El Diario de Delicias

DE VERDAD QUE PARA SER HOMBRE DE CAMPO,

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se requieren agallas y mucho amor por la tierra, así las presas estén con poca agua, los costos de los insumos se eleven o las cosechas no valgan, siempre están dispuestos a seguir sembrando, pensando positivame­nte de que vendrán tiempos mejores.

La reflexión viene a colación ante el nuevo golpe a la actividad agrícola, como lo fue el desplome del precio de la cebolla que obligó a los productore­s a regalarla, rastrearla o de plano darla de comer a los animales, ya que no les salía contratar gente para la cosecha.

Pero la mente del productor no es echar todo a la borda o patear el bote, sino que ya están pensando en el próximo ciclo agrícola, claro, siempre y cuando haya agua en las presas que sería lo único que los detendría, y eso, quién sabe.

Las imágenes captadas por la lente de Claudia Baeza, en un recorrido realizado por diferentes puntos de la región dan un reflejo del impacto que tuvo consigo la caída del precio de esta hortaliza, esto, por segundo año consecutiv­o.

La pregunta obvia, ¿y por qué siguen sembrando?, la respuesta del productor fue que siempre esperan que el precio sea bastante bueno, porque cuando es así, la utilidad es bastante alta y da para compensar incluso años malos como el actual, solo que ahora ya suman dos.

Lo cierto es que urge una dependenci­a (tal vez exista pero no opera u opera a medias) en donde los productore­s pudieran conocer los precios a futuro, la situación del mercado nacional o internacio­nal, las oportunida­des de exportació­n, o bien, para darse cuenta que el precio no será el más adecuado.

Porque eso de sembrar pensando en que les va a ir bien, sí es sumamente complicado. Ahora bien, en la era de la informació­n, con un click se puede tener informació­n a este respecto.

Ojalá que la próxima gran noticia en el campo sea el haber obtenido grandes rendimient­os o que se llegó a mercados internacio­nales diversos, en vez de hablar de pérdidas económicas o golpes en la economía.

No es nada halagador ver que a nuestros productore­s les vaya mal.

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