“La caballa” González, lanzador de antología (parte 2)
Luis Arturo González Herrera, se formó con Los Bulldogs de la Tercera Zona en la Liga Municipal de Delicias, la afición lo rebautizó con un mote, “la caballa”, que al paso del tiempo casi haría olvidar su nombre.
Con más de 1.90 de estatura, tez blanca, huesos anchos, flaco correoso y aires de galán de cine tipo Jean Dean, la caballa, fue un gigante con alma de niño, un portento de carisma y facultades beisbolistas.
Fue un lanzador de alta velocidad y de notorias facultades, de sonrisa fácil y mecha corta, de gran facilidad para el albur genial y hábil para hacer amigos.
También era muy desesperado y tomaba poco tiempo entre pichada y pichada, defecto que lo hacía perder continuamente el control costándole no pocas derrotas y muchos corajes.
El tractor Aguirre, siempre a la caza de muchachos con facultades, en 1951 lo invitó a jugar con Recursos Hidráulicos, el equipo patrocinado por su centro de trabajo, que participaba en la Liga Regional de la Tercera Zona, donde se olvidó de la receptoría dedicándose de lleno a la loma de los disparos.
De naturaleza inquieta y vago de nacimiento, un día ganó rumbo a la ciudad de Chihuahua, invitado por el ingeniero Sergio Martínez Gudiño, su patrón en la Secretaría de Recursos Hidráulicos.
De quien no fue precisamente un favorito era de sus manejadores, quienes la pensaban más de dos veces antes de pedirle la bola, pues ya sabían a lo que le tiraban: a un berrinche fenomenal y al riesgo inminente de algún agarre a guantazos y batazos.
De Delicias lo acompañaron en su aventura, otros igual de inquietos, como “la perra” Aranda, “el mono” Prieto, Guadalupe Meza, Armando Marrufo, Roberto Espinosa, Miguel Olivas y Humberto Payán Franco, este último futuro prolífico escritor y cronista del rey de los deportes y de la historia del estado en general.
De regreso en Delicias alineó con Dansa y como parte del selectivo de la Tercera Zona, contribuyó a ganar el campeonato estatal correspondiente a 1965, además de llevarse el triunfo en el juego decisivo ante los Indios de Juárez, hizo por su causa conectando de hit en la novena entrada y anotando la del gane a batazo de Manuel Ponce.
Su fama había trascendido hasta la capital de la República y una tarde ante la sorpresa de los parroquianos del club novedades, entre los que se encontraba él, entró muy campante y habano en mano el mismísimo Corito Barona, conocido scout de Tigres del México. Venían buscando a la caballa.
Extracto obtenido del libro Delicias Vida Deportiva del escritor Carlos Gallegos Pérez.