivos de temor. No necesita entonces adoptar la conducta de los gobiernos que recelan de los ciudadanos disidentes y los someten a permanente vigilancia. Esperemos que las cosas continúen así, y que la única razón para temer al régimen morenista sean las ocurrencia­s de su jefe. En el Bar Ahúnda un tipo se encaró con otro que bebía en su mesa y le espetó: "Sé que tiene usted relaciones con Facilisa Livianola. Yo soy el marido ofendido". Se puso en pie el sujeto. Medía 2 metros de estatura, pesaba 150 kilos y tenía musculatur­a de Hércules. Lo vio el marido y acotó: "Bueno, no tan ofendido". La señorita Himenia, célibe de bastantes calendario­s, le dijo al atlético y guapo boy scout: "Supongo, joven escultista, que ya hiciste tu buena obra del día. ¿Me permites una sugerencia para tu buena obra de la noche?". En el camino a la granja una aplanadora pasó sobre una gallinita. Se enderezó ella, se sacudió las plumas y exclamó gratamente sorprendid­a: "¡Ésas son pisadas, no fregaderas!". Un tipo le contó a otro: "Trabajo como asistente de Pomponona la vedette. Por 100 pesos diarios la ayudo a vestirse y desvestirs­e". Opinó el otro: "100 pesos es muy poco". Declaró el primero: "No puedo darle más". En una reunión de señoras comentó una: "Perdí a mi esposo en el mar". "¡Qué pena! -se condolió una-. ¿Era marino?". Respondió la otra: "No. Íbamos en un crucero y se enredó con una rubia 20 años menor que él". (Nota. Muchos maridos deben su éxito a su primera esposa, y su segunda esposa a su éxito). El padre Arsilio estaba oficiando el matrimonio de una pareja de jóvenes sordomudos. Para indicarle al novio que debía ponerle el anillo a la novia figuró un círculo con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda y pasó luego por el círculo el dedo índice de la mano derecha. El novio expresó algo en el lenguaje de los signos. Tradujo el padrino: "Dice que ya". (No le entendí). FIN.

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