La obediencia de los obedientes chicos del coro
(Primera parte)
Después de asistir al funeral de su madre, Pierre Morhange recibe la visita de Pepinot, quien le entrega un diario escrito por Mathieu, profesor de ambos hacía 50 años; Morhange con el diario en sus manos comienza a recordar aquellos días en los cuales su maestro conoció algunos problemas de su vida, sus motivaciones y sus metas en la vida, y cómo a través de la autoridad legítima del profesor y su obediencia influyó para ser un artista reconocido. Película: Los Coristas o los chicos del coro en España, año 2004.
En las instituciones públicas o privadas, en la escuela, en la familia encontramos por un lado, personas a quienes corresponde mover a la acción, es decir, dar indicaciones a otros para que realicen tal o cual actividad; por otro lado, están las personas que reciben la indicación, quienes por deber jurídico o moral las siguen o ejecutan. Así, la directora de un área, por normatividad da instrucciones a sus subordinados, quienes deben ejecutarlas.
Como ves, en algún momento de la vida, en el trabajo, en una situación cualquiera, las personas nos enfrentamos al deber jurídico o moral de obedecer, derivado de una relación laboral, profesional, familiar, Etc., ese no es el problema, la disyuntiva está en si debemos obedecer o no a la persona o personas que demandan o exigen la obediencia. En la administración pública es común escuchar que el que obedece no se equivoca, en determinada situación y bajo determinadas circunstancias así lo es. Pero en otras no es así, prueba es que, por obedecer una indicación ilegitima de un superior, ha dado pauta al inicio de un procedimiento administrativo, incluso penal.
La obediencia es una virtud moral por la cual las personas someten su voluntad a la del superior legítimo. Obedecer guarda relación estrecha con mandar, esta correspondencia implica una relación que involucra dos facultades del ser humano, la primera: la razón (inteligencia) por la cual la autoridad o el superior -un juez, un presidente municipal, gerente- manda o da una orden que proviene de la inteligencia que percibe el bien y las condiciones necesarias para alcanzarlo y que por lo mismo se dirige a la inteligencia de sus subordinados para comunicarles la idea de lo que el bien exige para su logro. Este comunicado está dirigido a la segunda facultad: esto es a la voluntad de sus subordinados, no con la intención de obligarlos tiránicamente, sino de moverlos a la acción para realizar los actos necesarios para el logro del bien.
Como ejemplo podemos citar: un juez que comunica a sus subordinados el deber de dictar en un tiempo determinado una sentencia en un juicio que tiene asignado, por tanto, les manda lleven a cabo las diligencias necesarias para poder llevar el juicio a un estado o etapa procesal que le permita dictar sentencia. Como ves la obediencia es el resultado de un deber jurídico o de una obligación moral, que por naturaleza es justa, en el caso que citamos lo sería dictar la sentencia y alcanzar el bien que la razón se propuso: impartir justicia. Por su parte, la legitimidad o autoridad del juez para emitir el mandamiento dirigido a la voluntad de sus subordinados, con la intención de moverlos a la acción para realizar los actos necesarios en el dictado de la sentencia, le viene por la ley.
Obedecer en sí mismo no es malo, por el contrario, es una virtud que tiene por objeto el mandato proveniente de un ser humano, constituido en calidad de superior legítimamente. No obstante, la experiencia nos ha enseñado que, por algunas razones, determinadas personas obedecen al superior, no por deber jurídico u obligación moral, sino por lisonjeros, zalameros, por temor a perder el empleo; otra razón por la que acatan una orden es, porque de forma acomodaticia se ajustan al mandato o instrucción de esa persona por temor a perder su confianza dicho de otro modo por respetos humanos. Sobre esto platicaremos en la colaboración siguiente, porque de que los hay, los hay.