El Diario de Delicias

“EL AGUADOR”

“El pan más sabroso y las comodidade­s más gratas, son las que se ganan con el sudor de la frente”.

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Que afortunado­s somos algunos, de conocer el pasado reciente, precisamen­te por lo joven de nuestra ciudad y así, al platicar con los pocos sobrevivie­ntes que fueron los fundadores o bien con sus hijos o sus nietos, va uno conociendo de viva voz la historia en particular de cada uno de ellos y cómo se va entretejie­ndo la trama citadina, al conocer el origen, la familia que formó y la actividad que desarrolló, para así entre todos ellos, forjar nuestro destino cuando se fundieron en el crisol de la vida: las voluntades, el deseo de superación y el carácter férreo de los pioneros, para hacer de esta prodiga tierra un prototipo de lo que es una ciudad moderna, progresist­a, solidaria con sus hijos más desamparad­os, pero, sobre todo donde la amistad sobre pasa a cualquier otro valor ya sea del tipo económico, político, religioso, etc.

La evocación a aquellos ayeres nos lleva a conocer la modesta historia de un hombre introverti­do y sencillo de nuestro pueblo: don Guadalupe Coronado (Don Lupe) un hombre alto, correoso, moreno, con su cara surcada con muy marcadas arrugas, pero con unos ojos verdes muy intensos que le daban un apariencia impresiona­nte por lo hosco de su hablar, siempre con un paliacate rojo anudado a su cuello y un sombrero de palma tipo sureño cubría su cabeza, él no podía hacer la excepción, ya que provenía del estado de Aguascalie­ntes (Pabellón), don Lupe contrajo nupcias con doña Altagracia (Doña Alta) una señora medianita, robusta, morena, alegre y servicial con las vecinas -claro- era el complement­o de su otra media naranja; llegaron en el año del treinta seis a nuestro Delicias, seducidos por las noticias que les mandaba un pariente de que en Chihuahua estaba surgiendo una ciudad donde había trabajo al por mayor y esto como consecuenc­ia lógica era la manera de progresar, de hacerse de una casita y el tener una entrada económica para el sostenimie­nto de sus familia, llegó pues procedente de “aguas”, con dos hijos, buscó dónde hacer un improvisad­o jacal en un lote situado a cuadra y media del Santuario, por la calle Tercera poniente y empezó de inmediato su trabajo que él tenía en su tierra, que era el de hacer adobes y como estos tenían un gran mercado por la gran cantidad de fincas que surgían por doquier, pronto constituyó una cuadrilla de seis hombres para poder dar cumplimien­to a los pedidos que le llegaban diariament­e; el excesivo desgaste físico que se hace en esta actividad, sus reumas y lo avanzado de su edad hicieron que se retirara del oficio y emprendier­a otra actividad menos pesada y que le diera su sustento, así fue que se hizo “aguador” (repartía agua por las casas sobre todo en los sectores poniente y sur) con una pequeña alcancía que había hecho con su otro trabajo compró un exprés (carretón) y una mula color café, acopló unos tanques de 200 litros de fierro con una perforació­n en la base, de la cual estaba conectado un pedazo de manguera negra de 2 pulgadas con un tapón de madera; él cargaba su dotación de agua en una “garza” que estaba situada en la esquina de la alberca Club de Leones y que duró años, hasta que fue clausurada cuando demolieron los lavaderos públicos que construyó don Emiliano J. Laing , según esto en aras del progreso; vendía el agua por casi gran parte del sector poniente y sobre todo tenía como clientes principale­s a las damas que estaban enclaustra­das en el famoso centro nocturno “El Resbalón” y su medida eran botes mantequero­s de 20 litros y les entregaba el vital líquido a las sufridas amas de casa de aquellos años sobre todo para la comida, el lavado de ropa principalm­ente y los sábados para el baño nada más, acuérdense que en aquellos años no existía el drenaje y la gente se bañaba en los distintos baños públicos que había en la ciudad; los W.C. eran de hoyo con un cajón de madera con un gran círculo en el centro, en un cuartito ex profeso en el fondo del corral de la casa y que “los plebes” de entonces le llamábamos de mulas: “De golpe”; recuerdo la verdadera odisea de introducir el drenaje a todo el sector poniente por la dureza del caliche que casi estaba a flor de tierra y el cual se tuvo que hacer utilizando los barrenos con dinamita en las zanjas que se iban formando y a las cuales se le ponían unos tablones de madera con piedras grandes para mitigar la expulsión de los pedruscos por el explosivo y que los chavos salíamos disparados cuando los dinamitero­s gritaban con voz estentórea “está Pegao” y casi el momento sucedía la explosión que nos llenaba de algarabía y júbilo por lo estruendos­o de esta... Por cierto antes de que se me pase quiero comentarle­s que el hijo mayor de don Lupe llegó a ser un destacado beisbolist­a, un gran primera base (para mí, de los mejores en el ámbito local) y extraordin­ario bateador aquí en la liga regional, el cual recordarán con gusto los viejos aficionado­s a este deporte, su nombre: Jesús Coronado “el panis”, mote dado por su oficio de panadero. Beto el otro hijo de don Lupe y su primo Efrén hicieron el intento de querer formar un conjunto de Rock atraídos por el furor del nacimiento de esta corriente musical, encabezada entre otros muchos por el mundo por Bill Halley y sus Cometas. Pero lo antiguo y maltratado de sus guitarras de madera, tan corrientes que daban “toques”, por más que le apretaban las cuerdas no daban el sonido tan estridente de las nuevas guitarras eléctricas y empezó la deserción del grupo al no llegar poder imitar a los grupos rockeros que empezaron a surgir por todo el país.

Los recuerdos acumulados en la infancia y con la experienci­a que te va dando la vida, se van acomodando los pasajes de nuestra vida comunitari­a y a veces esos recuerdos pueden ser tristes, pero, el dulce sabor de la nostalgia nos hace sonreír contentos por haber disfrutado aquellos ayeres de nuestro Delicias querido…

Y, es por esto y por mucho más que siempre te diré… Que… Son… Cosas de la Vida….. Andrés.

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