El Diario de Chihuahua

¿PUEDE UN CRISTIANO CREER EN EL MAL DE OJO?

- P. Julio de la Vega-hazas

El llamado mal de ojo es la persuasión de que una persona puede causar daño a otra con solo mirarla. Era algo muy extendido en el mundo pagano, de forma que se pueden encontrar ejemplos en todos los continente­s. Quizás porque, en una cultura en la que se ve al hombre sometido a espíritus caprichoso­s y en ocasiones malignos, el simple hecho de que sobrevinie­ra un infortunio poco después de que alguien nos mirara fijamente ya daba pie para pensar que el mal de ojo era una realidad.

Con la llegada del cristianis­mo todas estas creencias se diluyeron (ya antes el judaísmo las rechazaba, pero era una religión circunscri­ta al pueblo de Israel). Han quedado restos, pero calificado­s como superstici­ones, pues siempre lo fueron.

En ocasiones se utiliza la expresión para expresar un conjuro, lo cual ya es algo distinto, pues se refiere a palabras: una maldición, un maleficio, es decir, aquello que se hace para dañar a alguien con la intervenci­ón del demonio. Algunos inadecuada­mente lo llaman mal de ojo, aunque nada tiene que ver con la mirada ni el ojo.

Es también superstici­oso pensar que unas palabras pueden ser una especie de clave que desata fuerzas ocultas maléficas. Pero en ocasiones puede haber por medio algún tipo de intervenci­ón diabólica, lo que es algo distinto. Como toda intervenci­ón del diablo, alcanza solo hasta donde Dios permite que llegue, pero puede tener algún efecto. En el fondo, como sucedió con la vida terrena del mismo Jesucristo, Dios utiliza para el cumplimien­to de sus planes incluso la maldad del demonio, por lo que no puede sorprender que siga ocurriendo alguna vez.

¿Qué hacer si uno tiene alguna sospecha de que alguien ha hecho un maleficio contra él? Primero habría que decir que -de existir intervenci­ón diabólicac­asi nunca se puede llegar a la certeza de que tal intervenci­ón se está operando, incluso el especialis­ta tendrá dificultad para tener tal certeza, mucho menos para una persona particular sin grandes conocimien­tos sobre el tema. Pero si un maleficio ha sido practicado, el único modo de destruirlo es hacer justo lo contrario: invocar a Dios.

Es decir, si una persona ha invocado al demonio para hacer el mal, se trata de que la víctima invoque a Dios para que le proteja, le ayude y le bendiga. El bien siempre es más fuerte que el mal.

El P. José Fortea indica que a la gente que va a su parroquia diciendo que sufren un maleficio les expresa que la única medicina y remedio es que hagan cada día lo siguiente:

-Rezar un misterio del rosario. -Leer cinco minutos el Evangelio. -hablar con Dios durante unos instantes. -la misa (dominical o con más frecuencia). -Colocar en la casa un crucifijo bendecido. -Colocar una imagen bendecida de la Virgen María. -Santiguars­e con agua bendita una vez al día.

Haciendo estas cosas el mal que sufren, si es del demonio irá remitiendo. Pero si no remite en ninguna medida, eso sería signo de que no estaba provocado por un maleficio.

¿Y si no había maldición alguna?, pues a nadie le hace mal realizar lo arriba planteado. (Mercaba.org)

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