Julia, la enfermera que salva vidas en la Sierra
Ciudad Juárez– En 30 años de servicio, Julia atendió en la Sierra Tarahuamara mil 500 partos sola, y es madrina de bautizo de 25 niñas y niños, pero para poder entrar a las comunidades indígenas adoptó la vestimenta tradicional y aprendió algunas palabras.
Julia Paredes López, originaria de Cerro Colorado, municipio de Batopilas, Chihuahua, es la actual supervisora estatal del Programa de Vacunación Universal en Chihuahua, y su historia fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU México) en marco del Día Internacional de la Enfermera que se celebró el pasado 12 de mayo.
“Julia creció en un entorno donde la atención médica era escasa. Esta realidad la impulsó a comprometerse aún más con su labor, convirtiéndose en una figura vital en la provisión de servicios de salud en su comunidad y más allá”, relató la organización internacional.
Con el título de “Julia: la enfermera que monta caballos y se viste de tarahumara para llevar vacunas a comunidades indígenas de México”, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y ONU México compartieron la historia de la chihuahuense en sus medios oficiales.
La gran extensión territorial y topografía diversa que va desde desiertos áridos hasta montañas escarpadas de Chihuahua, complican la distribución de servicios de salud a todas las comunidades, especialmente las más remotas.
“Las largas distancias y las condiciones climáticas también pueden dificultar el acceso a la atención médica y la distribución de vacunas, lo que requiere un esfuerzo coordinado y perseverante por parte de los profesionales de la salud como Julia, quien no ha dudado en montar a caballo o caminar por días para llegar a las poblaciones que necesitan ser atendidas”, destacó la ONU.
En tres décadas de carrera, ha enfrentado desafíos como la disminución de las coberturas y la propagación de información falsa en las redes sociales, por lo que reconoció el papel que hacen las organizaciones internacionales en el fortalecimiento de los programas de vacunación en México y en toda la Región de las Américas para garantizar la salud de la población.
Recordó que su vínculo con la salud pública comenzó a los 16 años, cuando brindaba apoyo a un médico pasante en Batopilas, en la frontera con Sinaloa, una experiencia que la llevó a descubrir su pasión por la salud y la medicina.
“A los 17 años fui a una localidad que se llama Loreto, ahí vi cómo enterraban a niñas, niños y adultos a causa del sarampión”, "Por eso soy una enamorada de las vacunas y siempre le transmito a la gente que las vacunas salvan vidas”, relató la enfermera de 50 años de edad al compartir su historia con ONU México para hablar sobre su trayectoria y cómo las enfermedades prevenibles pueden tener un impacto profundo en las comunidades y la importancia de la inmunización.
En 1991 se enfrentó a lo que parecía ser un caso de poliomielitis: "caminamos todo un día para llegar a la localidad llamada Las Papas. Ahí tomamos muestras y vacunamos a unos 15 niños tarahumaras. Luego resultó que no era poliomielitis, el niño había comido una hierba llamada ´cacachila´ y fue la que le ocasionó parálisis flácida", "Pregunté qué comían los niños, recolecté hierbas y las mandaron a laboratorio y se encontró qué hierba había comido".
Pero antes de tener el diagnóstico, la enfermera tuvo que regresar a la comunidad para realizar un cerco vacunal.
“Tengo muchas anécdotas e historias de personas que se lograron salvar con la vacuna antirrábica. Atendí pacientes que fueron agredidos por murciélagos, zorrillos u otros animales… Me hablaban por radio y yo iba hasta donde estaban para aplicarles inmunoglobulina. Me tocaba caminar mucho y a veces cuando llegaba los pacientes ya tenían un estado general muy deprimido y no se salvaban, pero cuando sí lo hacían era una alegría muy grande”, contó la enfermera.
Para poder entrar a las comunidades indígenas, adoptó la vestimenta tradicional y aprendió algunas palabras, así pudo ganarse la confianza de los pueblos y brindarles atención médica.
Julia ha recorrido largas distancias a caballo para vacunar a los tarahumaras y otras comunidades remotas, superando barreras lingüísticas y culturales para asegurar que todos tengan acceso a las vacunas.
Ella “es prueba del poder transformador de la dedicación y el compromiso con la salud pública, un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, cada esfuerzo por promover la vacunación puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, destacaron la OPS y ONU México.
Para poder entrar a las comunidades adoptó la vestimenta rarámuri y aprendió la lengua