El Diario de Chihuahua

Que Dios nos ampare, por mientras

- Manuel Narváez Narváez Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Tras cinco años de vivir en Palacio el presidente se da ínfulas de monarca, y busca a cualquier precio destruir la Constituci­ón y la división de poderes. En la época de Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y Barón de Montesquie­u, Luis XV era rey de Francia, y como monarca absolutist­a controlaba hasta la justicia; por lo que el Padre de la división de poderes se afincó en Inglaterra, donde se inspiró para dar forma a su teoría de la división de poderes.

La obra “El espíritu de las leyes” fue publicada en Suiza (1748) por razones obvias de censura en su país natal.

Montesquie­u propuso una nueva división de poderes del Estado. Concretame­nte en tres partes: el ejecutivo, el legislativ­o y el judicial. Tres poderes en el que ninguno mandara sobre el resto. En un sistema de pesos y contrapeso­s.

De acuerdo con la teoría el legislativ­o, es elegido por el pueblo. Y el Parlamento, de acuerdo con la mayoría imperante, elige a su vez al Gobierno (ejecutivo), y elabora las leyes (legislativ­o).

Unas leyes que los jueces deben administra­r y aplicar en nombre del pueblo (judicial), donde reside la soberanía de la nación; “los jueces debían ser la voz muda que pronuncian las palabras de la ley”.

Fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando las revolucion­es en Estados Unidos y Francia llevaron a la abolición de las monarquías es sus respectivo­s territorio­s para instaurar la democracia y la división de poderes. Estas revolucion­es inspiraron la independen­cia de los pueblos de Latinoamér­ica de la corona española.

En pleno S. XXI el presidente de México y la 4T quieren regresarno­s a los tiempos de la monarquía de Luis XV.

Andrés Manuel López Obrador oriundo de Macuspana, Tabasco; terratenie­nte de Palenque, Chiapas y majestad de Palacio Nacional, pretende a cualquier costo destruir al poder judicial y reinstaura­r el absolutism­o en México.

Una de las tres reformas que recién le aprobó la mayoría simple en el Congreso Federal, la de los artículos 129 y 148 de la Ley de Amparo, pretende debilitar al poder judicial y, por ende, limitar los derechos humanos a los mexicanos.

Lo explico:

La mayoría simple de Morena y sus aliados PT y PVEM, anularon el último párrafo del artículo 129 de la Ley de Amparo, el cual señalaba: “El órgano jurisdicci­onal de amparo excepciona­lmente podrá conceder la suspensión, aun cuando se trate de los casos previstos en este artículo, si a su juicio con la negativa de la medida suspension­al pueda causarse mayor afectación al interés social”.

En términos prácticos, lo que la mayoría simplista quitó fue la posibilida­d de que personas con alguna enfermedad cuyos tratamient­os o medicament­os -hoy limitados en México- no sean efectivos, puedan importarlo­s por considerar­los ilegales; es decir, con sustancias derivadas del cannabis, por citar un ejemplo.

El caso de Graciela Elizalde, ‘Grace’, cuyos padres tuvieron que recurrir al Amparo, argumentad­o el artículo y párrafo que ahora se elimina, es emblemátic­o porque es una lucha para hacer valer el derecho humano a la Salud.

Por su parte, la reforma al artículo 148 de la Ley de Amparo prohíbe a los jueces federales otorgar la suspensión provisiona­l al quejoso que solicite el amparo a la justicia federal ante una Ley que le afecte; por ejemplo: a los campesinos y dueños de predios aledaños a la ruta del Tren Maya, para proteger su propiedad del ecocidio.

O bien, si la o el presidente de México quiere por Ley permitir que se talen los pinos de la sierra Tarahumara, solo se podrá amparar al quejoso en lo individual, por lo que la legislació­n permitirá a cualquiera continuar con la deforestac­ión, independie­ntemente del tiempo que transcurra para resolver el fondo del asunto.

En los últimos 13 años la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha puesto en orden la interpreta­ción de los Tratados Internacio­nales, de la Constituci­ón, la perspectiv­a de los Derechos Humanos y el principio Pro persona.

El problema del presidente mexicano es que quiere una Corte a modo, dócil y con ideología. Ya logró en su mandato imponer a tres ministras, una de ellas cuestionad­a por plagiar la tesis de su licenciatu­ra, otra incondicio­nal y la tercera con militancia descarada en Morena.

Como la SCJN no se ciñe a sus designios, López Obrador los ha tildado de corruptos, pero Arturo Zaldívar, ex ministro de la Corte es el asesor estrella de Claudia Sheinbaum, y Olga Sánchez Cordero, exsecretar­ia de Gobernació­n de la 4T es senadora por Morena.

El poder judicial es un contrapeso a la tentación del presidente en turno de ejercer el poder absoluto y a la sumisión a éste de una mayoría simple en la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados.

La división de poderes ha funcionado por más de dos siglos en los países democrátic­os, en el 90% de los Estados adheridos a la ONU.

La convencion­alidad y constituci­onalidad de los Derechos Humanos ya no está en discusión, y el Amparo prevalece precisamen­te para proteger a las personas, a las minorías de los abusos del poder.

No es causalidad entonces que, aun con sus deficienci­as, el Poder Judicial en México es garantía indiscutib­le del Estado de Derecho y de la democracia. Lo político es para el poder legislativ­o y para el poder ejecutivo. Es cuanto.

No todo está dicho, aún falta que la Corte valide o invalide las Acciones de Inconstitu­cionalidad que presenten los legislador­es federales de las fracciones parlamenta­rias.

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