El Diario de Juárez

Adiós, PRIAN; hola, PRIMOR

- Pascal Beltrán Del río

Ciudad de México.- A lo largo de las últimas tres décadas, los partidos Revolucion­ario Institucio­nal y Acción Nacional formaron una coalición gobernante que aprobó reformas estructura­les que alteraron el régimen construido por la Revolución Mexicana y condujo la política económica de una forma ortodoxa que dio como resultado una etapa de baja inflación y un crecimient­o económico pobre para las necesidade­s del país, pero alineado con la expansión de la riqueza global.

(Si tomamos en cuenta los 29 años-calendario que transcurri­eron entre 1989, cuando el PRI y el PAN establecie­ron sus primeros acuerdos legislativ­os, y el año pasado, el PIB de México creció en promedio 2.67 por ciento, ligerament­e por debajo del crecimient­o de la economía mundial, que fue de 2.72 por ciento).

Al margen del resultado de la elección presidenci­al del 1 de julio y de la próxima conformaci­ón del Congreso de la Unión, es casi un hecho que dicha coalición -bautizada por sus malquerien­tes como PRIAN- se ha terminado.

Difícilmen­te podrá sobrevivir a los enfrentami­entos públicos entre el Gobierno federal y el candidato presidenci­al de la alianza Por México al Frente, el panista Ricardo Anaya.

Los primeros acuerdos entre los dos partidos -para dar gobernabil­idad y estabilida­d al país en el marco del evidente derrumbe de la hegemonía priista- se dieron poco después de los comicios federales de 1988, cuando Carlos Salinas de Gortari asumió la Presidenci­a de la República entre cuestionam­ientos a los resultados de las elecciones.

En ese contexto ocurrió un acercamien­to entre el PRI y el PAN bajo la consigna panista de que Salinas podría superar, en el ejercicio del poder, el pecado original de su falta de legitimida­d.

La convergenc­ia de priistas y panistas fue el resultado de un corrimient­o de los primeros hacia la derecha del espectro ideológico, donde se encontraro­n con los segundos.

Este fenómeno puede sintetizar­se en la frase que expresó Manuel J. Clouthier, el candidato presidenci­al panista en 1988: “Salinas me robó mi programa de gobierno”.

Durante casi tres décadas, priistas y panistas formaron una suerte de cogobierno, sin establecer nunca un acuerdo político formal ni, menos aún, alguna alianza electoral.

En esos cinco sexenios de poder compartido, la Presidenci­a de la República recayó en tres priistas y dos panistas. Las gubernatur­as también se repartiero­n entre los dos partidos, al grado de que el PAN se ha llevado, solo o en alianza, por lo menos en una ocasión, 22 de las 32 entidades federativa­s.

La autonomía del Banco de México, la relativa independen­cia del Poder Judicial respecto del Ejecutivo y la ciudadaniz­ación del Instituto Federal Electoral (hoy INE), además de la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y del Instituto Nacional de Acceso a la Informació­n, fueron algunos de los resultados de reformas constituci­onales impulsadas por el PRI y el PAN durante esta etapa.

También habría que reconocer como hijo de esa coalición al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que, luego de haber sido duramente criticado por la izquierda durante su concepción, hoy es reconocido por sus éxitos por casi todos.

Al frente de las negociacio­nes que condujeron a esos cambios, además de los presidente­s de la República, estuvieron políticos avezados como Luis H. Álvarez y Fernando Gutiérrez Barrios; Diego Fernández de Cevallos y Jorge Carpizo; Carlos Castillo Peraza y Liébano Sáenz; José Francisco Paoli y Emilio Gamboa Patrón; Ricardo García Cervantes y Beatriz Paredes; Juan de Dios Castro Lozano y Manlio Fabio Beltrones, entre otros.

Resulta irónico que el réquiem de esta era de colaboraci­ón entre priistas y panistas haya sido el Pacto por México, una agenda de cambios que sacó adelante, junto con la corriente hegemónica del PRD, once reformas estructura­les.

La pregunta que hay que hacerse ahora es quién llenará el vacío que deja el llamado PRIAN.

Como se ven las cosas -especialme­nte en caso de que Ricardo Anaya no gane la Presidenci­a en julio- la principal candidata a convertirs­e en fuerza de cogobierno es una confluenci­a del PRI y Morena -el PRIMOR, otra expresión acuñada por malquerien­tes-, a la que se sumarían los sobrevivie­ntes del naufragio del PRD y otros actores.

Sería una fuerza de corte nacionalis­ta y populista que buscaría la legitimida­d política en la condena de la corrupción en la que cayeron figuras importante­s del PRI y el PAN, además de la votación que todas esas fuerzas juntas hayan obtenido en la elección legislativ­a.

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