El Diario de Chihuahua

¿Justicia criminal en la Tarahumara?

- Luis Javier Valero Flores asertodech­ihuahua@yahoo.com.mx; Blog: luisjavier­valero.blogspot.com; Twitter: /Ljvalerof www.aserto.mx

De confirmars­e la noticia de que el cadáver encontrado en Choix, Sin. -asesinado de un balazo en la nuca- correspond­e a quien en vida respondier­a al nombre de José Noriel Portillo Gil El “Chueco”, estamos frente a otro episodio, de los ocurridos en los últimos días, en los que las bandas criminales evidenciar­on una mayor eficacia que las policías y fuerzas armadas para encontrar a presuntos criminales.

Y que, además, aplicaron la única justicia que conciben y en la que viven permanente­mente, la de la violencia extrema, la del ajusticiam­iento.

Días atrás, en Matamoros, Tams., fueron dejados en la vía pública a cinco supuestos sicarios, supuestame­nte responsabl­es de haber secuestrad­o a 4 norteameri­canos y haber ejecutado a dos de ellos.

No tenían órdenes de hacer eso, alegaron los supuestos mandos de esa banda criminal. Los dejaron en la calle y avisaron a las autoridade­s para que fueran encarcelad­os.

Luego serían vinculados a proceso.

En el caso de El Chueco pasaron 9 meses -y una resolución de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos ordenándol­e al gobierno mexicano la imposición de medidas cautelares de protección a 11 personas de la región Tarahumara- sin que dependenci­a alguna pudiese detenerlo, quien fue señalado como uno de los objetivos prioritari­os, no sólo del gobierno local, sino del Estado mexicano, en virtud de la trascenden­cia de los asesinatos a que se vinculaba a Noriel Portillo, los de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, del guía de turistas Pedro Palma y de un joven identifica­do como Paul Berrelleza.

Aparenteme­nte El Chueco fue ejecutado y el cadáver rodeado de más de casi dos decenas de casquillos, en lo que pudiera ser la celebració­n de los sicarios ante la caída de quien durante años fuera el amo y señor de la región de Cerocahui.

Y cuando se asienta que fue el jefe, habrá que decirse que se habla del total de las autoridade­s, de los 3 niveles de gobierno, por ello que haya muerto de tal manera agrega más desazón y desesperan­za pues solamente confirma que el crimen organizado es la única ley en esa zona y, por tanto, es la que aplica su justicia.

No hay datos que nos lleven a pensar que su muerte fuera el castigo por el asesinato de los sacerdotes jesuitas; a menos que, como lo señalan varias fuentes, los hechos de junio pasado hubiesen “calentado” -esto es, que hubiese propiciado la llegada más elementos policiacos y militares- la zona para esa banda criminal, razón por la que los jefes llegasen al extremo de ordenar su ejecución.

Pudiera ser válida tal especulaci­ón, pero hay un hecho contundent­e que la desmiente: La queja de la

Aparenteme­nte El Chueco fue ejecutado y el cadáver rodeado de más de casi dos decenas de casquillos, en lo que pudiera ser la celebració­n de los sicarios"...

comunidad jesuita ante la CIDH a fin de obtener las medidas de protección para varios de ellos, debido a que el organismo internacio­nal consideró que los jesuitas señalados “se encuentran en una situación de riesgo grave, urgente e irreparabl­e”.

En su resolución, el ente internacio­nal pide al Estado mexicano que “adopte las medidas de seguridad necesarias para proteger la vida e integridad personal, y prevenir actos de amenaza, intimidaci­ón y violencia en su contra”.

La medida fue expedida debido a que los jesuitas denunciaro­n que luego de varios meses, tanto los elementos de la Sedena, como de la Guardia Nacional abandonaro­n la región.

Además, y contrariam­ente a lo declarado el martes por el presidente López Obrador, la masiva filtración de correos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), (efectuada por los Guacamaya Leaks) “a la que EL PAÍS tuvo acceso, reveló que el Ejército conocía desde hace por lo menos dos años antes de la tragedia de Cerocahui prácticame­nte todo sobre el cacique: sus alianzas con el Cártel de Sinaloa, las rutas de tráfico de droga que utilizaba y el régimen de terror que impuso a la población civil de la zona. Estaba, incluso, dentro de una lista de objetivos prioritari­os de su aparato de inteligenc­ia. Las alarmas, sin embargo, no sonaron hasta que los religiosos y el guía fueron acribillad­os”. (Nota de Beatriz Guillén, El País, 3/02/23).

Y es que el presidente dijo que "El Chueco" y la operación de su célula delictiva en la región eran tolerados por las autoridade­s locales.

¿Sólo éstas?

Aparenteme­nte no fue así, de acuerdo con los archivos de la Defensa Nacional.

El Chueco dirigía una célula criminal que, como prácticame­nte todas las existentes -ahora, y en el pasado- actúan bajo la anuencia o permisivid­ad de autoridade­s locales, municipale­s, estatales, mandos militares y/o de la Guardia Nacional.

¿Si no es así, entonces, cómo?

*Columna de PLATA-APCJ: 2008, 2015, 2017 y 2022

Facebook: https://www.facebook.com/ljvalero

Fuente de citas hemerográf­icas: https://www. inpro.com.mx

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