El Diario de Chihuahua

La errada política de AMLO

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México.- Adonisio, hombre apuesto y con fama de superemine­nte follador, llegó a la casa de su compadre cuando éste se hallaba “fueras”, como en el barrio se decía. La esposa del ausente le advirtió al visitante: “Compadre: si va usted a propasarse le advierto que mi marido me acaba de llamar para decirme que viene en camino, y que llegará exactament­e dentro de una hora y media”. El empresario de espectácul­os le dijo al representa­nte de artistas: “Es cierto: usted me ofreció el acto de La Mulata de Fuego y su compañero Pitorrón, pero no imaginé que fuera precisamen­te ese acto”. “Pobrecito. Es hijo del pecado, pero no es pecador”. Con esas palabras recibió mi abuela Liberata al bebé habido fuera de matrimonio que le llevó a presentar una sobrina suya. Soy del tiempo en que los hijos debían cargar las culpas de sus padres. En algunas actas de nacimiento se ponían tremendas anotacione­s indelebles: “hijo natural” (como si los hubiera artificial­es); “hijo adulterino”, al nacido de un desvío de la madre; “hijo sacrílego”, al producto de la relación tenida por un sacerdote o una monja. (Decía la irónica definición de un jacobino: “Cura es un hombre al que todos le dicen ‘padre’, menos sus hijos, que le dicen ‘tío’”). De mucho peso era aquel adjetivo: “sacrílego”. Si un ladrón se robaba las monedas contenidas en el cepo de las limosnas de algún templo, cometía un robo sacrílego. Quien escribía algo en contra de la Iglesia o de alguno de sus ministros era un autor sacrílego. A mi mamá sus vecinas le dijeron que había cometido sacrilegio porque le dio trabajo en su casa a una muchachita protestant­e. Todo eso viene a cuento por el secuestro cometido en la persona del obispo emérito de Chilpancin­go, Salvador Rangel Mendoza. Su secuestro habría sido calificado de sacrílego si hoy todavía hubiera sacrilegio­s. En mi opinión todo secuestro es sacrílego, pues todo ser humano es sagrado en principio por el solo hecho de serlo, aunque no sea sacerdote o pastor de alguna iglesia, o religiosa de alguna orden conventual. Lo sucedido con el obispo guerrerens­e es resultado de la errada política de AMLO, quien parece estar del lado de los delincuent­es, a los que ha brindado no sólo lenidad e impunidad, sino también demostraci­ones de amistad. Esa aberrante actitud ha hecho que el crimen organizado prolifere, y ha obligado a personas como el obispo Rangel a entrar en conversaci­ones con los jefes de las bandas criminales para pedirles que por favor no hagan daño a las comunidade­s, y arreglar “treguas” con ellos a fin de que determinad­as celebracio­nes puedan llevarse a cabo en paz y con tranquilid­ad. La doctrina bíblica reprueba a quien anda “en concilio de malos”, pero los eclesiásti­cos se ven en la precisión de participar en esos encuentros por la omisión de las autoridade­s que, como bien dijo el obispo guerrerens­e, pretenden tapar el sol con un dedo. Eso hace López Obrador, quien una y otra vez afirma que México se encuentra en paz, y que estamos rete bien, aunque lo contradiga­n decenas de muertos cada día. Lo mismo dice su corcholata, Claudia Sheinbaum, quien se ha comprometi­do a llevar adelante las políticas de su patrocinad­or. Por eso, y pensando en el bien de nuestro país y en el futuro de nuestros hijos y nietos, a partir de mañana pondré cada día, hasta el 2 de junio, al final de mi columna, la frase “Un voto por Morena es un voto contra México”. Quiero contribuir de esa manera a la lucha para impedir que el autoritari­smo prevalezca sobre la libertad, la demagogia sobre la democracia y la ilegalidad sobre la justicia y los derechos y garantías de los ciudadanos. FIN.

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