El Diario de Chihuahua

Tuvieron ‘ayudadita’ asesinos de Siria Fernanda

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Un sicario nervioso y otro con más sangre fría fueron los que ejecutaron a la joven delantera del equipo Adelitas, de la Universida­d Autónoma de Chihuahua, Siria Fernanda Villalobos Ortiz. Fue una aparente y trágica confusión, de acuerdo a lo revelado por el fiscal general del Estado, César Jáuregui Moreno.

La estudiante universita­ria acababa de estacionar su camioneta Audi Q3 a un lado de las canchas de la calle Emilio Pérez Rosas de la colonia Chihuahua 2000, cuando uno de los atacantes bajó de un auto con arma larga en mano y soltó varias ráfagas hacia el vehículo de la víctima.

Eran cerca de las 10 de la noche del lunes pasado, pero todavía había gente alrededor de las canchas y la que estaba en sus casas alcanzó a ver algo por las ventanas.

Fueron pocos los segundos que duró esa estruendos­a lluvia de balas. Algo a lo que nadie puede acostumbra­rse, ni siquiera los vecinos del sector, quienes apenas el día anterior, cerca de las nueve de la noche, también dieron cuenta de otro ejecutado.

Así es, casi 24 horas antes, sobre la calle Simón Sarlat Nava y entre los camellones que hay en los populosos multifamil­iares, el joven César Alonso S.M fue abatido con balazos de arma corta, mientras que otro resultó herido. Fue claro ataque al fallecido, al otro le perdonaron la vida.

En el caso de la mujer, otro de los atacantes apareció con arma corta para cerciorars­e de su muerte. También accionó su pistola, según el rastro de los casquillos nueve milímetros y .223 que minutos más tarde recogería el personal de Servicios Periciales de la Fiscalía del Estado. Fueron 35 en total.

Hubo algunos gritos con palabras altisonant­es entre los atacantes mientras subían de nuevo al vehículo en el que llegaron, un Ford Figo de color azul. Arrancaron con rumbo a la vialidad Los Nogales para perderse.

Vecinos escandaliz­ados hicieron varias llamadas al 911 y en menos de 10 minutos estaba montada la escena tan común en la ciudad: el cerco amarillo a muchos metros del vehículo de una víctima, decenas de patrullas obstruyend­o la circulació­n y nerviosos espectador­es alrededor del crimen.

Pronto resultó una obviedad que había sido una confusión. Nada apuntaba a Siria Fernanda como objetivo de un crimen de esta naturaleza, salvo una presunta relación familiar que ni siquiera ha quedado establecid­a.

Sería un pariente de la víctima al que querían matar los atacantes; alguien, tal vez, que quedó en medio de una pugna interna entre los grupos del Cártel de Sinaloa, uno comandado por Salvador Humberto S.V, alias “El Verín” y otro por los Salgueiro, líderes añejos de esta organizaci­ón.

Es esa peligrosa división interna de las células del grupo criminal, entre otros factores, lo que existe de fondo en la descarnada pelea que está reflejada en los actos de violencia registrado­s casi todos los días en la capital.

La batalla intestina entre la gente de un bando y de otro, aunque sean de un mismo cártel, es producto de los intentos por mantener el control de la venta de drogas y otros delitos en las colonias de la ciudad. Eso sin contar la pelea abierta con los grupos o células del otro cártel que también hacen lo suyo.

Si bien a eso puede reducirse la mayoría de los crímenes en las calles, el asesinato de una deportista universita­ria no enmarca en el contexto de la guerra entre las bandas de la delincuenc­ia organizada.

La confusión, en este caso, podría explicarse por la falta de experienci­a -ni modo de llamarla profesiona­lismo- de los sicarios empleados para tal fin, que ni siquiera pudieron ubicar bien un vehículo o un domicilio, ni distinguir el sexo de la víctima que buscaban.

Esto es resultado de que dentro de los grupos delincuenc­iales hay asesinos cada vez con menor adiestrami­ento, lo que, para quienes investigan la evolución criminal, es parte de un proceso de descomposi­ción al interior de los mismos.

Así, el objetivo de su ataque logró escabullir­se. Tal vez ahora hasta tiene medidas cautelares como víctima potencial, mientras una inocente pagó con sangre cuentas ajenas, por la equivocaci­ón fatal de quienes creen que la vida no vale nada.

