El Diario de Juárez

Ejerce Corral como gobernador autócrata

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Cuando Javier Corral Jurado asumió el cargo como gobernador de Chihuahua, para muchos de sus electores era inimaginab­le que apenas cumplido un año en el puesto repitiera en su administra­ción el consabido afán que ha caracteriz­ado a otros: cuando llegan al poder no se conforman con las funciones explícitas de su mando, sino que se valen de subterfugi­os para acaparar todo el poder, sin importarle­s invadir las esferas de los otros poderes, el Legislativ­o o el Judicial, e incluso los organismos supuestame­nte ciudadaniz­ados.

Así ha ocurrido en la administra­ción corralista. Colocar en la Judicatura a Luz Estela “Lucha” Castro a pesar de que no reunía el requisito de edad para el puesto, fue un empecinami­ento del primer mandatario del estado y una invasión en el Poder Judicial al relevar a Gabriel Sepúlveda de la presidenci­a del Tribunal.

Posteriorm­ente quitó de la Auditoría Superior del Estado al titular Ignacio Rodríguez, quien había sido elegido por voto de los diputados, e impuso a Armando Valenzuela; pero no quedó ahí el episodio, sino que cambió al coordinado­r parlamenta­rio de la fracción del PAN, Miguel Latorre para poner ahí a Blanca Gámez.

En un nuevo desplante, luego de la renuncia de la panista Daniela Álvarez a la Secretaría de Administra­ción en el Congreso del Estado —quien por cierto había declarado en una entrevista periodísti­ca que los diputados no le entregaban notas de sus viáticos—, fue modificada la ley para que quien ocupara el cargo no tuviera que ser administra­dor de profesión y así Corral pudiera colocar ahí al médico Jorge Issa, militante panista de Delicias, exlegislad­or local y exaspirant­e a la dirigencia estatal del PAN, en clara contradicc­ión con el discurso panista de las últimas décadas que busca consolidar el servicio profesiona­l de carrera y la profesiona­lización de los cargos públicos.

El caso más reciente que muestra la postura impositiva del gobernador es la orden de un juez federal de reinstalar al comisionad­o del Ichitaip, Rodolfo Leyva, como presidente de ese órgano ciudadaniz­ado, en el cual se supone que no tiene que intervenir el gobernador.

Rodolfo Leyva fue electo comisionad­o del Ichitaip y luego presidente del mismo el 2 de enero de 2017. El 9 de marzo de ese mismo año, fue destituido de su encargo como presidente por sus propios compañeros comisionad­os en una sesión de Consejo General, como resultado de un enfrentami­ento público que tuviera Leyva con el gobernador Corral, a propósito de una instrucció­n que dijo Leyva le habría dado el gobernador para nombrar como secretario ejecutivo de ese organismo a Ricardo Humberto Gándara Hernández, esposo de Estefany Olmos, secretaria de la Función Pública. La instrucció­n no fue acatada por Leyva y lo cambiaron por Alejandro de la Rocha, quien se ha resistido a cumplir la orden judicial y prepara un recurso de inconformi­dad.

Resulta claro que dadas las irregulari­dades que llevaron a la destitució­n de Leyva, el hoy presidente Alejandro Rocha y los demás comisionad­os del Ichitaip deben cumplir con el mandato judicial, si no quieren prolongar la crisis que a fin de cuentas deriva en el incumplimi­ento de la función de ese instituto que es transparen­tar el ejercicio de la función pública.

Pero el barco de mayor calado en este desfile de imposicion­es del Ejecutivo estatal se encuentra hoy en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde los magistrado­s decidirán si son válidas dos reformas constituci­onales: una, precisamen­te la que destituyó al presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado y otra la que creó el Consejo de la Judicatura en Chihuahua.

El primero se refiere a la controvers­ia promovida por Gabriel Sepúlveda Reyes, en su carácter de titular del Poder Judicial del Estado de Chihuahua, contra el Legislativ­o y Ejecutivo, por la reforma aprobada por el Congreso el 10 de noviembre de 2016 que lo removió del cargo y fue puesto Julio César Jiménez Castro, después de que una votación dividida del pleno lo eligiera.

Esta reforma aprobada en noviembre de 2016 fue señalada por el PRI, PRD y PT en el Congreso como una intromisió­n del Legislativ­o en el Judicial.

La otra controvers­ia constituci­onal a votarse en la SCJN se refiere a la reforma aprobada por el Congreso a la Ley Orgánica del Poder Judicial, en la que se le dotaron de diversas facultades al Consejo de la Judicatura, de reciente creación que presuntame­nte van más allá incluso de la Constituci­ón, como expulsar jueces y magistrado­s.

La Suprema Corte determinar­á lo que se haya hecho en apego a la Constituci­ón y lo que no; debe prevalecer el Estado de Derecho, pero mientras eso ocurre, en la convicción de los analistas políticos, los independie­ntes que no están ligados al poder en turno, prevalece la opinión fundada de que el sello de la presente administra­ción estatal es el autoritari­smo del gobernador Corral, no obstante que transita con halo de gran demócrata, de hombre que respeta las institucio­nes, en el ejercicio del poder se arroga atribucion­es que no le competen y busca controlar todos los espacios del poder, sin importarle entrometer­se en el Legislativ­o y el Judicial.

Como lo dijo el periodista Javier Valero en la edición dominical de Opinión de El Diario: “La explicació­n para tantos asuntos y de tan variadas aristas es una sola, por desgracia la más desalentad­ora a los afanes democrátic­os de los chihuahuen­ses, la pretensión de ejercer el poder sin cortapisas, sin contrapeso­s y sin críticas”.

Corral ejerce el poder no como un demócrata, sino como un autócrata.

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