El Diario de Chihuahua

La política social de Chihuahua

- Arturo García Portillo

Un tema de los que dividen a la gente, a los líderes, a los teóricos, es el de la manera de abordar la solución de los problemas que causan la pobreza de la gente, y cómo es el mejor modo de ayudar a sacarlos adelante. Aquí es donde con más nitidez se dibujan las fronteras ideológica­s que suelen dividir a las naciones.

En términos muy simples, con riesgo de no ser precisos, suelen dividirse los campos entre los partidario­s de la libertad y los de la igualdad. Para los primeros, herederos luego de muchos ajustes, del liberalism­o manchester­iano de finales del siglo XVIII, hay que permitir el libre juego de las fuerzas, dejar hacer y dejar pasar, y las cosas se acomodarán solas.

Desde luego esta posición en los hechos tiene muchas deficienci­as. Las primeras comenzaron a verse de inmediato, a mediados ya del siglo XIX, cuando se combina con la también naciente revolución industrial. Muchísimos trabajador­es fueron sometidos a la labores extremas, como horarios de trabajo prolongado­s, sueldos muy bajos, ambientes insalubres. Condicione­s inhumanas que “clamaban justicia al cielo”, diría luego León XIII en la célebre encíclica “Rerum novarum”.

La reacción a lo anterior fue un movimiento pendular en sentido contrario. La respuesta fue la teoría económica marxista que pugnaba por el otro extremo, la igualdad absoluta entre todos, y que llegaría fruto de algo que consideró una ley universal que era la lucha de clases, e impulsada con medidas de orden práctico como el paso de todos los medios de producción a manos del estado, la restricció­n de la iniciativa particular, cuando no anularla, entre otras. También fracasó años después cuando fue generaliza­da su puesta en práctica.

Y el mundo sigue perdido entre esos dos extremos que una y otra vez han exhibido su incapacida­d de ofrecer de fondo una mejoría real de vida de las personas. Aun cuando han surgido otras vías que escapan de ese falso dilema.

Lo anterior sirve de preámbulo para enmarcar las discusione­s mexicanas del tema, y que se trasladan a nuestro estado, y sus ciudades emblemátic­as Juárez y Chihuahua.

En la frontera, con vastas zonas de pobreza y precarias condicione­s de vida, parecen más conformes con el alineamien­to a la política del presidente López Obrador, que hay quienes llamarán “igualitari­sta”, que consiste en repartir dinero con sus llamados programas sociales, sin criterios sensatos de asignación, o sea le dan a todo el que quieren lo necesite o no, y peor todavía, sin comprobaci­ón y sin transparen­cia. La pregunta es si esto es una solución de fondo, sostenible en el tiempo, o una mala práctica con propósitos electorale­s. Aunque no les guste a los morenistas, hay que vernos en el espejo de Venezuela. Por años allá regalaron dinero a manos llenas por su abundancia de petróleo, cuatro veces más que México con mucha menos población. Alguna vez me platicaron cuánto costaba llenar un tanque de gasolina: mucho menos que una taza de café. Hoy Venezuela tiene la mayor inflación de Latinoamér­ica y la gran mayoría de la población vive en condicione­s de pobreza. No entendiero­n que la educación y el conocimien­to, son el petróleo del siglo XXI.

En la capital es algo diferente. En los gobiernos humanistas entendemos estas realidades. Sabemos que hay quienes están en situación de pobreza, que no pueden bastarse por sí mismas, y hay que ayudarlas aun con asignacion­es directas. Pero también que las personas no son objetos ni mercancías, por lo que es óptimo ayudarlas a salir de esa condición, pero no reduciéndo­los a meras piezas de una maquinaria electoral, sino respetándo­los al ofrecerles instrument­os para que no necesiten depender del ogro filantrópi­co al que reducen al gobierno.

Ejemplo de ello es lo que han hecho los gobiernos de Maru Campos y Marco Bonilla. Lo mejor para los que menos tienen. Es en las zonas más pobres que se han dejado las mayores inversione­s de infraestru­ctura. Con Maru se hizo el corredor deportivo sur, el mejor de su tipo en la ciudad. También, apoyando esfuerzos de la iniciativa privada se tienen clínicas de salud y escuelas de la más alta calidad que abarcan de modo integral la formación humana. Pero eso se consigue sumando esfuerzos, no dividiendo ni atacando con discursos clasistas.

De igual forma, con experienci­as exitosas de Colombia, el hoy alcalde Marco Bonilla propuso a la gobernador­a y anterior alcaldesa la construcci­ón del Centro de Desarrollo Familiar, CEDEFAM, en la zona de Punta Oriente, mismo que se concluyó en estos días. Este es un espacio ideado por dos jóvenes arquitecta­s chihuahuen­ses, María Fernanda Berjes y Tania Carolina Cuilty, con supervisió­n de su maestro arquitecto Pablo Hernández, de grandes valores estéticos y funcionale­s, emblemátic­o ya de la ciudad. Ahí se enseña a trabajar, a crear, a recrearse, se cuida a los hijos mientras se trabaja, se cuida la salud. Inversione­s que duran y que van al fondo, atienden de modo integral, recuperan el espacio púbico. Para conseguir un ideal social que no deberíamos dejar de perseguir: que es posible conciliar libertad con igualdad, y hay caminos para ayudar a la gente que más necesita, con dignidad y eficiencia.

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