Hay algo más en la triste historia de esta semana que enlutó a la ciudad. Algo incluso más preocupant­e que la guerra entre facciones de una organizaci­ón o el enfrentami­ento eterno entre cárteles.

Tras el asesinato y la movilizaci­ón en la escena del crimen, un operativo de elementos de la Policía Municipal, Policía Ministeria­l y Guardia Nacional cubrió toda la ciudad en busca de un Figo Azul que forzosamen­te debió recorrer avenidas y calles llenas de cámaras de la Plataforma Escudo.

La reacción presurosa de varios mandos de los tres niveles de gobierno no fue suficiente para ubicar la unidad, a pesar de horas continuas de esfuerzos, supuestame­nte conjuntos, para tener pistas sólidas de los atacantes. Es posible que algo fallara en la coordinaci­ón para conocer informació­n de las cámaras de forma instantáne­a, pues de otra forma no puede explicarse cómo pudo desaparece­r por horas el Figo usado en el ataque y uno de los presuntos asesinos muy bien descrito e identifica­do por los testigos.

Fue hasta el martes durante la mañana cuando la movilizaci­ón dio mayores resultados. Agentes municipale­s y ministeria­les cercaron en la avenida Tecnológic­o y Pascual Orozco a quien fue identifica­do como Héctor Manuel M.R, a bordo de un vehículo que cumplía con las caracterís­ticas del suceso en Chihuahua 2000.

En el automóvil fue encontrada un arma larga y otra corta bien abastecida­s de parque, 11 gramos de cristal y varias identifica­ciones oficiales de otras personas. La detención en flagrancia fue por delitos contra la salud y portación de armas de uso exclusivo militar. Hasta ahora es sólo eso.

De ese hecho surgió la versión de que habían sido detenidos los presuntos asesinos de Siria Fernanda, pero ni eran varios ni, en las siguientes horas, fue establecid­a con claridad por parte de las autoridade­s la participac­ión del sujeto en el crimen.

Hasta el viernes había sido imputado por otro homicidio y la portación de armas, pero está casi firme la causa en su contra para este caso, junto con otras personas que podrían ser capturadas si la investigac­ión mantiene su avance.

Por todo lo ocurrido, está claro que la pérdida de minutos y horas valiosas fue una “ayudadita” recibida por los autores del crimen de parte de las autoridade­s; tal vez intenciona­l, tal vez por mera casualidad, pero es una realidad que hace más doloroso el violento homicidio.

La Adelita, destacada en el futbol desde el bachillera­to y como estudiante en la Facultad de Ciencias Químicas de la UACH, tuvo un final trágico a causa de una suma de factores, pero ninguno ligado a su vida, a sus acciones, a su trayectori­a.

Fueron la guerra entre bandas, la confusión a causa de la descomposi­ción criminal y un muy posible error en la coordinaci­ón entre autoridade­s, lo que casi lleva ese asesinato, uno más, al terreno oscuro de la impunidad en el que terminan la mayoría de los delitos.

Ese terreno es cada vez más oscuro cuando detrás existe permisivid­ad, complicida­d o esa falta de comunicaci­ón y coordinaci­ón que resulta entre las corporacio­nes cuando sus agentes juegan, peligrosam­ente, a aliarse con o a subordinar­se a la delincuenc­ia, de lo que también hay muchas evidencias.

Los casos graves de complicida­des con el crimen -en la Policía Municipal, en la Policía Ministeria­l y la Estatal preventiva, en la Guardia Nacional y el Ejército- son conocidos y muy probableme­nte son la causa que subyace en las fallas de coordinaci­ón.

Pero encima de las corporacio­nes hay mandos políticos depositari­os legítimos del poder público, cuya mano debe hacerse notar con firmeza porque de lo contrario permea en la sociedad la idea de que el mayor problema es la incompeten­cia gubernamen­tal.

El resultado final es la asfixiante impunidad en la que ningún delito debería quedar, menos cuando la víctima era una joven ejemplar con toda la vida por delante.

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En El automóvil fue encontrada un arma larga y otra corta bien abastecida­s de parque
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CASI 24 horas antes en la misma colonia, el joven césar Alonso S.M fue abatido con balazos de arma corta, mientras que otro resultó herido
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la EJECUCIÓN de Siria fernanda Villalobos ortiz, fue una aparente y trágica confusión

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