CRECIERON JUNTOS ZAPATERÍA BARRAZA Y EL MERCADO MORELOS
La historia del Mercado Morelos (Mermor) no se puede contar sin dejar de lado a la Zapatería Barraza, negocio familiar que ha permanecido desde el mismo nacimiento con casi 64 años de existencia y que ha soportado todas las crisis y épocas de “vacas flacas”.
“El negocio de la zapatería ha tenido sus altas y sus bajas, como el mismo mercado”, dijo el señor Barraza hijo, quien atiende el negocio después de la muerte de su padre, pero desde antes estaba ayudándole a su progenitor y fue así que aprendió el oficio.
“Hasta me han robado, pero ¿qué le hacemos? Así es esto y hay que seguir adelante”, comentó.
El negocio mal que bien ha dejado más satisfacciones de ver crecer a la familia. “De ahí salió para que mi padre nos mantuviera y ahora para que yo mantenga a mis hijos”, dijo el zapatero remendón del mercado Morelos, mejor conocido como el “Mermor” o “Mermol”.
Se acomoda los lentes y cigarro en mano, recargado sobre el viejo mostrador de madera, donde hay unas que otras “chanclas” encima y alteros de periódicos para envolverlas, dice que ya no es la misma en el negocio de la zapatería y los tiempos de bonanza se han ido, como también están muriendo estos negocios, de los que quedan muy pocos en Delicias, como el de él, el del extinto “Chinto” Peña y el de La Bota, por citar los más representativos de esta ciudad.
Los clavos, las pieles, los sintéticos y tacones se ven por doquier en su negocio, lo mismo que los botecitos con tinta fuerte, con el resistol amarillo (o llamado cinco mil) y las pilas de calzado que han dejado los clientes y que ya no han recogido, pues con eso de los tianguis mejor se van a la Octava en Delicias o a la vialidad Eulalio Gómez en Meoqui y ahí se surten.
ESPECIE EN EXTINCIÓN El zapatero remendón prácticamente ha desaparecido, porque la proliferación de pacas con zapatos y tenis usados que se ofertan en esquinas de las zonas comerciales y en los tianguis de la región les dieron el tiro de gracia. Comprar zapatos usados es mejor inversión que reparar los que se dañan, han comentado los zapateros que quedan en esta ciudad.
Los arreglos escasean pero no se han evaporado definitivamente de la vida provinciana, y todavía hay una que otra persona que aún acude al zapatero a arreglar sus zapatos preferidos.
El zapatero remendón es entonces una especie en extinción con vigencia provinciana, pues antes en cada barrio de la capital del país y en los pueblos grandes habían zapateros encargados de remendar los deteriorados calzados de las personas pobres.
Pero hoy en día también el mercado chino ha influido mucho, pues han hecho calzado vulcanizado que no requiere compostura o simple y sencillamente la gente prefiere otros zapatos y se han olvidado de los zapateros remendones.
Nombres como el de “Chinto” Peña y el señor Barraza padre, ya fallecidos, son recordados por los delicienses de hace algunos ayeres, pues marcaron toda una época, mientras que otros, como Barraza hijo y el dueño de “La Bota” Rafael Sifuentes y su ayudante, están aún vigentes ahí entre la duda y la suerte; diseñan la estela de forjadores de un proceso elemental de coser, reparar, vender, bruñir y entintar para el confort y para la vida, pero el trabajo ya es muy poco y apenas sale para “mal chiviar” (dar para el gasto), han comentado.
La zapatería era -todavía conserva esa cierta pureza que dan los barrios-, un lugar coqueto de poco espacio y un poderoso olor a cemento, ornamentado de calendarios provocativos con hermosas muchachas semidesnudas en las paredes, saturadas de mensajes agónicos y diarios antiguos, fotos de Pancho Villla como en la Barraza o de Fernando Valenzuela, cuando estaba en su apogeo la “Fernandomanía” y el toro Fernando Valenzuela era la figura en el montículo de los Dodgers de Los Ángeles.