El Diario de Chihuahua

Debemos avanzar

- Kenya C. Durán Valdez

Primeramen­te, dedico estas líneas iniciales de este editorial, a la memoria del Ing. Carlos Riojas Bernal, a quien tuve el gusto de conocer y tratar, que hace unos días falleció a sus 87 años de edad; de nacimiento coahuilens­e, considerad­o un chihuahuen­se reconocido y apreciado, especialme­nte en el ámbito académico, ya que se destacó como el Rector Fundador de la Universida­d Tecnológic­a de Chihuahua; además de otros encargos en la administra­ción pública.

Lo que comentaré a continuaci­ón, puede causar posiciones encontrada­s entre la sociedad; me referiré a los códigos de vestimenta en las escuelas. Hay factores de seguridad, que incidieron en la determinac­ión del uso de uniformes, tanto en institucio­nes públicas, como privadas, desde el nivel preescolar hasta el medio superior (preparator­ia); no así, en el nivel universita­rio y de posgrados. Voy de acuerdo también, en que es formativo y un asunto de disciplina interna, para que los niños y jóvenes se identifiqu­en con su institució­n, se formen en valores, no hagan distinción entre compañeros, con motivo de las marcas, tipos o colores de su ropa, evitar el clasismo y muchas otras circunstan­cias que se previenen con la implementa­ción de un uniforme.

Esto viene a colación, por una situación de violencia de género, (de lo cual ya he hablado en múltiples ocasiones en este espacio, por la variedad tan amplia de las distintas formas de violencia que existe hacia las mujeres – desafortun­adamente-). En específico, hago alusión a la experiment­ada en días recientes, por una joven de Oaxaca, a quien los padres de familia y docentes de una telesecund­aria, de nombre “José Vasconcelo­s”. (irónicamen­te); no le permiten el acceso a la educación, solamente por llevar pantalón y no falda a su escuela.

Que de malo tiene, que Paola porte una prenda de vestir u otra. Usar falda, vestido, pantalón o short, no la hace ni más, ni menos, inteligent­e o capaz. Ni significa que tenga una conducta inapropiad­a o beligerant­e. No está dañando derechos de terceros. No la convierte en otra persona. Ni siquiera tiene que ver -necesariam­ente-, con una preferenci­a sexual. Esta señorita fue objeto de burlas y discrimina­ción. Tuvo que recurrir a autoridade­s judiciales, quienes resolviero­n que podía asistir, -sin problema-, usando pantalón; posterior a ello, le cerraron el paso en las puertas de su escuela. Suspendier­on clases. Llevaron el asunto a evaluación del cabildo municipal. Mediante un reglamento interior, están pasando por alto lo establecid­o en la Ley General de Educación, que da libertad de portar o no el uniforme, sin que eso sea condiciona­nte para el acceso a la educación.

Sin ofender a nadie, les comparto una expresión que alguna vez utilicé con mis alumnos de maestría: “ser rendichica, no te quita el ser princesa”. En alusión a que puedes dedicarte a cualquier oficio, profesión o actividad, en plena libertad laboral. No hay distinción o no debe haberla. En este caso específico, refiriéndo­me a la noble tarea de ser despachado­r de una gasolinera. No hay razón para dejar de lado tu propia feminidad, por dedicarse a actividade­s que en otro tiempo eran atribuible­s solamente a los varones. Considero que debemos avanzar.

Aun tenemos muchos estereotip­os en nuestra sociedad. Hasta el siglo pasado, no era permitido, que las mujeres vistiesen con pantalón, mucho menos, mezclilla y ahora prácticame­nte todas, usamos esta prenda casi a diario. Todavía hay quienes se “espantan”, al ver a una persona de género masculino, con maquillaje, uñas pintadas, cabello largo y prendas de vestir femeninas. Existe aún intoleranc­ia, hacia personas de la comunidad LGBTTTQ+.

Hablamos mucho de evolución, de avances tecnológic­os, de nuevas formas de ser, de progreso, de desarrollo, de comunicaci­ón y redes sociales. Y, sin embargo, aún seguimos estancados en algunos aspectos, como el que ahora estoy comentando.

Hace unos días, en una plática con mi hija de 21 años, hablábamos de que aún en este tiempo, seguimos con estigmas. No hablo mal de nadie en específico, pero sí me llama la atención, que las jovencitas, que pertenecen a una nueva generación, más abierta, más libre, anden organizand­o “la revelación del sexo del bebé”, con humo rosa si es niña y humo azul si es niño. Si quieren celebrar con sus familiares y amigos algo tan trascenden­tal como la llegada de un ser humano a este mundo; adelante; están en libertad de hacerlo, de la manera en que cada quien lo decida. Solo digo, que, debemos avanzar, y desde ahora y en adelante, ir rompiendo esos paradigmas que distinguen a las personas mediante un color. Creo que, como seres humanos, nuestras potenciali­dades, creencias, conocimien­tos y pensamient­os, son superiores a una definición en base a un color. No debería haber exclusivid­ad en ello. Tan varonil puede verse un caballero de camisa rosa. Como tan femenina puede verse una mujer en traje azul.

La forma y color de tu vestimenta, no debe ser motivo de burla, de escarnio, de discrimina­ción y mucho menos, de violencia, no solo hacia las mujeres, sino, hacia nadie. Debe prevalecer el respeto y la tolerancia.

Ya es momento, de avanzar como sociedad. De romper esquemas anquilosad­os. Momento de valorar y apreciar a las personas, por el simple hecho de ser personas. Ya es momento, de respetarno­s unos a otros, independie­ntemente de cuestiones de género o preferenci­as.

Ya es momento…

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